Uno no puede evitar sentirse nervioso de vez en cuando. Después de escuchar durante meses sobre la inseguridad en la capital, cada que vas a tomar un taxi preguntas si serás el siguiente en la primera plana de los periódicos amarillistas de la mañana.
Ayer era tarde. Había quedado con BEF de estar a las 7.30 en la Cineteca Nacional. Sí, lo reconozco. Nunca había ido a la Cineteca. Estaba hasta emocionada. Había pensado irme en Metro desde el principio, pero me ganó la comodidad de esperar a que me dieran un ride. Sorpresa. El ride no llegó. Salí poco antes de la siete a la calle, a mojarme y buscar un taxi. Cuando por fin uno se paró, hubo algo que no me gustó. Me alteró la manera en cómo daba sus vueltas, cómo se pasaba los altos. Tuve miedo. Pensaba en otras cosas, trataba de concentrarme. "Si pasa algo, lo golpeo. ¿Y si le hablo a alguien y le doy el número de placa? Mejor le digo que al llegar al Metro Centro Médico me deje bajar y me voy en metro desde ahí".
Timbró su teléfono celular. Hablaba con su esposa. Al colgar, se volteó y me dijo: "Disculpe, pero la voy a tener que dejar aquí. Es que tengo que ir por mi esposa". Me dejó en la entrada del metro Centro Médico, como colmo de las coincidencias. Bajé y ví como se iba el carro en lo que pasaba por las puertas. Cuando llegó el siguiente convoy, me subí. A los dos minutos, el metro se paró a la mitad del túnel. Y estuvo parado durante diez minutos. Demás está decir que cuando llegué a la estación más cercana de la Cineteca - Coyoacán - ya eran las 7.30. Y todavía tenía que caminar.
Al salir del metro, seguía lloviendo. Sentí frío. Miré con lástima mis botas recién boleadas... de enorme tacón. Comencé a caminar. Sabía que era más o menos por ahí, pero no estaba segura. Seis cuadras después, calada de agua, con los pies adoloridos, llegué a Cuauhtémoc. Me quedé unos cuantos segundos parada, pensando hacia dónde caminar. Me decidí por mi derecha y eventualmente llegué. Lo triste fue que no pude entrar al cine, porque la película que queríamos ver era "estrictamente con invitación". Lo bueno fue que ahí estaba BEF, y verlo es reconfortante como tomarse un chocolate caliente.
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