Mis amigos - como todos los amigos de toda la gente del mundo - tienen frases célebres. Y esta noche una de las mejores creadoras de frases célebres entre mis cercanos dijo una cosa básica: "qué horror que mañana empieza otra vez el mundo".
No sé para mi si empieza mañana. Sé que a las ocho de la mañana tomaré clase de pilates, que tengo que ir al banco y con el abogado, pagar cuentas, diseñar un cuestionario, traducir textos, recomenzar la investigación. Pero comienza a tomar forma aquello que diseñé el año pasado: no tengo que ir a una oficina en particular, no necesito un horario, no comeré comida congelada. La vida es otra.
Afuera llueve. Estoy sentada en la orilla de mi cama, lejos del Sr. ComeGalletas y el Sr. Gato NegroconBlanco que se han vuelto a posicionar entre mis múltiples almohadas para acompañar mi sueño y espantar algunas pesadillas. Me comporto, sí, como una buena chica y no me rasgo las vestiduras. No hay uso alguno en rasgarlas. Con una cierta sensación zen, espero la nieve. Espero la sorpresa de que la lluvia se convierta en lo que no he visto nunca, lo que aún me sorprende.
Podría ser que todavía me pesan los días pre-cumpleaños para reflexionar. Podría ser que estoy un poco resfriada. Podría ser que hay algo colgado de mis oídos que me dice que hay que tomar distancia, té con menta, galletas de chocolate, otro avión.
Otro avión.
Siempre, otro avión.
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