La absurda búsqueda del respeto y los quince años de olvido
Algunas veces me pregunto sinceramente cuánta de la gente que lee o escribe mucho lo hace en algún momento más por reconocimiento que por placer. Me queda claro que detrás de las letras se pueden esconder egos inmensos, que de otra manera serían incapaces de existir con el aire. Además, se trata de egos particularmente geniales, que disertan y disertan y disertan y están dispuestos a que su trabajo se ponga en entredicho.
Pero me pregunto qué tanto es pose. Constantemente he oído a la gente descalificar - es más, con seguridad yo misma lo he hecho - a artistas plásticos porque son incapaces de expresarse y ya no digamos escribir correctamente. Lo interesante es que muchos de estos descalificadores son prácticamente incapaces de tomar un crayón de pastel o un pincel y lograr algo que muestre cualquier cosa que no sea caos. ¿Por qué, de dónde sale la idea de que TODOS LOS DEMÁS tienen que ser hombres del renacimiento pero yo puedo ser bueno limitándome a resolver lo mío?
Quién sabe.
Lo cierto es que se supone que este post no iba para allá, sino a hacer una pequeña apología de mi misma. Me considero una mujer inteligente. Hace algunos años incluso, brillante. Desgraciadamente, parece que parte de lo que me hacía ser muy brillante era serlo a una corta edad. Ahora no se espera de mi que sea brillante, sino inalcanzable. Pero a estas alturas me cansa jugar a las adivinanzas intelectualoides que se estilan.
Lo peor de todo es que tengo esta sensación de que estoy entrando inexorablemente a mis quince años de olvido. Mi teoría es que todas las mujeres entramos a una etapa de aproximadamente 15 años - midtwenties-forties - en el cual no se espera demasiado de nos. Es decir, si tienes lo que se necesita para ser "una profesionista exitosa", "una buena madre de familia", o cualquier otra etiqueta cómoda y sexista, ya te instalaste ahí. Ya demostraste que tienes capacidad y que vas a hacerlo.
Vaya, después de los 25 años, como que nada es sorprendente. Si eres gerente en sabediosdónde, si te embarazas sin casarte, si te mudas a otra ciudad, si escribes un libro, si aprendes a cantar ópera, si decides que la vida es una mierda, a nadie le sorprende. Total, estás en los años en los que puedes hacer todo. Obviamente, este olvido no quita que seas minuciosamente viboreada por las personas que están alrededor: puedes hacerlo todo, pero seguramente lo estás haciendo mal.
A los 40 años es el momento de hacer como la evaluación. Y entonces sí, cualquier cosa extraordinaria sobresale. Aunque sea tu extraordinaria mediocridad.
No dejo de pensar por ejemplo en que Demi Moore o Madonna eran en su ramo mujeres extraordinarias y lo fueron durante todos y cada uno de los años que duraron en sus 30. ¿Por qué es que hasta que cumplen cuarenta vuelven a ser el absoluto modelo a seguir?
Obviamente el asunto este de los quince años de olvido tiene huecos - la excepción hace la regla - y también cambios de acuerdo a tu estilo de vida. Pensemos por ejemplo en Drew Barrymore (siguiendo con las infaltables actrices de Hollywood): la pobre mujer ha vivido intermitentemente en el olvido, con algunos muy honrosos momentos de gloria. Otra que me llama la atención es Isabella Rosellini: años y años fue la hermosísima cara de Lancome sin que nadie tuviera ningún problema al respecto. Ni tampoco hiciera gran alharaca por ello. El día que la mujer cumplió cuarenta y pico y algún ejecutivo decidió que ya no era lo suficientemente cool, perdió ese puesto que parecía se le iba a quedar de por vida. ?Qué pasó entonces? Los reflectores de nuevo.
Por su parte, Britney Spears goza (??) de un episodio diferente: la chica material que quiso hacer suya la primera década del siglo XX está cayendo. Rápido. Estrepitosamente. Con la misma velocidad con la que caen sus prendas de vestir, su absurdísima (y súper sexy) virginidad y sus sencillos en la lista de popularidad. Quizá también exista algo de justicia poética en esto: si te quieres quemar en tres años el total del éxito que te destina Andy Warhol - que creo yo debe tener un lugar especial en el cielo definiendo el tiempo de fama que le toca a cada persona - pues es tu rollo. Sobre todo si no tienes más que un cuerpo espectacular que lucir. (Perdón por la misoginia, pero por ejemplo, ver a Lyn May es realmente vergonzoso y deprimente).
El punto es que debería de dejar de angustiarme porque ya no se me considera tan superior intelectualmente en ciertas esferas. Será también que - la verdad de las cosas - en los últimos meses me he dedicado a la contemplación y no tanto a la crítica y a la acción. Quizá a eso se deban los quince años de olvido: a los descansos que la gente se da para darse cuenta de lo valioso que es, de lo valioso que está a su lado.
Estoy en un letargo de ojos abiertos y ventanas claras, de angustias pasajeras y dramones inútiles. Tengo como la adolescencia tardía. Y, por supuesto, me pongo tan absolutamente insoportable como cualquier adolescente. Gris. Gris. Gris.
Buena cosa esta de la ventana. Empieza a llover y, gracias a que no veo la calle, puedo recordar más claro la danza de los árboles en las calles de mi adorada Guadalajara.
A trabajar. Proyecto nuevo.
¡Ah! Y un lector nuevo - (tengo ahora esa insana satisfacción de que alguien más lee y se ríe y le importa...). Todos le damos la más cordial bienvenida a DDomene, maestro del arte de la programación y la convivencia cotidiana con los texanos tecnológicos. El todavía no tiene blog... pero ya comenzaremos a enchinchar para que lo haga.
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