Trabajo en una oficina más o menos pequeña. Me quejo, pero en realidad la tendencia es que sea un buen lugar, sobre todo por su gente. Hoy, se anunció la liquidación de varios - bastantes - de ellos.
Siento un nudito en la garganta, pero sé que irán a mejores lugares, propios para su desarrollo y crecimiento. Les deseo lo mejor... de corazón.
30.6.04
29.6.04
Pesadillas
El viernes salí de mi oficina tensa, cansada, queriendo volar hacia casa donde el Duque languidecía víctima de una gastritis marca chamuco. Cuando por fin me subí en un taxi, quejándome de mi dolor de espalda, comenzó a llover. Y llovió. Y llovió. Y siguió lloviendo.
Entre inundaciones y tráfico normal, me hice la friolera de dos horas y media para llegar a casa. Platiqué con el taxista, me tendí en la parte de atrás de su tsuru para tratar de mitigar el dolor y hasta que el señor no decidió meterse en sentido contrario en una callecita, fue imposible llegar.
En casa, el dolor de espalda me hizo llorar. El Duque no sabía si atender a las caricaturas en la televisión o a la llorona que no podía siquiera estar acostada. Intenté dormir. Ví una película. A las once me fuí a la cama. Y entonces comenzaron las pesadillas.
Primero recuerdo caer por un hoyo negro y despertar. En realidad, no fue tan grave. Lo grave fue que no podía volver a conciliar el sueño. Cuando lo logré, me encontré corriendo. Escapaba de algo, sin saber de qué. Giré mi cabeza, y una enorme galleta estilo Chips Ahoy me perseguía por un bosque, gritando, acercándose cada vez más... hasta que tropecé. Y me desperté. Junto a mi nariz, la mano del Duque lo delataba. Estuvo comiendo galletas.
El dolor de la espalda era insoportable. Me partía. Moviéndome constantemente lo único que lograba era despertar al Duque una y otra vez. Desperté. Tomé una de las cobijas y me fuí a la otra habitación a dormir en el futón. A pesar del dolor logré acomodarme. Me dormí. Estaba en un cuarto obscuro, en tonos muy fríos, como árticos. Cansada, apenas lograba mantener los ojos abiertos. Pero escribía. Sin tregua, sin fin, en una máquina de escribir viejita. Era un inmenso tratado sobre cómo el dolor de espalda se convierte en dolor de cabeza. Eventualmente dejé de escribir y cerré los ojos. Supongo que en ese momento lo llevé a editar o algo así. El asunto es que todo terminó cuando comencé a regalar copias autografiadas de mi sesudo texto.
Otra vez la noche. Lo peor del insomnio - y del dolor - es lo lentas que pasan las horas en las que uno debería descansar. Caí dormida una vez más. Sentada en un jardín, platiqué durante horas con David Kimura (socio de mi querido BEF) sobre las implicaciones del dolor del espalda en la cultura japonesa. No recuerdo qué dijimos.
Me desperté y eran las ocho de la mañana. Caminé hasta mi cama y me acurruqué - lo posible, porque no me podía mover - junto al Duque hasta las 9:30. Después comencé a recorrer el departamento como alma en pena. El dolor no cesaba ni parada, ni sentada, ni acostada...
Entre inundaciones y tráfico normal, me hice la friolera de dos horas y media para llegar a casa. Platiqué con el taxista, me tendí en la parte de atrás de su tsuru para tratar de mitigar el dolor y hasta que el señor no decidió meterse en sentido contrario en una callecita, fue imposible llegar.
En casa, el dolor de espalda me hizo llorar. El Duque no sabía si atender a las caricaturas en la televisión o a la llorona que no podía siquiera estar acostada. Intenté dormir. Ví una película. A las once me fuí a la cama. Y entonces comenzaron las pesadillas.
Primero recuerdo caer por un hoyo negro y despertar. En realidad, no fue tan grave. Lo grave fue que no podía volver a conciliar el sueño. Cuando lo logré, me encontré corriendo. Escapaba de algo, sin saber de qué. Giré mi cabeza, y una enorme galleta estilo Chips Ahoy me perseguía por un bosque, gritando, acercándose cada vez más... hasta que tropecé. Y me desperté. Junto a mi nariz, la mano del Duque lo delataba. Estuvo comiendo galletas.
El dolor de la espalda era insoportable. Me partía. Moviéndome constantemente lo único que lograba era despertar al Duque una y otra vez. Desperté. Tomé una de las cobijas y me fuí a la otra habitación a dormir en el futón. A pesar del dolor logré acomodarme. Me dormí. Estaba en un cuarto obscuro, en tonos muy fríos, como árticos. Cansada, apenas lograba mantener los ojos abiertos. Pero escribía. Sin tregua, sin fin, en una máquina de escribir viejita. Era un inmenso tratado sobre cómo el dolor de espalda se convierte en dolor de cabeza. Eventualmente dejé de escribir y cerré los ojos. Supongo que en ese momento lo llevé a editar o algo así. El asunto es que todo terminó cuando comencé a regalar copias autografiadas de mi sesudo texto.
Otra vez la noche. Lo peor del insomnio - y del dolor - es lo lentas que pasan las horas en las que uno debería descansar. Caí dormida una vez más. Sentada en un jardín, platiqué durante horas con David Kimura (socio de mi querido BEF) sobre las implicaciones del dolor del espalda en la cultura japonesa. No recuerdo qué dijimos.
