A mí, los personajes históricos que más me gustan son esos a que uno ve como malos-malos-malos y locos-locos-locos. No puedo dejar de preguntarme qué sentirían, que tipo de rabia absurda o felicidad incesante llenaría su cabeza cuando decidieron hacer tal o cual cosa.
Y me imagino a Nerón, en la parte más negra de la leyenda que se le atribuye. Lo imagino planeando el incendio de Roma y la posibilidad de, al paso de las llamas, poder reconstruirla a su antojo. Me gusta pensarlo con su lira, con una hoja a un lado, donde iba haciendo anotaciones de las nuevas cosas que le gustaría poner en su nuevo espacio vacío.
Y pienso en otro antiguo, en Alejandro Magno, y en sus barcos llenos de soldados engarrotados de miedo al llegar a la costa. Lo imagino ordenando con voz serena el desembarco y después la quema de las naves. Casi puedo tocarlo mientras mira el fuego y a sus hombres, que lo observan a su vez entre extasiados y horrorizados. Lo escucho gritar que la única manera de regresar a casa es matando a los enemigos para tomar sus naves - que sólo la victoria garantiza el retorno a las cosas que amamos.
Mi Roma, mis naves, son mucho más pequeñas. Yo, que tengo el síndrome culposo que hace pedirle perdón a todo el mundo por todas las cosas, de pronto me encontré a mano algo para quemar, algo que no tenía ni cucarachas adentro. La única verdad es que me gustaría ahora ver las brazas, o las llamas, de lo que se está quemando. Oler la posibilidad de reconstruir una nueva ciudad a mí gusto. Paladear la certeza de que ya no tengo mi barco para regresar y, o mato a mis enemigos, o me quedo lejos, lejos de casa.
En la certeza del fuego, en las cenizas de lo deseado, en la transfiguración de los sueños, ahí estoy. Con fé. Afortunadamente con fé.
30.1.09
25.1.09
Tornados y fábulas
Quizá fue el viento. El sábado, al levantarte, la ciudad estaba revuelta. Toldos, cortinas, macetas, todo caía dejando hasta muertos a su paso. Un taxi aplastado en la Diagonal. En tu casa, los cristales azotándose contra los marcos de las ventanas. Todo a punto de explotar pero adentro, la relativa calma.
Ese viento fue lo que te hizo pensar en tí. En las cortinas y macetas que han salido corriendo, las cosas que han quedado muertas a su paso. Las posibilidades de futuro que son aplastadas como un auto por una palmera. Siempre, todo como si estuviera a punto de explotar. Pero en ti misma, en tu casa, aparentemente tranquila, la relativa calma. Confiando en la seguridad que te ofrecen las voces. Las mismas que se lleva el vendaval.
Pero es una cuestión de vísceras. De que cuando lo piensas demasiado, comienzas a lagrimear de pura duda. En el estómago, en el riñón (cavidad oculta-piedras), en todos lados, hay un cierto dolor que afirma que las ventanas podrían romperse, que el tornado podría alcanzarte y azotarte contra la pared. No llevarte a Oz, sino al fondo de un sitio que ni siquiera imaginas.
(No, Toto... ya no estamos más en Kansas...)
Y sin embargo, hablas por teléfono, te escudas, te imaginas razones. Construyes barricadas y defiendes tu lógica a golpe de recomendaciones. El vendaval sigue. Y puede parar. Pero sabes que los cimientos de tu casa no aguantarán el próximo. O quizá sí. Pero rechinará cada día más, demostrará que no está lista en cualquier minuto.
Miras la casa. En realidad, no necesitas más razones. Lo dice tu estómago. La decisión está tomada y ahora lo que falta es comunicarla, lanzarte, enfrentarte a esos jueces que según tú son tan críticos, esperan tanto, pueden ser tan crueles... o no...
Y sin embargo... miras por la ventana y piensas que es mejor una casa débil que no tener ninguna. Es cierto que los próximos meses serán primavera y podrías vivir en ese jardín, en esa casa de campaña, desde donde además tendrás más cerca las estrellas... ¿Pero si no encuentras casa para el próximo invierno? ¿Pero si este arrebato de cigarra te deja a merced de las hormigas que se reirán de tí?
Se calma el viento. Guardas los zapatos rojos. Cuentas tus ahorros y ennumeras tus posibilidades. En el fondo, estás harta. En el fondo, ya no quieres seguir más ahí. Y sin embargo el miedo... siempre el miedo...
Ese viento fue lo que te hizo pensar en tí. En las cortinas y macetas que han salido corriendo, las cosas que han quedado muertas a su paso. Las posibilidades de futuro que son aplastadas como un auto por una palmera. Siempre, todo como si estuviera a punto de explotar. Pero en ti misma, en tu casa, aparentemente tranquila, la relativa calma. Confiando en la seguridad que te ofrecen las voces. Las mismas que se lleva el vendaval.
Pero es una cuestión de vísceras. De que cuando lo piensas demasiado, comienzas a lagrimear de pura duda. En el estómago, en el riñón (cavidad oculta-piedras), en todos lados, hay un cierto dolor que afirma que las ventanas podrían romperse, que el tornado podría alcanzarte y azotarte contra la pared. No llevarte a Oz, sino al fondo de un sitio que ni siquiera imaginas.
(No, Toto... ya no estamos más en Kansas...)
Y sin embargo, hablas por teléfono, te escudas, te imaginas razones. Construyes barricadas y defiendes tu lógica a golpe de recomendaciones. El vendaval sigue. Y puede parar. Pero sabes que los cimientos de tu casa no aguantarán el próximo. O quizá sí. Pero rechinará cada día más, demostrará que no está lista en cualquier minuto.
