4.2.10

En suspenso

Salí de casa a las siete de la mañana. Tampoco era necesaria tanta madrugada pero algo extraño en mi había calculado que lograría ir hasta el Laboratorio, hacer fila, que me sacaran la sangre (sin llorar), salir, tomar el metro, bajar frente al gimnasio, caminar y llegar a mi clase de natación de las ocho. Sí, claarooo... mi fe en mis poderes de teletransportación parece permanecer intacta.

Llegué al laboratorio. Hice fila. Esperé paciente devorándome las últimas páginas de las 800 y pico que tiene el libro que estaba leyendo hasta hace unos minutos. Me llamaron varias veces. Me hicieron jurar que mi nombre se escribe así. Pasó una enfermera rubia y malencarada y me pidió que la siguiera.

Qué miedo. Me quité el abrigo y le dije - siempre aviso - que las agujas me dan pánico. A algunas enfermeras les da lo mismo. Otras, como esta, te miran con un poco de sorna. Me acomodé, me pusieron la liguita, me dijo que mirara al otro lado, que cerrara la mano y sentí el pinchazo. Y unos segundos después su voz: "pero respira. Normal. Como si estuvieras haciendo ejercicio".

Me había quedado en suspenso. Como si no quisiera que pasara el tiempo o esperara que pasara rápido. Como cuando pasas por un sitio que huele mal y aguantas la respiración. Como cuando dejas de escribir en el blog, escudándote de todas las cosas que tienes que hacer (y lo poco que quieres reflexionar sobre lo que has hecho o no).

Total que salí del sitio a las 8h10. Mareada, me equivoqué de calle y no encontraba el metro. Ni siquiera atiné a entrar a un café a tomar algo. Me vine a casa, me serví un desayuno de campeones y terminé el libro de Mulisch. Después de dos meses. Por fin.

Y fue como si volviera a respirar. Como si, en muchos sentidos, hubiera que dar dos pasos adelante y seguir por otro lado. En realidad, no está cambiando nada. Soy yo la que se modifica a voluntad.

1 comentario:

pipita dijo...

me gusta como escribis!!!saludos
maria