Me desperté y eran las ocho de la mañana. Caminé hasta mi cama y me acurruqué - lo posible, porque no me podía mover - junto al Duque hasta las 9:30. Después comencé a recorrer el departamento como alma en pena. El dolor no cesaba ni parada, ni sentada, ni acostada...
23.6.04
Las razones del miedo
Yo lo decidí.
Yo quise venir a vivir al DF, a pesar de lo que decían.
Quise venir a encontrar un trabajo mejor, una vida mejor.
Y vine. Vine con miedo. Con un miedo que crece todos los días y en los lugares más insospechados.
Sé que cientos de mujeres como yo sólo se sienten seguras cuando echan dos vueltas de llave a su casa. Y aún así dormimos pendientes de los ruidos, de lo que hay afuera.
La muerte de Liz me es cercana aunque no la conozca porque yo, como ella, todos los días tomo taxis. Porque, aunque yo no sepa de grandes conspiraciones financieras en el gobierno, voy descubriendo poco a poco algunas mañas terribles de los medios. Porque yo tampoco soy la más hermosa, simplemente a veces sonrío bonito. Y lo que le pasó a ella también me podría pasar a mí.
Creo que el ponerle encima la historia del fraude que supuestamente descubrió hace que el crimen contra Liz sea más turbio, pero menos general, menos cercano. En esta ciudad no necesitas descubrir un fraude para que te maten, así como tampoco necesitas traer un BMW para que te secuestren. ¿Cuántos secuestros exprés, cuantas carteras robadas en el metro, cuántas?
Yo siempre he pensado que las marchas son inútiles. De hecho, sufro interminablemente cada que hay una cerca de mi oficina porque no me permiten salir o me cambian mi día. Pero esta vez, creo que es por no quedarse callado. Creo que tenemos que salir a marchar el domingo. Porque me gusta creer que estoy haciendo algo más que rezar para que a mí no me pase lo mismo.
Yo quise venir a vivir al DF, a pesar de lo que decían.
Quise venir a encontrar un trabajo mejor, una vida mejor.
Y vine. Vine con miedo. Con un miedo que crece todos los días y en los lugares más insospechados.
Sé que cientos de mujeres como yo sólo se sienten seguras cuando echan dos vueltas de llave a su casa. Y aún así dormimos pendientes de los ruidos, de lo que hay afuera.
La muerte de Liz me es cercana aunque no la conozca porque yo, como ella, todos los días tomo taxis. Porque, aunque yo no sepa de grandes conspiraciones financieras en el gobierno, voy descubriendo poco a poco algunas mañas terribles de los medios. Porque yo tampoco soy la más hermosa, simplemente a veces sonrío bonito. Y lo que le pasó a ella también me podría pasar a mí.
Creo que el ponerle encima la historia del fraude que supuestamente descubrió hace que el crimen contra Liz sea más turbio, pero menos general, menos cercano. En esta ciudad no necesitas descubrir un fraude para que te maten, así como tampoco necesitas traer un BMW para que te secuestren. ¿Cuántos secuestros exprés, cuantas carteras robadas en el metro, cuántas?
Yo siempre he pensado que las marchas son inútiles. De hecho, sufro interminablemente cada que hay una cerca de mi oficina porque no me permiten salir o me cambian mi día. Pero esta vez, creo que es por no quedarse callado. Creo que tenemos que salir a marchar el domingo. Porque me gusta creer que estoy haciendo algo más que rezar para que a mí no me pase lo mismo.
22.6.04
El Príncipe Encantador: ¿metrosexual?
Ayer fuí con el Duque a ver Shrek 2. De verdad, me encantó. Muy simpático, el gato zezeante de Banderas está magnífico y el burro de Derbez me cayó pésimo, igual que el mismo cómico.
Entre los nuevos personajes aparece también el "Príncipe Encantador". Su primera aparición es durante la primera secuencia, como narrador del cuento y después aparece a la entrada del castillo del dragón. Se quita el casco. Se quita la redecilla - ¿la redecilla? - que protege su blonda cabellera y después la agita al aire, cual modelo de Pert Plus.
Durante la película, vemos como al principito lo peina su mamá, cómo se preocupa por el planchado y el color de sus ropas, cómo lo protegen unos guardaespaldas y hasta se vanagloria de utilizar brillo de labios sabor cereza, sin contar por supuesto el supino desprecio que le tiene a Shrek por ser... vaya... un ogro.
Me pregunto: ¿es esto lo que llaman un metrosexual? Porque, por lo menos al parecer, el hombre está enamorado de Fionna... o quiere casarse con ella para su reino. En fin. El famoso príncipe se parece mucho a David Beckhamm. En español, tiene una voz insufrible. No puedo esperar para verlo en inglés con la engolada y hermosa voz de Ruppert Everett. Lástima que no se parezca a él.
Entre los nuevos personajes aparece también el "Príncipe Encantador". Su primera aparición es durante la primera secuencia, como narrador del cuento y después aparece a la entrada del castillo del dragón. Se quita el casco. Se quita la redecilla - ¿la redecilla? - que protege su blonda cabellera y después la agita al aire, cual modelo de Pert Plus.