Miras la casa. En realidad, no necesitas más razones. Lo dice tu estómago. La decisión está tomada y ahora lo que falta es comunicarla, lanzarte, enfrentarte a esos jueces que según tú son tan críticos, esperan tanto, pueden ser tan crueles... o no...
Y sin embargo... miras por la ventana y piensas que es mejor una casa débil que no tener ninguna. Es cierto que los próximos meses serán primavera y podrías vivir en ese jardín, en esa casa de campaña, desde donde además tendrás más cerca las estrellas... ¿Pero si no encuentras casa para el próximo invierno? ¿Pero si este arrebato de cigarra te deja a merced de las hormigas que se reirán de tí?
Se calma el viento. Guardas los zapatos rojos. Cuentas tus ahorros y ennumeras tus posibilidades. En el fondo, estás harta. En el fondo, ya no quieres seguir más ahí. Y sin embargo el miedo... siempre el miedo...
23.1.09
Homenaje al Compañero de Piso Perfecto (o Historia Escatológica de Dolor)
Primer dato objetivo: he perdido casi tres kilos en la última semana. Segundo dato objetivo: no estoy de dieta. Acabé la madrugada del martes en el hospital.
Eso de que las mujeres tenemos un umbral de dolor alto es cierto. Y quienes hemos sufrido de cólicos pre-menstruales, gastritis, colitis y otitis varias digamos que nos hemos vuelto especialmente aguantadoras. Por eso me pareció raro la tercera vez que me levanté en la noche doblada de dolor. Dí unas patadas futboleras para ver si se intensificaba y me autodiagnósticaba una apendicitis. Me dolía tanto que no supe si me dolía más al patear.
Me vestí en automático. Todavía no eran las seis de la mañana. Marco, mi compañero de piso - amigo de años -, dormía. Me pareció horrible despertarlo. Era cuestión de encontrar un taxi y llegar al hospital donde mi seguro era válido. Listo. Seguro se trataba sólo de eso.
El viaje al hospital resultó una odisea. Me pasé más de seis horas en el diagnóstico, entre pruebas de sangre, orina, ecografías, doctores y enfermeras. Tuve que ponerme un poquito necia para que me pusieran drogas de verdad. Puedo verme a mi misma recorriendo como jaguar enjaulado la consulta de urgencias, en espera de que me pusieran una vía con suero y un analgésico. Cuando por fin el analgésico llegó, me hicieron todas las pruebas y me dejaron acostarme en una camilla en lo que salían los resultados, le hablé a Marco. Sólo para ponerlo en antecedentes y para que, si algo pasaba, pudiera ir por mí. Se puso como un basilisco porque no lo llamé en la mañana. Después de eso estuvo monitoreándome hasta que salí de ahí y me fui para casa.
Llegué a casa aún tonta por el analgésico intravenoso, pero con inicio de dolor otra vez. El diagnóstico era piedras en el riñon. O sea que lo que tocaba era aguantarse. Compré el medicamento y algo para comer. Me subí a casa. Intenté comer. Me quedé dormida. Me dolía. Me volví a dormir. Vomitaba de dolor y dormía. Ese era mi estado. Las drogas que me habían mandado no me hacían nada. Cuando Marco llegó, en la noche, me acababa de tomar otro tanto, esperando que estaba vez sí funcionaran. Pero la verdad es que ya no era capaz ni de hilar palabra.
Me interrogó. Quiso saber exactamente qué había comido y a qué horas. Me dijo que tenía que ir al súper porque no teníamos nada en la nevera. Me preguntó que qué quería comer. Sólo pude musitar que un yogurt o algo fácil de tragar. Cuando se fue, yo estaba sumida en las cobijas.
Cuando regresó yo ya me había mudado al sillón de la sala. El dolor me tenía otra vez perdida, caminando, sin atención. Me picó un durazno en almíbar, me dio un yogurt y un plátano. Me vió retorcerme y hablar con mi mamá y con mi tía, quienes me dieron el nombre de un medicamento que sí serviría para quitarme el dolor. Al colgar, Marco revisó el medicamento en internet y se dio cuenta que en España eso no existía. Buscó de qué se trataba y se lanzó a la farmacia, donde comenzó una pesquisa con el farmaceútico y regresó con una medicina que era lo que más se parecía a lo que había recomendado mi mamá.
Yo ya no quería tomarme nada. Pero sacó las pastillas y me las puso en la mano, me trajo el antibiótico y el protector de estómago y un vaso de agua. Y me miró con unos ojos de pistola que aún en mi lecho (literal) de dolor sirvieron de algo. Me lo tomé. Me repatingué en el sillón y me cubrió con mi cobijita. Me dolía tanto que no podía ni llorar.
Cinco minutos después, comencé a sentir cómo mi estómago se descongestionaba, mi cabeza dejaba de punzar, el dolor se iba. "Marco... ya me está haciendo efecto". Se acercó, me dijo que qué bueno y me acompañó a mi cama. Me acosté y me quedé ahí, hablando por teléfono, y luego me dormí.
Al otro día me habló temprano. Me dijo que había dejado cosas para que hiciera algo de comer listas, fáciles, si tenía ganas. Que había yogurt y todo en el refri. A mí ya no me dolía el estómago - previa toma del analgésico - pero me sentía como un zombie. Deambulé un poquito por la casa. Hice la comida. Hice té. Y me dormí. Ahora lo que me daba naúseas era el analgésico. Pero mejor vomitar por eso que por dolor. En la noche llegó Marco, corrigió el horroroso caldo de pollo que había hecho yo y me escuchó contar la historia de mi día de enferma. Con todos sus escatológicos detalles.
