14.6.04

Aprendiendo de los romanos

Eran apenas las 6:55 de la mañana. El Duque y yo ya llevábamos 15 minutos en el auto, en dirección a nuestros sacrosantos trabajos al otro lado de la Ciudad. Al tomar Insurgentes, la vimos por primera vez: una inmensa madrina cargando una docena de autos Nissan. Era hasta cómico cómo se desplazaba en medio de los autos conducidos por locos tempraneros de lunes: medio dormidos y hastiados del comienzo de otra semana.

Tuvimos la dudosa suerte de ir detrás o al lado de la madrina un buen rato. Yo miraba con franca desconfianza la parte de atrás, donde estaban las últimas camionetas, espantada ante la lógica impecable de que el conductor del vehículo definitivamente no tenía control sobre ellas. Todavía, instalada en la ingenuidad, me atreví a preguntarle al Duque: "Oye... ¿y de quien es responsabilidad que no te pegue la parte de atrás? ¿Tuya o del de la madrina?". El Duque me miró con ojos de mañana y me dijo: "Pues de uno, amor. Uno debe cuidarse".

Me dió un poco de pánico. Y luego me dió la indignación, cuando intentamos dar la vuelta un montón de autos, nosotros y la madrina en Eje 10 y Revolución. ¿Quién carambas lo dejó pasar? ¿Por qué, cual si fuera campesino, cree que tiene derecho a bloquear todos los carriles y hacer que todos los demás lleguen tarde, muy tarde, o simplemente no lleguen?

Y entonces se me ocurrió. No es falta de civismo... bueno, no solamente. Es falta de conocimiento histórico. Cuando paseaba por las calles de Roma con Korinne y el Duque (Nota mental: nunca terminé de contar esa historia), me costaba mucho trabajo imaginarme una ciudad más complicada en términos de tráfico... desde siempre. Nunca en mi vida he visto tantos Smarts juntos, porque simplemente los otros autos no caben.

El punto de todo esto es que durante uno de esos paseos a pie, el Duque Enciclopédico me contó algo que yo no sabía. Hace más de dos mil años, cuando Julio César gobernaba Roma, decidió que simplemente no se podía mezclar el tráfico ya de por si conflictivo de la ciudad con las entregas y los vehículos pesados de entonces. Para solucionarlo, emitió una orden según la cual los vehículos de carga no podían circular de día, para no entorpecer el caótico tráfico diurno de Roma.

Julio César sí murió a manos de una conspiración, by the way. ¿No sería conveniente que, nada más por probar, el Peje intentar hacerle caso a sus soluciones de tránsito - ya no me meto en política - en lugar de construir interminables segundos pisos? Digo, sólo por probar.

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