Durante la película, vemos como al principito lo peina su mamá, cómo se preocupa por el planchado y el color de sus ropas, cómo lo protegen unos guardaespaldas y hasta se vanagloria de utilizar brillo de labios sabor cereza, sin contar por supuesto el supino desprecio que le tiene a Shrek por ser... vaya... un ogro.
Me pregunto: ¿es esto lo que llaman un metrosexual? Porque, por lo menos al parecer, el hombre está enamorado de Fionna... o quiere casarse con ella para su reino. En fin. El famoso príncipe se parece mucho a David Beckhamm. En español, tiene una voz insufrible. No puedo esperar para verlo en inglés con la engolada y hermosa voz de Ruppert Everett. Lástima que no se parezca a él.
Felices noticias de última hora
Ayer, alrededor de las 14 horas, nació en el Hospital Español de la Ciudad de México mi nuevo sobrino más cercano a mi corazón: el jovencísimo André. Aunque no lo hemos visto, sabemos porque conocemos a su hermosa madre, doña Karla, que debe ser un galán. Felicidades, querida amiga. Felicidades porque ya eres una hermosa mamá.
18.6.04
Emociones de viernes
- Perdí una cuenta. Me siento triste, pero sé que fue por algo bueno en el futuro. Voy a extrañar mucho a mi cliente.
- Dice la Universidad Politécnica de Cataluña que también a mi me quieren para que me vaya a estudiar allá. No me puedo borrar la sonrisa de la cara.
- Me voy a Guadalajara. Esta noche, la pasaré muy cerca del Lago con Maga y Verde. Será hermoso.
-...Y de repente, todo comienza a ser tan brillante a pesar de mis preocupaciones de adulto...-
- Dice la Universidad Politécnica de Cataluña que también a mi me quieren para que me vaya a estudiar allá. No me puedo borrar la sonrisa de la cara.
- Me voy a Guadalajara. Esta noche, la pasaré muy cerca del Lago con Maga y Verde. Será hermoso.
-...Y de repente, todo comienza a ser tan brillante a pesar de mis preocupaciones de adulto...-
17.6.04
Pequeña declaración de principios (en negativo)
No soy saco de arena
No soy barrera de contención
No soy carril para autos sin frenos
No soy la almohada para gritar frustraciones
No soy un sitcom que distrae la angustia del día
No soy una planta de plástico que se sostiene a pesar de la falta de agua
No soy el tercero en la mesa que pasa la sal entre los dos enojados
No soy capataz para decir paso a paso lo que se tiene que hacer
No quiero. No me gusta. No.
No soy barrera de contención
No soy carril para autos sin frenos
No soy la almohada para gritar frustraciones
No soy un sitcom que distrae la angustia del día
No soy una planta de plástico que se sostiene a pesar de la falta de agua
No soy el tercero en la mesa que pasa la sal entre los dos enojados
No soy capataz para decir paso a paso lo que se tiene que hacer
No quiero. No me gusta. No.
Música para una ciudad lluviosa
Hoy en la mañana, de camino hacia el trabajo, tuve mi examen de David Brubeck. Llovia. Se nos había hecho especialmente tarde. El Duque puso un disco que es una joyita, "Dave digs in Disney", que hizo Brubeck después de ir a visitar Disneylandia con sus hijos. Parecía como si las gotas de lluvia que caían sobre el parabrisas y el mismo limpiador se pusieran de acuerdo para seguir el ritmo.
"Escucha con cuidado... escucha el sonido de la batería y el bajo. ¿Qué ritmo encuentras?", decía el Duque. Yo escuchaba. "Es un vals". "¡Correcto!", me dijo. "Ahora dime, ¿qué es lo que hizo famoso a Brubeck?". Yo mastiqué un poco más lento mi desayuno. A veces odio que me haga esas preguntas porque no sé exactamente qué es lo que quiere que le responda. "¿Será Toma Cinco?". Como tenía un bocado de bagel en la boca, no me respondió de inmediato, pero ví en su cara que no era la respuesta que esperaba. "Hummm" - me aventuré otra vez - "¿será acaso el asunto este de los cuartos y los tiempos y todo eso...?". Pasó el bocado de bagel y sonrió. "Exactamente. Toma Cinco está en cuatro quintos (¿o me dijo cinco cuartos?)".
El disco vale la pena porque es la personalísima interpretación de Brubeck de las canciones clásicas de Disney, del parque y de las películas. El disco salió por primera vez a la venta en 1957 y ahora se vende una versión remasterizada bastante buena, editada por Sony. Y definitivamente, sirve como fondo para un día lluvioso.
"Escucha con cuidado... escucha el sonido de la batería y el bajo. ¿Qué ritmo encuentras?", decía el Duque. Yo escuchaba. "Es un vals". "¡Correcto!", me dijo. "Ahora dime, ¿qué es lo que hizo famoso a Brubeck?". Yo mastiqué un poco más lento mi desayuno. A veces odio que me haga esas preguntas porque no sé exactamente qué es lo que quiere que le responda. "¿Será Toma Cinco?". Como tenía un bocado de bagel en la boca, no me respondió de inmediato, pero ví en su cara que no era la respuesta que esperaba. "Hummm" - me aventuré otra vez - "¿será acaso el asunto este de los cuartos y los tiempos y todo eso...?". Pasó el bocado de bagel y sonrió. "Exactamente. Toma Cinco está en cuatro quintos (¿o me dijo cinco cuartos?)".