Ayer estuve mejor. Ya pude leer, ver la televisión, dormí menos. Comí sola. En la noche, Marco llegó y, en lugar de salir, se quedó aquí. Me hizo de cenar, hablamos un rato. Me preguntó cómo me sentía. Se hizo cargo.
Desde que llegué a Barcelona, he escuchado incontables veces historias de los compañeros de piso de terror. Y yo, de pronto, tuve la suerte de encontrarme con alguien que humano como todos, es de lo mejor que puede tener uno para compartir la casa.
(Acabamos de comer. Hizo café y ahora se va a hacer la siesta. Rodeados por tantas dudas, por tantas incertidumbres, sólo me gustaría saber que él sabe lo mucho que agradezco tenerlo a mi lado)
Eso de que las mujeres tenemos un umbral de dolor alto es cierto. Y quienes hemos sufrido de cólicos pre-menstruales, gastritis, colitis y otitis varias digamos que nos hemos vuelto especialmente aguantadoras. Por eso me pareció raro la tercera vez que me levanté en la noche doblada de dolor. Dí unas patadas futboleras para ver si se intensificaba y me autodiagnósticaba una apendicitis. Me dolía tanto que no supe si me dolía más al patear.
Me vestí en automático. Todavía no eran las seis de la mañana. Marco, mi compañero de piso - amigo de años -, dormía. Me pareció horrible despertarlo. Era cuestión de encontrar un taxi y llegar al hospital donde mi seguro era válido. Listo. Seguro se trataba sólo de eso.
El viaje al hospital resultó una odisea. Me pasé más de seis horas en el diagnóstico, entre pruebas de sangre, orina, ecografías, doctores y enfermeras. Tuve que ponerme un poquito necia para que me pusieran drogas de verdad. Puedo verme a mi misma recorriendo como jaguar enjaulado la consulta de urgencias, en espera de que me pusieran una vía con suero y un analgésico. Cuando por fin el analgésico llegó, me hicieron todas las pruebas y me dejaron acostarme en una camilla en lo que salían los resultados, le hablé a Marco. Sólo para ponerlo en antecedentes y para que, si algo pasaba, pudiera ir por mí. Se puso como un basilisco porque no lo llamé en la mañana. Después de eso estuvo monitoreándome hasta que salí de ahí y me fui para casa.
Llegué a casa aún tonta por el analgésico intravenoso, pero con inicio de dolor otra vez. El diagnóstico era piedras en el riñon. O sea que lo que tocaba era aguantarse. Compré el medicamento y algo para comer. Me subí a casa. Intenté comer. Me quedé dormida. Me dolía. Me volví a dormir. Vomitaba de dolor y dormía. Ese era mi estado. Las drogas que me habían mandado no me hacían nada. Cuando Marco llegó, en la noche, me acababa de tomar otro tanto, esperando que estaba vez sí funcionaran. Pero la verdad es que ya no era capaz ni de hilar palabra.
Me interrogó. Quiso saber exactamente qué había comido y a qué horas. Me dijo que tenía que ir al súper porque no teníamos nada en la nevera. Me preguntó que qué quería comer. Sólo pude musitar que un yogurt o algo fácil de tragar. Cuando se fue, yo estaba sumida en las cobijas.
Cuando regresó yo ya me había mudado al sillón de la sala. El dolor me tenía otra vez perdida, caminando, sin atención. Me picó un durazno en almíbar, me dio un yogurt y un plátano. Me vió retorcerme y hablar con mi mamá y con mi tía, quienes me dieron el nombre de un medicamento que sí serviría para quitarme el dolor. Al colgar, Marco revisó el medicamento en internet y se dio cuenta que en España eso no existía. Buscó de qué se trataba y se lanzó a la farmacia, donde comenzó una pesquisa con el farmaceútico y regresó con una medicina que era lo que más se parecía a lo que había recomendado mi mamá.
Yo ya no quería tomarme nada. Pero sacó las pastillas y me las puso en la mano, me trajo el antibiótico y el protector de estómago y un vaso de agua. Y me miró con unos ojos de pistola que aún en mi lecho (literal) de dolor sirvieron de algo. Me lo tomé. Me repatingué en el sillón y me cubrió con mi cobijita. Me dolía tanto que no podía ni llorar.
Cinco minutos después, comencé a sentir cómo mi estómago se descongestionaba, mi cabeza dejaba de punzar, el dolor se iba. "Marco... ya me está haciendo efecto". Se acercó, me dijo que qué bueno y me acompañó a mi cama. Me acosté y me quedé ahí, hablando por teléfono, y luego me dormí.
Al otro día me habló temprano. Me dijo que había dejado cosas para que hiciera algo de comer listas, fáciles, si tenía ganas. Que había yogurt y todo en el refri. A mí ya no me dolía el estómago - previa toma del analgésico - pero me sentía como un zombie. Deambulé un poquito por la casa. Hice la comida. Hice té. Y me dormí. Ahora lo que me daba naúseas era el analgésico. Pero mejor vomitar por eso que por dolor. En la noche llegó Marco, corrigió el horroroso caldo de pollo que había hecho yo y me escuchó contar la historia de mi día de enferma. Con todos sus escatológicos detalles.
Ayer estuve mejor. Ya pude leer, ver la televisión, dormí menos. Comí sola. En la noche, Marco llegó y, en lugar de salir, se quedó aquí. Me hizo de cenar, hablamos un rato. Me preguntó cómo me sentía. Se hizo cargo.
