Para sorpresa de mucha gente, yo me siento cómoda en las iglesias. Especialmente cómoda. Es como si me sentara en la sala de alguien cercano a mí, a una casa con un silencio delicioso, que me deja pensar un ratito.
Con sus errores y todo, la Iglesia Católica sigue siendo parte de mí. Entiendo cuando la gente va a refugiarse ahí. A buscar paz.
En Boston, la gente se está quedando sin esa "casa extra". Resulta que la arquidiócesis acaba de informar a sus fieles que una quinta parte de sus parroquias en la ciudad van a cerrar. ¿Causa? Problemas económicos derivados por una parte de la falta de quórum y, por otra, de los "arreglos" a los que ha llegado la Iglesia con algunos de los feligreses que han interpuesto demandas por abuso sexual.
No es tan sencillo como cerrar las puertas. Es como demoler casas. Como esas conmovedoras historias cursis que le sirvieron de base a Disney y a no sé qué tantas productoras para hacer películas navideñas. Es tirar pedacitos de historia, de vidas.
Quizá a los jóvenes de Boston no les pueda importar menos. Quizá a los jóvenes de México no les pueda importar menos. Pero hay sufrimiento en cientos de hombres y mujeres mayores que pasaron toda su vida revoloteando alrededor de esas congregaciones, que viven más tranquilos por la conciencia de que el perdón - ergo, el cielo - están casi a la vuelta de la esquina.
Realmente no sé qué tanto tengo que decir al respecto. Me entristece por empatía la historia de la mujer que dice llorando: "Tomé todos mis sacramentos aquí. Aquí fui a la escuela y aquí es donde paso todas las mañanas. Yo estaba segura de que en esta parroquia me iban a enterrar, pero ahora ni siquiera sé en dónde quedarán mis restos".
Quizá sólo sea una manera de recordarle a la Iglesia que, aunque iluminada por Dios, está formada por hombres. Por seres falibles. Y, si lo hacen más complicado para ellos en términos humanos (el celibato, el no castigar a quienes abusan de sus feligreses), también la Iglesia puede recibir serios daños.
"Quisiera que hubiera una manera de mantener abiertas y llenas todas estas casas de hogar y vida. Pero no la hay", dijo el arzobispo Sean P. O'Malley en su conferencia de prensa para anunciar el cierre de 70 iglesias. Sí hay manera, señor. Renovando la fé. Y la conducta de los que se supone son guías de la fe.
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