El disco vale la pena porque es la personalísima interpretación de Brubeck de las canciones clásicas de Disney, del parque y de las películas. El disco salió por primera vez a la venta en 1957 y ahora se vende una versión remasterizada bastante buena, editada por Sony. Y definitivamente, sirve como fondo para un día lluvioso.
16.6.04
Novedades del día
No es que yo lo haya leído, ni nada... en un día como hoy, 16 de junio, pero de hace cien años, 1904, se desarrolla el Ulysses de James Joyce.
Hoy avisaron que los carteles de todo el país ofrecen una recompensa de dos millones de dólares por la cabeza de Macedo de la Concha.
Estoy trabajando en una crónica conjunta sobre el paso del fuego olímpico por el sacrosanto DF. Ya lo veremos.
Hay cucarachas en mi oficina. Muchas. Estamos, dicen, infestados. ¿Se les ocurre una manera - después de las obras en Reforma, las manifestaciones y el intermitente aire acondicionado - en la que esto podría ser peor?
Pero alguien ya está buscando por mí un departamento en Barcelona. Nada en concreto aún, pero la promesa es brillante.
Hoy avisaron que los carteles de todo el país ofrecen una recompensa de dos millones de dólares por la cabeza de Macedo de la Concha.
Estoy trabajando en una crónica conjunta sobre el paso del fuego olímpico por el sacrosanto DF. Ya lo veremos.
Hay cucarachas en mi oficina. Muchas. Estamos, dicen, infestados. ¿Se les ocurre una manera - después de las obras en Reforma, las manifestaciones y el intermitente aire acondicionado - en la que esto podría ser peor?
Pero alguien ya está buscando por mí un departamento en Barcelona. Nada en concreto aún, pero la promesa es brillante.
15.6.04
Lo que sigue
Tengo vértigo. La sensación de que el ir y venir de mensajes a España es absolutamente irreal. De pronto, salgo a la calle y la ciudad me parece más luminosa. Me acuerdo que no pertenezco aquí, que soy una turista solamente. Que puedo escuchar narcocorridos en un camión a las ocho de la mañana pero no estoy predestinada a que esto siga así para siempre. Que hay algo más detrás de esta computadora, de los correos contestando reclamos, de las tablas nutrimentales de la leche de sabor.
Anoché descubrí que mi estómago todavía siente mariposas y que no he olvidado cómo se escribe la poesía. Anoche descubrí que seguimos haciendo travesuras todos los días, siempre que no me comprometa con mi adultez. Fuí tan feliz cuando me describieron hermosa porque soy tan feliz.
Gracias.
Anoché descubrí que mi estómago todavía siente mariposas y que no he olvidado cómo se escribe la poesía. Anoche descubrí que seguimos haciendo travesuras todos los días, siempre que no me comprometa con mi adultez. Fuí tan feliz cuando me describieron hermosa porque soy tan feliz.
Gracias.
Nuevos links
Hoy se inauguran en esta página - cuánta actividad - dos ligas de personas importantes y queridas. Primero, la del amadísimo primo postizo Verde quien nos narra sus aventuras desde el hermoso tapatilandia. Por otro lado, y sin permiso, presentamos el blog de Fiesquito, quien va cada día mejor.
Y ya.
Y ya.
De vuelta a las andadas
Hoy felizmente me dí cuenta que una revista cultural electrónica de Guadalajara -Punto G- publicó una crónica de su servilleta. Por favor, no dejen de visitar la liga y, en la edición de Julio de 2004, la sección "La Vuelta al Mundo".
14.6.04
Sin más palabras
No se olvida
porque sé que detrás de tus ojos me esperarán los muelles de una íntima partida
llenos de las hojas de otoño que guardamos sin saber para qué
esas que nos descubrimos tatuadas en las manos el día que nos conocimos
No se olvida
porque recuerdo sin haberlo visto
que al final de la fiesta y los ligeros abrazos estarán tus ojos
el paseo interminable de nuestros susurros
la paciencia de tus cabellos enredados, colgados de mi sonrisa.
* * * * *
Para mis amigos queridos que eligieron una fecha de cábala. Porque los quiero. Porque no puedo evitar emocionarme.
porque sé que detrás de tus ojos me esperarán los muelles de una íntima partida
llenos de las hojas de otoño que guardamos sin saber para qué
esas que nos descubrimos tatuadas en las manos el día que nos conocimos
No se olvida
porque recuerdo sin haberlo visto
que al final de la fiesta y los ligeros abrazos estarán tus ojos
el paseo interminable de nuestros susurros
la paciencia de tus cabellos enredados, colgados de mi sonrisa.
* * * * *
Para mis amigos queridos que eligieron una fecha de cábala. Porque los quiero. Porque no puedo evitar emocionarme.
Últimas noticias
Después de todas las cartas de negativa para mí, llegó una positiva para el Duque. Una universidad catalana lo quiere allá, pronto. ¿Qué sucederá?
(... mariposas en el estómago...)
(... mariposas en el estómago...)