Desde que llegué a Barcelona, he escuchado incontables veces historias de los compañeros de piso de terror. Y yo, de pronto, tuve la suerte de encontrarme con alguien que humano como todos, es de lo mejor que puede tener uno para compartir la casa.
(Acabamos de comer. Hizo café y ahora se va a hacer la siesta. Rodeados por tantas dudas, por tantas incertidumbres, sólo me gustaría saber que él sabe lo mucho que agradezco tenerlo a mi lado)
15.1.09
Feliz cumpleaños
Ya sé que no confías en tí. Podría ser novedad para muchos, pero no para tu espejo. Dudas siempre, esperas siempre, reflexionas siempre. Luego sonríes, parece que está todo bajo control. Pero nada. A nadie le sorprendería menos que a tí lo poco que confías en ti misma.
Pero mira por dónde, últimamente te has comenzado a sentir bien. Hace tiempo que no te dices a ti misma que estás gorda o que eres un poco más tonta de lo que creías. No. Estás contenta con como te ves. Hasta encuentras bonitas las arrugas alrededor de tus ojos y la curva de tu estómago. No porque alguien más la encuentre mona. Sólo porque tú has descubierto que es tuya: como tu nariz y tus dientes chuecos. Como dice la canción de Nena Daconte, parece que entendiste que "en la vida, princesita, tambien hay que aprender a ganar".
Te vas a celebrar tu cumpleaños a la ciudad de "tus sueños". La que te debías desde hace tiempo. Y lo que pensabas que sería en solitario se ha convertido en una convocatoria de amigos largamente añorados. De pronto, todo está más cerca de lo que parece. Y esa ciudad - aunque esté helada - es la que querías ver desde hace tanto. Y es justo que la veas.
Los 30 suenan a muchísimo. La verdad de las cosas es que, en el contexto en el que creciste, ya "deberías" portarte de otra manera. Pero, momento, ya te portaste de "otra manera". No es sólo que hayas trabajado en cosas que te gustaban, que te hayas mudado de ciudad, de país y hasta de continente. Es que ya te casaste y hasta estuviste esperando un hijo. Que ninguna de las dos cosas haya funcionado es otra historia. Lo cierto es que, en la lista esta de "cosas que hacer antes de" está puesta una palomita. Y ni de qué preocuparte.
No tienes planes de cambiar tu dieta. Ni de hacer más horas de ejercicio por la semana. Ni de viajar más o de encontrar un trabajo interesante. Mira por dónde, después de tiempo exigiéndote, has entendido que las cosas te llegan cuando te tienen que llegar, por donde te tienen que llegar. Y tienes un montón de amigos listos, de familia amorosa, de redes de seguridad que están dispuestos a hacértelo notar.
Sí, es tu cumpleaños. El 30. Y estás mejor que nunca. ¿Lo mejor de todo? Que a partir de aquí, todo irá mejor. No es que yo pueda asegurarlo pero, mira, es una buena corazonada.
(Vaya esto para recordarme a mi misma que cuando cumplí 30 años estaba contenta de ello. Porque sé que tendré que recordármelo. Y sé también que este es un día bueno, buenísimo).
Pero mira por dónde, últimamente te has comenzado a sentir bien. Hace tiempo que no te dices a ti misma que estás gorda o que eres un poco más tonta de lo que creías. No. Estás contenta con como te ves. Hasta encuentras bonitas las arrugas alrededor de tus ojos y la curva de tu estómago. No porque alguien más la encuentre mona. Sólo porque tú has descubierto que es tuya: como tu nariz y tus dientes chuecos. Como dice la canción de Nena Daconte, parece que entendiste que "en la vida, princesita, tambien hay que aprender a ganar".
Te vas a celebrar tu cumpleaños a la ciudad de "tus sueños". La que te debías desde hace tiempo. Y lo que pensabas que sería en solitario se ha convertido en una convocatoria de amigos largamente añorados. De pronto, todo está más cerca de lo que parece. Y esa ciudad - aunque esté helada - es la que querías ver desde hace tanto. Y es justo que la veas.
Los 30 suenan a muchísimo. La verdad de las cosas es que, en el contexto en el que creciste, ya "deberías" portarte de otra manera. Pero, momento, ya te portaste de "otra manera". No es sólo que hayas trabajado en cosas que te gustaban, que te hayas mudado de ciudad, de país y hasta de continente. Es que ya te casaste y hasta estuviste esperando un hijo. Que ninguna de las dos cosas haya funcionado es otra historia. Lo cierto es que, en la lista esta de "cosas que hacer antes de" está puesta una palomita. Y ni de qué preocuparte.
No tienes planes de cambiar tu dieta. Ni de hacer más horas de ejercicio por la semana. Ni de viajar más o de encontrar un trabajo interesante. Mira por dónde, después de tiempo exigiéndote, has entendido que las cosas te llegan cuando te tienen que llegar, por donde te tienen que llegar. Y tienes un montón de amigos listos, de familia amorosa, de redes de seguridad que están dispuestos a hacértelo notar.
Sí, es tu cumpleaños. El 30. Y estás mejor que nunca. ¿Lo mejor de todo? Que a partir de aquí, todo irá mejor. No es que yo pueda asegurarlo pero, mira, es una buena corazonada.
(Vaya esto para recordarme a mi misma que cuando cumplí 30 años estaba contenta de ello. Porque sé que tendré que recordármelo. Y sé también que este es un día bueno, buenísimo).
