Nunca tuve buenas amigas mujeres. Puedo contarlas con las manos, y cada una asociada con diversos momentos de mi vida. Sobre todo, nunca tuve buenas amigas entre aquellas que tocaría que fueran "mis amigas". Mis compañeras de clase, por ejemplo. O mis primas. Dios mío. Las discusiones con mis primas. De hermanas no hablemos, porque no hay. Simplemente me costaba. Era esa freaky indeseable a la que nadie quería.
Hoy, cenando con L, me acordé lo afortunada que soy. Al llegar a Barcelona, de pronto, me surgieron dos hermanas (una ya conocida y otra nueva, nuevecita, enviada directa del DF para mí) y un montón de amigas cercanas que se han dedicado a hacer mi vida cálida, llena de detalles, de escuchas, de cómplices. Eso que yo no había tenido. Eso que quería tener. Eso.
Entonces, que se queden allá aquellas que se dicen mis amigas y se dedican a inventarse complicadísimas historias de intrigas internacionales para justificar mis elecciones de vida. Qué bueno, qué dicha - dirían mis queridas ticas - que las que están aquí me quieren. Porque yo las quiero tanto.
(Hum. Estoy cursi. Quizá es culpa del Merlot).
10.6.08
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3 comentarios:
Joooo... yo también quiero ¿daré alguna vez dicho salto de la soledad friky a la banda?
Ah... yo tengo también las mujeres de mi vida. :)
Tienes razón. A veces por nuestra vida pasan personas que son nuestras inseparables durante algún tiempo determinado y luego, por diferentes causas se esfuman. Las que permanecen a lo largo de tu vida, con las que puedes contar,las que no te critican o quieren imitar todo el tiempo,las que están ahí cuando necesitas a alguien con quien hablar, ésas son las que se aprecian, las que quieres... yo creo que tengo una, aunque nuestros caminos se han bifurcado tanto y ella está ahora en una racha tan exitosa donde todo a su alrededor son moscardones piropeandola, que ya no sé.
En fin, un brindis por las amigas.
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