Aprendiendo de los romanos
Eran apenas las 6:55 de la mañana. El Duque y yo ya llevábamos 15 minutos en el auto, en dirección a nuestros sacrosantos trabajos al otro lado de la Ciudad. Al tomar Insurgentes, la vimos por primera vez: una inmensa madrina cargando una docena de autos Nissan. Era hasta cómico cómo se desplazaba en medio de los autos conducidos por locos tempraneros de lunes: medio dormidos y hastiados del comienzo de otra semana.
Tuvimos la dudosa suerte de ir detrás o al lado de la madrina un buen rato. Yo miraba con franca desconfianza la parte de atrás, donde estaban las últimas camionetas, espantada ante la lógica impecable de que el conductor del vehículo definitivamente no tenía control sobre ellas. Todavía, instalada en la ingenuidad, me atreví a preguntarle al Duque: "Oye... ¿y de quien es responsabilidad que no te pegue la parte de atrás? ¿Tuya o del de la madrina?". El Duque me miró con ojos de mañana y me dijo: "Pues de uno, amor. Uno debe cuidarse".
Me dió un poco de pánico. Y luego me dió la indignación, cuando intentamos dar la vuelta un montón de autos, nosotros y la madrina en Eje 10 y Revolución. ¿Quién carambas lo dejó pasar? ¿Por qué, cual si fuera campesino, cree que tiene derecho a bloquear todos los carriles y hacer que todos los demás lleguen tarde, muy tarde, o simplemente no lleguen?
Y entonces se me ocurrió. No es falta de civismo... bueno, no solamente. Es falta de conocimiento histórico. Cuando paseaba por las calles de Roma con Korinne y el Duque (Nota mental: nunca terminé de contar esa historia), me costaba mucho trabajo imaginarme una ciudad más complicada en términos de tráfico... desde siempre. Nunca en mi vida he visto tantos Smarts juntos, porque simplemente los otros autos no caben.
El punto de todo esto es que durante uno de esos paseos a pie, el Duque Enciclopédico me contó algo que yo no sabía. Hace más de dos mil años, cuando Julio César gobernaba Roma, decidió que simplemente no se podía mezclar el tráfico ya de por si conflictivo de la ciudad con las entregas y los vehículos pesados de entonces. Para solucionarlo, emitió una orden según la cual los vehículos de carga no podían circular de día, para no entorpecer el caótico tráfico diurno de Roma.
Julio César sí murió a manos de una conspiración, by the way. ¿No sería conveniente que, nada más por probar, el Peje intentar hacerle caso a sus soluciones de tránsito - ya no me meto en política - en lugar de construir interminables segundos pisos? Digo, sólo por probar.
Tuvimos la dudosa suerte de ir detrás o al lado de la madrina un buen rato. Yo miraba con franca desconfianza la parte de atrás, donde estaban las últimas camionetas, espantada ante la lógica impecable de que el conductor del vehículo definitivamente no tenía control sobre ellas. Todavía, instalada en la ingenuidad, me atreví a preguntarle al Duque: "Oye... ¿y de quien es responsabilidad que no te pegue la parte de atrás? ¿Tuya o del de la madrina?". El Duque me miró con ojos de mañana y me dijo: "Pues de uno, amor. Uno debe cuidarse".
Me dió un poco de pánico. Y luego me dió la indignación, cuando intentamos dar la vuelta un montón de autos, nosotros y la madrina en Eje 10 y Revolución. ¿Quién carambas lo dejó pasar? ¿Por qué, cual si fuera campesino, cree que tiene derecho a bloquear todos los carriles y hacer que todos los demás lleguen tarde, muy tarde, o simplemente no lleguen?
Y entonces se me ocurrió. No es falta de civismo... bueno, no solamente. Es falta de conocimiento histórico. Cuando paseaba por las calles de Roma con Korinne y el Duque (Nota mental: nunca terminé de contar esa historia), me costaba mucho trabajo imaginarme una ciudad más complicada en términos de tráfico... desde siempre. Nunca en mi vida he visto tantos Smarts juntos, porque simplemente los otros autos no caben.
El punto de todo esto es que durante uno de esos paseos a pie, el Duque Enciclopédico me contó algo que yo no sabía. Hace más de dos mil años, cuando Julio César gobernaba Roma, decidió que simplemente no se podía mezclar el tráfico ya de por si conflictivo de la ciudad con las entregas y los vehículos pesados de entonces. Para solucionarlo, emitió una orden según la cual los vehículos de carga no podían circular de día, para no entorpecer el caótico tráfico diurno de Roma.
Julio César sí murió a manos de una conspiración, by the way. ¿No sería conveniente que, nada más por probar, el Peje intentar hacerle caso a sus soluciones de tránsito - ya no me meto en política - en lugar de construir interminables segundos pisos? Digo, sólo por probar.
¿Te quieres cambiar de casa?
Ayer, a la mitad del camino del departamento, mientras haciamos un recuerdo mental de las 24 horas semanales que invertimos en transportarnos de la casa a la oficina, el Duque me preguntó si quiero cambiarme de casa.
Hay un montón de cosas que me hacen pensar que sí, y otras tantas que no. Descubro con horror que me gusta mi departamento y algo en mi estómago quiere que nos quedemos ahí. Digo con horror porque es como si poco a poco comenzara a acostumbrarme a permanecer en un solo lugar.