12.1.09
Uno por año
En preparación al vuelo de hoy y a los cambios de mañana, las listas. No tienen orden ni concierto. Cambian todos los días. Pero así, de bote pronto, son a uno por año, los más importantes hasta ahora. Los que tienen más sentido y ritmo y concierto esta noche.
Libros
1. Mujercitas, de L.M. Alcott
2. Historias de Cronopios y Famas, de J. Cortázar
3. Rayuela, de J. Cortázar
4. Odas Elementales, de R. Darío
5. Poesía Completa de J. Sabines
6. Hipotermia de A. Enrigue
7. This Book Could Save Your Life, de AM Homes
8. Instrucciones para Vivir en México, de J. Ibarguengoitia
9. Los Cuentos Completos de los Hermanos Grimm
10. La Noche de Tlatelolco, de E. Poniatowska
11. La Hoguera de las Vanidades, de T. Wolfe
12. In Cold Blood, de T. Capote
13. Breakfast at Tiffany's, de T. Capote
14. Middlesex, de J. Eugenides
15. El alba, la tarde o la noche, de J. Reza
16. El caballero inexistente, de I. Calvino
17. El Arrancacorazones, de B. Vian
18. How to be Good, N. Hornby
19. The Mistress' Daughter, de AM Homes
20. Tiempo de Alacranes, de BEF
21. El Buscador de Cabezas, de A. Ortuño
22. El Perfume, de P. Suskind
23. Plataforma, de M. Houllebecq
24. Fear and Loathing at Vegas, de HS Thompson
25. On the road, J. Kerouac
26. El Conde de Montecristo, de A. Dumas
27. Los tres primeros Harry Potter, de JK Rowling
28. Vidas Perpendiculares, de A. Enrigue
29. Salón de Belleza, M. Bellatín
30. Romeo y Julieta, Shakespeare
Canciones
1. Back to you, J. Mayer
2. Con un poquito de fé y de ciencia, Burbujas
3. Detrás de tu silencio, Flans
4. I know it's over, the Smiths
5. Suedehead, Morrissey
6. I'm not sorry, Morrissey
7. Vasos Vacíos, Los Fabulosos Cadillacs
8. The Sign, Ace of Base
9. Every Breath I Take, The Police
10. I've Got You Under My Skin, Sinatra, pero también la versión con Diana Krall
11. More than Words, Extreme
12. Cielo Rojo
13. No Me Queda Más
14. Narc, Interpol
15. Your body is a wonderland, J.Mayer
16. Daughters, J. Mayer
17. Sabes una cosa
18. Despacito, Pedro Infante
19. I know, Fiona Apple
20. Paper Bag, Fionna Apple
21. Baby Can I Hold You, Tracy Chapman
22. Anna Begins, Counting Crows
23. Clandestino, Manu Chao
24. Oleada, Julieta Venegas
25. Sunday Morning, Maroon 5
26. A simple kind of Life, No Doubt
27. Like a Prayer, Madonna
28. Idiota, Nena Daconte
29. A rodar mi vida, Fito Páez
30. A tu vuelta, Fernando Delgadillo
Películas
1. Los Aristogatos
2. Cenicienta
3. Bettlejuice
4. High Fidelity
5. Lilo & Stich
6. Monsters & Co.
7. Love Actually
8. Breakfast at Tiffany's
9. Truth about Dogs and Cats
10. Pulp Fiction
11. Cuatro Bodas y Un Funeral
12. Arsénico por Compasión
13. Stranger than Fiction
14. Extraño Resplandor de una Mente Sin Recuerdos
15. La Haine
16. Amelie
17. Little Miss Sunshine
18. C.R.A.Z.Y.
19. Juno
20. Volver al Futuro
21. Dumbo
22. Murder Mistery in Manhattan
23. Sospechosos Comunes
24. Nueve Reinas
25. El Callejón de los Milagros
26. Amores Perros
27. Temporada de Patos
28. The Queen
29. Moulin Rouge
30. Quiero Bailar Contigo (Strictly Ballroom)
Palabras
1. Palíndroma
2. Aquelarre
3. Dominguero
4. Pitufa
5. Pitaya
6. Colación
7. Tejuino
8. Amasiato
9. Cacahuate
10. Papalote
11. Chapultepec
12. Tepalcate
13. Mandra (una licencia en catalán, si us plau)
14. Apapacho
15. Convivial
16. Púrpura
17. Pausado
18. Cilantro
19. Xilófono
20. Yegua
21. Mandarina
22. Nena
23. Locuaz
24. Perplejo
25. Cochino
27. Ándale
28. Piñata
29. Deliberación
30. Atabalat (segunda licencia)
Lugares
1. Las escaleras de la casa de mi Bili, en donde me daba lenguetazos mi perro
2. El cuarto pequeño de casa de mi abuelita Bety, donde platicaba con mis primos
3. Mi habitación en la casa de Mar Rojo, especialmente cuando la cama estaba junto a la ventana
4. El Jardín de la casa de Carolina Aranda
5. La sombra bajo el platanar de mi casa
6. La cocina del departamento de Pedregal
7. Las fuentes bolas de Plaza del Sol
8. La fuente de sodas en forma de araña de concreto en Los Colomos
9. El hotel Nueva York en Rotterdam
10. El Golden Gate en una tarde soleada y ventosa de verano de 1987
11. El Café Léa en París
12. Las Tullerias, con noisette y milhojas de chocolate
13. Una casa perdida en la Bretaña, con marcos azules en las ventanas
14. Cap de Creus
15. El río del Bosque de la Primavera
16. El Cine Foro del Hospicio Cabañas
17. La sombra de las jacarandas en los jardines del TEC
18. Unas dunas en una playa de San Carlos, Sonora
19. La casa de los papás de Ady en Chamela
20. La cama de mis papás después de una pesadilla
21. El sillón enfrente de la tele del piso en Rotterdam
22. El sillón rojo del piso en Comerç
23. Mi habitación en casa de mi Bili
24. El Manchester del Gótico, sí señor
25. La sala de casa de Xavi
26. La cocina de la casa en Puerto Vallarta
27. Una playa perdida en Barra de Potosí
28. La Barranca de Huentitán
29. El restaurancito de desayuno en Berlín
