Turbas inteligentes
La única convocatoria "a la acción colectiva" que me ha llegado por Internet estaba relacionada con la guerra contra Irak. Una colectiva de artistas en todo el mundo buscaba pintar las fuentes de las ciudades de rojo, para que las autoridades se dieran cuenta de la negativa del "pueblo" frente a la guerra de las "naciones".
Supe que pintaron la Diana. Con algo rojo. Sabrá dios qué. Y que en la mañana, después del susto, vaciaron la fuente inmediatamente y pusieron a cinco tipos a tallarla con fuerza, hasta que quedó más limpia de lo que estaba originalmente. La verdad es que a mí el asunto me parecía un poco necio: mientras Fox sudaba frío por no cuadrarse con Bush y dar gusto a los anti-belicistas en nuestro país y en el resto del mundo, seguíamos haciendo protestas inútiles que más bien parecían la oportunidad perfecta para que gandallitas como los que comenzaron - y continuaron - con la huelga en la UNAM hicieran actos de vandalismo puro y golpearan antimotines a diestra y siniestra.
En fin.
Hoy me enteré que al parecer hay todo un grupo de gente en Estados Unidos reinventando los happenings y los performances (todo junto y nuevamente mezclado). Quizá en México sería más fácil hacerlo. Tenemos cientos de manifestaciones todos los días, en todos los puntos del país, de todas las naturalezas. No creo que sea difícil organizar un desfile de hombres y mujeres vestidos de osos panda por el Bosque de Chapultepec, que lleguen a ofrecer flores a las jaulas del Zoológico, como si se tratara de un ritual religioso.
Sin embargo, aunque no es difícil juntar personas con ningún propósito aparente, nos harían falta dos cosas: asombro y algo con que atraerlos. Tendríamos que tener algo así como "las camisetas de las turbas inteligentes" o algo que invite a la gente a seguir nuestra propuesta. Vaya, aunque sea un concierto de un ex-Academio o algo similar. Y realmente los disfraces tendrían que ser muy buenos para que los traseúntes se sorprendieran lo suficiente.
La diferencia que tenemos con Nueva York - entre muchas otras - es que nosotros vivimos sumidos en el kitsch. Y quien no lo crea, que me explique cómo es posible que haya productores de hortalizas que se apoderan del Zócalo para regalar sus productos como protesta por el mal funcionamiento de las cadenas de distribución más ortodoxas.
El absurdo cotiadiano... quizá eso sea lo que nos mantiene a los que vivimos en el DF aquí: la posibilidad de encontrar una sorpresa a la vuelta de cada esquina.
Buena semana.
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