Dadas las circunstancias, empiezo hoy con la caza de la nueva casa - válgame la rima. Si alguien tiene sugerencias o un trabajo en el extranjero que podamos tomar pronto, serán muy bienvenidos.
Hay un montón de cosas que me hacen pensar que sí, y otras tantas que no. Descubro con horror que me gusta mi departamento y algo en mi estómago quiere que nos quedemos ahí. Digo con horror porque es como si poco a poco comenzara a acostumbrarme a permanecer en un solo lugar.
Dadas las circunstancias, empiezo hoy con la caza de la nueva casa - válgame la rima. Si alguien tiene sugerencias o un trabajo en el extranjero que podamos tomar pronto, serán muy bienvenidos.
Azul, pintado de azul
Es una lástima que, a diferencia de Benjamín, yo no pueda utilizar el fotoblogging. Por alguna razón técnica - sospecho seriamente del firewall de mi oficina - me ha sido imposible comenzar a trabajar con imágenes.
Toda esta diatriba previa llega para avisar que, a partir del viernes, no más Ana Cinthya con el cabello rojoso. Para bien de mis recuerdos, mi cabello hoy luce un magnífico negro azuloso. Y son de esas pequeñas cosas que lo hacen a uno taaaan feliz.
Toda esta diatriba previa llega para avisar que, a partir del viernes, no más Ana Cinthya con el cabello rojoso. Para bien de mis recuerdos, mi cabello hoy luce un magnífico negro azuloso. Y son de esas pequeñas cosas que lo hacen a uno taaaan feliz.
10.6.04
Una historia de éxito y rocanrol
Alfredo, hermano de mi querido BEF, acaba de comenzar su propio y único blog. Está magnífico. Es realmente recomendable. Por favor, si pueden, visítenlo. Es un honor para mí poner una liga al
Diario de un Rockero.
Diario de un Rockero.
Sobre los talleres
Mientras acababa de secarme y dejaba de temblar, BEF y yo nos tomamos un café. Le mostré la novela primigenia. Y me preguntó porqué estaba tan insegura de ella. Le dije que probablemente era una herencia de todos los talleres por los que había pasado, en donde me había quedado con la sensación de que nada que no fuera "la gran nueva voz del siglo XXI" valía la pena.
Entonces, BEF me contó algo que le decía un amigo suyo, muy querido, un hombre mayor que también escribe. "Los talleres sirven para una sola cosa. Escribes un cuento, lo llevas la primera vez y todo mundo te crítica y te dice minuciosamente cómo eres una mierda. La segunda vez vuelves a llevar un texto. Lo lees. Dejas a todo el mundo que te diga que eres una mierda. Cuando terminen te levantes y dices. "Pues este texto, que ustedes dicen que es una mierda, es un cuento de Hemingway. Entonces, lo que ustedes quieren, es joder".
Fin de la historia.
Yo creo que los mejores talleres sirven para hacer un poquito mejor lo que escribimos. Son los ojos de un amigo cercano que tiene los tamaños de decirte: "esto es una mierda porque no se entiende", "tienes mal puestos los tiempos", "no hace sentido por X, Z o Y".
Es bonito hacer ejercicios de escritura para soltar la mano. Tratar de cambiar de sexos de personajes, de tiempos, de narrador. Son ejercicios para aprender a utilizar tus herramientas. Pero si no eres capaz de corregirlos, de ver qué es lo que OBJETIVAMENTE esta mal (rimas internas, faltas de ortografía, etc), entonces no te sirven de nada.
Creo que no porque perenganito que tiene diez libros escritos y hasta un Nobel escribe con faltas de ortografía, yo también tengo que hacerlo. Es una cuestión de disciplina personal. Y, desde mi humilde y amargosita opinión, no hay nada más triste que alguien que se diga "escritor" y no sepa respetar las normas que se imponen en el idioma que escribe... así sean escribir inglés fonético cuando busca el spanglish.
Y bueno. Esa es la dosis de amargura del día de hoy.
Entonces, BEF me contó algo que le decía un amigo suyo, muy querido, un hombre mayor que también escribe. "Los talleres sirven para una sola cosa. Escribes un cuento, lo llevas la primera vez y todo mundo te crítica y te dice minuciosamente cómo eres una mierda. La segunda vez vuelves a llevar un texto. Lo lees. Dejas a todo el mundo que te diga que eres una mierda. Cuando terminen te levantes y dices. "Pues este texto, que ustedes dicen que es una mierda, es un cuento de Hemingway. Entonces, lo que ustedes quieren, es joder".
Fin de la historia.
Yo creo que los mejores talleres sirven para hacer un poquito mejor lo que escribimos. Son los ojos de un amigo cercano que tiene los tamaños de decirte: "esto es una mierda porque no se entiende", "tienes mal puestos los tiempos", "no hace sentido por X, Z o Y".
Es bonito hacer ejercicios de escritura para soltar la mano. Tratar de cambiar de sexos de personajes, de tiempos, de narrador. Son ejercicios para aprender a utilizar tus herramientas. Pero si no eres capaz de corregirlos, de ver qué es lo que OBJETIVAMENTE esta mal (rimas internas, faltas de ortografía, etc), entonces no te sirven de nada.