30. Mi cama actual
Libros
1. Mujercitas, de L.M. Alcott
2. Historias de Cronopios y Famas, de J. Cortázar
3. Rayuela, de J. Cortázar
4. Odas Elementales, de R. Darío
5. Poesía Completa de J. Sabines
6. Hipotermia de A. Enrigue
7. This Book Could Save Your Life, de AM Homes
8. Instrucciones para Vivir en México, de J. Ibarguengoitia
9. Los Cuentos Completos de los Hermanos Grimm
10. La Noche de Tlatelolco, de E. Poniatowska
11. La Hoguera de las Vanidades, de T. Wolfe
12. In Cold Blood, de T. Capote
13. Breakfast at Tiffany's, de T. Capote
14. Middlesex, de J. Eugenides
15. El alba, la tarde o la noche, de J. Reza
16. El caballero inexistente, de I. Calvino
17. El Arrancacorazones, de B. Vian
18. How to be Good, N. Hornby
19. The Mistress' Daughter, de AM Homes
20. Tiempo de Alacranes, de BEF
21. El Buscador de Cabezas, de A. Ortuño
22. El Perfume, de P. Suskind
23. Plataforma, de M. Houllebecq
24. Fear and Loathing at Vegas, de HS Thompson
25. On the road, J. Kerouac
26. El Conde de Montecristo, de A. Dumas
27. Los tres primeros Harry Potter, de JK Rowling
28. Vidas Perpendiculares, de A. Enrigue
29. Salón de Belleza, M. Bellatín
30. Romeo y Julieta, Shakespeare
Canciones
1. Back to you, J. Mayer
2. Con un poquito de fé y de ciencia, Burbujas
3. Detrás de tu silencio, Flans
4. I know it's over, the Smiths
5. Suedehead, Morrissey
6. I'm not sorry, Morrissey
7. Vasos Vacíos, Los Fabulosos Cadillacs
8. The Sign, Ace of Base
9. Every Breath I Take, The Police
10. I've Got You Under My Skin, Sinatra, pero también la versión con Diana Krall
11. More than Words, Extreme
12. Cielo Rojo
13. No Me Queda Más
14. Narc, Interpol
15. Your body is a wonderland, J.Mayer
16. Daughters, J. Mayer
17. Sabes una cosa
18. Despacito, Pedro Infante
19. I know, Fiona Apple
20. Paper Bag, Fionna Apple
21. Baby Can I Hold You, Tracy Chapman
22. Anna Begins, Counting Crows
23. Clandestino, Manu Chao
24. Oleada, Julieta Venegas
25. Sunday Morning, Maroon 5
26. A simple kind of Life, No Doubt
27. Like a Prayer, Madonna
28. Idiota, Nena Daconte
29. A rodar mi vida, Fito Páez
30. A tu vuelta, Fernando Delgadillo
Películas
1. Los Aristogatos
2. Cenicienta
3. Bettlejuice
4. High Fidelity
5. Lilo & Stich
6. Monsters & Co.
7. Love Actually
8. Breakfast at Tiffany's
9. Truth about Dogs and Cats
10. Pulp Fiction
11. Cuatro Bodas y Un Funeral
12. Arsénico por Compasión
13. Stranger than Fiction
14. Extraño Resplandor de una Mente Sin Recuerdos
15. La Haine
16. Amelie
17. Little Miss Sunshine
18. C.R.A.Z.Y.
19. Juno
20. Volver al Futuro
21. Dumbo
22. Murder Mistery in Manhattan
23. Sospechosos Comunes
24. Nueve Reinas
25. El Callejón de los Milagros
26. Amores Perros
27. Temporada de Patos
28. The Queen
29. Moulin Rouge
30. Quiero Bailar Contigo (Strictly Ballroom)
Palabras
1. Palíndroma
2. Aquelarre
3. Dominguero
4. Pitufa
5. Pitaya
6. Colación
7. Tejuino
8. Amasiato
9. Cacahuate
10. Papalote
11. Chapultepec
12. Tepalcate
13. Mandra (una licencia en catalán, si us plau)
14. Apapacho
15. Convivial
16. Púrpura
17. Pausado
18. Cilantro
19. Xilófono
20. Yegua
21. Mandarina
22. Nena
23. Locuaz
24. Perplejo
25. Cochino
27. Ándale
28. Piñata
29. Deliberación
30. Atabalat (segunda licencia)
Lugares
1. Las escaleras de la casa de mi Bili, en donde me daba lenguetazos mi perro
2. El cuarto pequeño de casa de mi abuelita Bety, donde platicaba con mis primos
3. Mi habitación en la casa de Mar Rojo, especialmente cuando la cama estaba junto a la ventana
4. El Jardín de la casa de Carolina Aranda
5. La sombra bajo el platanar de mi casa
6. La cocina del departamento de Pedregal
7. Las fuentes bolas de Plaza del Sol
8. La fuente de sodas en forma de araña de concreto en Los Colomos
9. El hotel Nueva York en Rotterdam
10. El Golden Gate en una tarde soleada y ventosa de verano de 1987
11. El Café Léa en París
12. Las Tullerias, con noisette y milhojas de chocolate
13. Una casa perdida en la Bretaña, con marcos azules en las ventanas
14. Cap de Creus
15. El río del Bosque de la Primavera
16. El Cine Foro del Hospicio Cabañas
17. La sombra de las jacarandas en los jardines del TEC
18. Unas dunas en una playa de San Carlos, Sonora
19. La casa de los papás de Ady en Chamela
20. La cama de mis papás después de una pesadilla
21. El sillón enfrente de la tele del piso en Rotterdam
22. El sillón rojo del piso en Comerç
23. Mi habitación en casa de mi Bili
24. El Manchester del Gótico, sí señor
25. La sala de casa de Xavi
26. La cocina de la casa en Puerto Vallarta
27. Una playa perdida en Barra de Potosí
28. La Barranca de Huentitán
29. El restaurancito de desayuno en Berlín
30. Mi cama actual
Sensación de soundtrack
Hay gente que puede conducir en silencio o escuchando las noticias. No se quejarían nunca de tener un coche como el único que he tenido yo, sin radio. Y pensar que ahora me parece imposible un viaje sin música.