Creo que no porque perenganito que tiene diez libros escritos y hasta un Nobel escribe con faltas de ortografía, yo también tengo que hacerlo. Es una cuestión de disciplina personal. Y, desde mi humilde y amargosita opinión, no hay nada más triste que alguien que se diga "escritor" y no sepa respetar las normas que se imponen en el idioma que escribe... así sean escribir inglés fonético cuando busca el spanglish.
Y bueno. Esa es la dosis de amargura del día de hoy.
Periplo para llegar a la Cineteca
Uno no puede evitar sentirse nervioso de vez en cuando. Después de escuchar durante meses sobre la inseguridad en la capital, cada que vas a tomar un taxi preguntas si serás el siguiente en la primera plana de los periódicos amarillistas de la mañana.
Ayer era tarde. Había quedado con BEF de estar a las 7.30 en la Cineteca Nacional. Sí, lo reconozco. Nunca había ido a la Cineteca. Estaba hasta emocionada. Había pensado irme en Metro desde el principio, pero me ganó la comodidad de esperar a que me dieran un ride. Sorpresa. El ride no llegó. Salí poco antes de la siete a la calle, a mojarme y buscar un taxi. Cuando por fin uno se paró, hubo algo que no me gustó. Me alteró la manera en cómo daba sus vueltas, cómo se pasaba los altos. Tuve miedo. Pensaba en otras cosas, trataba de concentrarme. "Si pasa algo, lo golpeo. ¿Y si le hablo a alguien y le doy el número de placa? Mejor le digo que al llegar al Metro Centro Médico me deje bajar y me voy en metro desde ahí".
Timbró su teléfono celular. Hablaba con su esposa. Al colgar, se volteó y me dijo: "Disculpe, pero la voy a tener que dejar aquí. Es que tengo que ir por mi esposa". Me dejó en la entrada del metro Centro Médico, como colmo de las coincidencias. Bajé y ví como se iba el carro en lo que pasaba por las puertas. Cuando llegó el siguiente convoy, me subí. A los dos minutos, el metro se paró a la mitad del túnel. Y estuvo parado durante diez minutos. Demás está decir que cuando llegué a la estación más cercana de la Cineteca - Coyoacán - ya eran las 7.30. Y todavía tenía que caminar.
Al salir del metro, seguía lloviendo. Sentí frío. Miré con lástima mis botas recién boleadas... de enorme tacón. Comencé a caminar. Sabía que era más o menos por ahí, pero no estaba segura. Seis cuadras después, calada de agua, con los pies adoloridos, llegué a Cuauhtémoc. Me quedé unos cuantos segundos parada, pensando hacia dónde caminar. Me decidí por mi derecha y eventualmente llegué. Lo triste fue que no pude entrar al cine, porque la película que queríamos ver era "estrictamente con invitación". Lo bueno fue que ahí estaba BEF, y verlo es reconfortante como tomarse un chocolate caliente.
Ayer era tarde. Había quedado con BEF de estar a las 7.30 en la Cineteca Nacional. Sí, lo reconozco. Nunca había ido a la Cineteca. Estaba hasta emocionada. Había pensado irme en Metro desde el principio, pero me ganó la comodidad de esperar a que me dieran un ride. Sorpresa. El ride no llegó. Salí poco antes de la siete a la calle, a mojarme y buscar un taxi. Cuando por fin uno se paró, hubo algo que no me gustó. Me alteró la manera en cómo daba sus vueltas, cómo se pasaba los altos. Tuve miedo. Pensaba en otras cosas, trataba de concentrarme. "Si pasa algo, lo golpeo. ¿Y si le hablo a alguien y le doy el número de placa? Mejor le digo que al llegar al Metro Centro Médico me deje bajar y me voy en metro desde ahí".
Timbró su teléfono celular. Hablaba con su esposa. Al colgar, se volteó y me dijo: "Disculpe, pero la voy a tener que dejar aquí. Es que tengo que ir por mi esposa". Me dejó en la entrada del metro Centro Médico, como colmo de las coincidencias. Bajé y ví como se iba el carro en lo que pasaba por las puertas. Cuando llegó el siguiente convoy, me subí. A los dos minutos, el metro se paró a la mitad del túnel. Y estuvo parado durante diez minutos. Demás está decir que cuando llegué a la estación más cercana de la Cineteca - Coyoacán - ya eran las 7.30. Y todavía tenía que caminar.
Al salir del metro, seguía lloviendo. Sentí frío. Miré con lástima mis botas recién boleadas... de enorme tacón. Comencé a caminar. Sabía que era más o menos por ahí, pero no estaba segura. Seis cuadras después, calada de agua, con los pies adoloridos, llegué a Cuauhtémoc. Me quedé unos cuantos segundos parada, pensando hacia dónde caminar. Me decidí por mi derecha y eventualmente llegué. Lo triste fue que no pude entrar al cine, porque la película que queríamos ver era "estrictamente con invitación". Lo bueno fue que ahí estaba BEF, y verlo es reconfortante como tomarse un chocolate caliente.
9.6.04
Poca verguenza
En esta ciudad, hay cosas que uno no se explica. Una de ellas, son las instrucciones equivocadas. En un ejercicio hecho en la oficina la semana pasada, caí en la cuenta de que - horas más, horas menos - cada semana invierto 24 horas de mi tiempo en traslados de mi casa a mi oficina y a mis juntas fuera de la misma.