No sé si sea por la sensación tan cinematográfica que dan las ventanas de los automóviles - o de los trenes para el caso - pero hay algo que me dice que se necesita música para viajar. Si algo me gusta de los autoestéreos o ahora del iPod (y en su momento de mi inseparable walkman) es que te dan la posibilidad de, en el viaje, ir más lejos. Alejarte aún más, cortesía de la música que estás escuchando.
No sucede siempre. En realidad, son pocas las veces en las que de pronto todo encaja: la panorámica a través de la ventana, la letra de la canción que escuchas a un cierto volumen, el ritmo de su música, la compañía en la que estás. Así sea contigo mismo. Pero en ese momento, en ese par de minutos - no más - parece que todo es cierto: que eres más esperado que el verano, más ancho que la noche, más cierto que el té con azúcar. Por un momento, parece que todo encaja y que la película que imaginas no está pasando en el cine, no tiene un guión que desconoces.
Está aquí. Es lo que estás viviendo hoy. Eres tú.
Para mí, la capacidad de abstraerse en ese momento, en ese instante y pensar que todo es perfecto, es la felicidad. Y confirmo que el "estar feliz" no es una situación de permanencia: es un estado de gracia, que sólo llega en microdosis y que en retrospectiva, te permite seguir caminando.
Ahora, regreso a casa. Por supuesto, con los audífonos puestos.
No sé si sea por la sensación tan cinematográfica que dan las ventanas de los automóviles - o de los trenes para el caso - pero hay algo que me dice que se necesita música para viajar. Si algo me gusta de los autoestéreos o ahora del iPod (y en su momento de mi inseparable walkman) es que te dan la posibilidad de, en el viaje, ir más lejos. Alejarte aún más, cortesía de la música que estás escuchando.
No sucede siempre. En realidad, son pocas las veces en las que de pronto todo encaja: la panorámica a través de la ventana, la letra de la canción que escuchas a un cierto volumen, el ritmo de su música, la compañía en la que estás. Así sea contigo mismo. Pero en ese momento, en ese par de minutos - no más - parece que todo es cierto: que eres más esperado que el verano, más ancho que la noche, más cierto que el té con azúcar. Por un momento, parece que todo encaja y que la película que imaginas no está pasando en el cine, no tiene un guión que desconoces.
Está aquí. Es lo que estás viviendo hoy. Eres tú.
Para mí, la capacidad de abstraerse en ese momento, en ese instante y pensar que todo es perfecto, es la felicidad. Y confirmo que el "estar feliz" no es una situación de permanencia: es un estado de gracia, que sólo llega en microdosis y que en retrospectiva, te permite seguir caminando.
Ahora, regreso a casa. Por supuesto, con los audífonos puestos.
Sucedáneos
Hay cosas que modificamos por voluntad, con claridad de elección. Dejamos de tomar azúcar y la cambiamos por sacarina. Corremos sobre una banda sin fin en un gimnasio. Tenemos un perro electrónico que ladra, pero no necesita salir a pasear. Compramos ropa que parece de algodón pero está modificada, para plancharse más fácil. Todo eso que, como diría Silvio Rodríguez, "no es lo mismo pero es igual".
Al final de cuentas, no engañamos a nadie. Ni a nosotros mismos. Y la cocacola light no sustituye en realidad una copa de vino, las salchichas con sal y limón y la bolsa de palomitas son el vago remedo de una cena, el chick-flick en la televisión es un muy pobre sucedáneo de una buena novela romántica, y la llamada telefónica por larga y sentida que sea, por más que pongamos atención en los ruidos que se escuchan del otro lado de la línea, no tiene mucho que ver con el diálogo cara a cara, con todo lo que dicen los ojos de tu madre o las incesantes manos de tu padre. Los 60 minutos pegados al teléfono no reemplazan una plática de cinco en una banqueta, bajo la brisa del invierno tropical. Y por supuesto, por más que apretemos el auricular contra la mejilla, nada se compara con la sensación de siseo de una voz cálida en tu oído. El acurrucarse contra una almohada nunca será lo mismo que recibir un abrazo.
Pero uno se engaña, como debe ser. Es "un buen chico". Al final del día, es la ilusión de que the real thing está al otro lado lo que nos mantiene. Eso. Y el engaño - "este que ves, engaño colorido" - es, para desconcierto de Sor Juana, lo más vivo, lo más brillante, todo lo que hay.