24 horas. Eso es un día. Y mucha gente lo hace. En mi caso, gracias a las sacrosantas obras en el distribuidor vial, en un muy buen día me hago una hora y quince minutos a mi oficina. Esto en un MUY BUEN DÍA. No quiero ni pensar en caso de accidente lo que puede pasar.
Hoy perdí más de dos horas porque alguien nos dió una dirección equivocada. Nos mandaron de extremo a extremo de la ciudad. En un exceso de distracción o plana estupidez, no lo sé. Pero me parece increíble que alguien se pueda equivocar en esa situación.
Más increíble me parece aún la cantidad de estrés que puede desarrollar alguien en el automóvil. O alrededor de los vehículos automotores.
Una sola vez en mi vida me he sentido realmente capaz de matar a alguien. Un ser al volante de un auto-compacto casi me atropelló en medio de la lluvia. Cuando logré cruzar la calle, ví a lo lejos que llegaban por mí. Agite mis brazos, absolutamente empapada. El Duque se orilló y puso sus direccionales. Y atrás de él, un sujeto en un minibus empezó a empujarle el vehículo, a pitar, y a golpear la defensa. El Duque arrancó y tuvo que dar otra vuelta a la cuadra. Bajo la lluvia, el conductor del minibús todavía se volvió a mirarme. Nunca en mi vida había tenido consciencia de mi odio absoluto. De haber tenido una pistola, se la hubiera descargado encima sin pensar.
Absurdo. Sí. Peligroso. También. Pero lo cierto es que no queremos salir de aquí y seguimos llegando. Todo sea por un trabajo decoroso, afirman algunos. ¿Valdrá la pena?
24 horas. Eso es un día. Y mucha gente lo hace. En mi caso, gracias a las sacrosantas obras en el distribuidor vial, en un muy buen día me hago una hora y quince minutos a mi oficina. Esto en un MUY BUEN DÍA. No quiero ni pensar en caso de accidente lo que puede pasar.
Hoy perdí más de dos horas porque alguien nos dió una dirección equivocada. Nos mandaron de extremo a extremo de la ciudad. En un exceso de distracción o plana estupidez, no lo sé. Pero me parece increíble que alguien se pueda equivocar en esa situación.
Más increíble me parece aún la cantidad de estrés que puede desarrollar alguien en el automóvil. O alrededor de los vehículos automotores.
Una sola vez en mi vida me he sentido realmente capaz de matar a alguien. Un ser al volante de un auto-compacto casi me atropelló en medio de la lluvia. Cuando logré cruzar la calle, ví a lo lejos que llegaban por mí. Agite mis brazos, absolutamente empapada. El Duque se orilló y puso sus direccionales. Y atrás de él, un sujeto en un minibus empezó a empujarle el vehículo, a pitar, y a golpear la defensa. El Duque arrancó y tuvo que dar otra vuelta a la cuadra. Bajo la lluvia, el conductor del minibús todavía se volvió a mirarme. Nunca en mi vida había tenido consciencia de mi odio absoluto. De haber tenido una pistola, se la hubiera descargado encima sin pensar.
Absurdo. Sí. Peligroso. También. Pero lo cierto es que no queremos salir de aquí y seguimos llegando. Todo sea por un trabajo decoroso, afirman algunos. ¿Valdrá la pena?
Encontrando lo perdido
Esta mañana, me levanté con unas ganas insoportables de escuchar "I know it's over" de The Smiths. Extraños augurios. Un poco después, prendí la computadora y me puse a buscar pedazos de mi, de lo que escribía. Encontré el archivo. Encontré la "novela".
Son casi 50 cuartillas. Me sorprendo al darme cuenta de que no es tan mala. Con un poco de ayuda y un mucho de trabajo, puede valer la pena. Creo.
La verdad es que estoy contentita. :)
Son casi 50 cuartillas. Me sorprendo al darme cuenta de que no es tan mala. Con un poco de ayuda y un mucho de trabajo, puede valer la pena. Creo.
La verdad es que estoy contentita. :)
8.6.04
Caprichito
A mí me gustan las primeras I-Book. Las de colores. Me gustan como para trabajar en un café y ser feliz. ¿Alguien me quiere vender una?
7.6.04
Estadísticas
"¿Cuántas veces escribes a la semana?". La pregunta - lo admito - me dolió. Mi primer impulso, de hecho, mi primer respuesta fue "diario". La verdad es que no es diario. Y lo que escribo "diario" no son comentarios, ni crónicas, ni narrativa. Son boletines de prensa. ¿Y mi plan de vida y carrera? Caramba. Creo que en realidad lo que pasa es que no quiero pensar...
4.6.04
Gerardo está libre
BEF me acaba de avisar que Gerardo Sifuentes salió ya libre. Absuelto de todos los cargos. Y sólo puedo parafrasear al mismo BEF "en este país no existirá la justicia, pero sí la solidaridad".
Un abrazo. Un ramo de gardenias. Una lágrima de gusto porque estés fuera. Un beso.
Un abrazo. Un ramo de gardenias. Una lágrima de gusto porque estés fuera. Un beso.
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