Al final de cuentas, no engañamos a nadie. Ni a nosotros mismos. Y la cocacola light no sustituye en realidad una copa de vino, las salchichas con sal y limón y la bolsa de palomitas son el vago remedo de una cena, el chick-flick en la televisión es un muy pobre sucedáneo de una buena novela romántica, y la llamada telefónica por larga y sentida que sea, por más que pongamos atención en los ruidos que se escuchan del otro lado de la línea, no tiene mucho que ver con el diálogo cara a cara, con todo lo que dicen los ojos de tu madre o las incesantes manos de tu padre. Los 60 minutos pegados al teléfono no reemplazan una plática de cinco en una banqueta, bajo la brisa del invierno tropical. Y por supuesto, por más que apretemos el auricular contra la mejilla, nada se compara con la sensación de siseo de una voz cálida en tu oído. El acurrucarse contra una almohada nunca será lo mismo que recibir un abrazo.
Pero uno se engaña, como debe ser. Es "un buen chico". Al final del día, es la ilusión de que the real thing está al otro lado lo que nos mantiene. Eso. Y el engaño - "este que ves, engaño colorido" - es, para desconcierto de Sor Juana, lo más vivo, lo más brillante, todo lo que hay.
8.1.09
Hablando del día de los inocentes...
¿será que nadie le dijo a Aznar que fue el 28 de diciembre? ¿O de verdad es tan cateto como para tener la sangre fría de calificar de "exotismo histórico" la elección de Obama y asegurar que Bush es un "gran estadista" (!?) que sufre de la "ingratitud" de sus conciudadanos?
7.1.09
Reparte-folletos
A una la encampanan en organizar un congreso. Con un poco de retraso (tipo un mes), le mandan una caja con folletos para entidades varias. Una va las entidades varias con un morralito lleno de folletos. Y sube y baja las escaleras del Colegio de Arquitectos intentando que alguien sea bueno y le permita dejarlos en su escritorio. Nada. Baja a la librería y casi le llora a la encargada, quien se compadece y le deja poner "unos cuantos" folleticos cerca de la caja.
Luego, una se va la universidad. Llega a la recepción. Agarra un periódico. Espera a que la encargada esté peleando con un maestro o algo así (esto de los buenos tratos locales) y, mientras no la ven, deja UN MONTÓN de folleticos sobre la mesa. Sale de la universidad.
Qué bonito es volver al trabajo.
Luego, una se va la universidad. Llega a la recepción. Agarra un periódico. Espera a que la encargada esté peleando con un maestro o algo así (esto de los buenos tratos locales) y, mientras no la ven, deja UN MONTÓN de folleticos sobre la mesa. Sale de la universidad.
Qué bonito es volver al trabajo.
Epidemia
De ella no lo esperaba, pero hace días lo ví en sus ojos. Ese destello de iluminación. Esa fascinación por la verdad. Esa absoluta certeza de que tenía eso - lo que yo necesitaba. Ese plan macabro de darme El Libro, el que me dará toda la verdad.
No es la primera vez que pasa a mi alrededor: alguien que usualmente se comporta como una persona normal, corriente, hasta inteligente, un día se vira. Cambia. Comienza a predicar las bondades de algún panfleto, doctrina o gurú. Y se asegura de que todos a su alrededor lo conozcamos también.
Lo he visto suceder a mi lado tantas veces, que ya ni siquiera me doy cuenta. Hay una repisa en mi librero destinada a guardar las recomendaciones y regalos que acumulan las palabras "sanar", "asertividad", "felicidad", "perfección", "amor". Esos bonitos cantos al optimismo. No los regalo porque me da pena dejarlos en la calle, a ellos que fueron dados con tan buena intención...
... en realidad tendría que confesar que no los regalo porque en el fondo de mi corazón creo que son una vacuna. Que me protegen de la epidemia que se sigue extendiendo, cada vez más. Que verlos cada mañana evitará que un día me levante yo, me peine, y salga a la calle, a perseguir a mis amigos, a predicarles la buena nueva que me ha sido revelada.
No es la primera vez que pasa a mi alrededor: alguien que usualmente se comporta como una persona normal, corriente, hasta inteligente, un día se vira. Cambia. Comienza a predicar las bondades de algún panfleto, doctrina o gurú. Y se asegura de que todos a su alrededor lo conozcamos también.
Lo he visto suceder a mi lado tantas veces, que ya ni siquiera me doy cuenta. Hay una repisa en mi librero destinada a guardar las recomendaciones y regalos que acumulan las palabras "sanar", "asertividad", "felicidad", "perfección", "amor". Esos bonitos cantos al optimismo. No los regalo porque me da pena dejarlos en la calle, a ellos que fueron dados con tan buena intención...
... en realidad tendría que confesar que no los regalo porque en el fondo de mi corazón creo que son una vacuna. Que me protegen de la epidemia que se sigue extendiendo, cada vez más. Que verlos cada mañana evitará que un día me levante yo, me peine, y salga a la calle, a perseguir a mis amigos, a predicarles la buena nueva que me ha sido revelada.
Corrección
A todos aquellos que me escucharon decir en estos días que mi propósito de 2009 era escribir, que era lo que quería hacer de mi vida, que la mano del muerto: les aviso que hubo un error en mi programación. Ese era el discurso para el 28 de diciembre.
Puros errores conmigo, caray. Qué manera de empezar.
Puros errores conmigo, caray. Qué manera de empezar.
Primeros de 2009
Fronteras: España, Francia, Luxemburgo, Bélgica, Holanda.
Ciudad nueva: Dijon.
Avión con destino: Barcelona
Libro: "Music for Torching", de A.M. Homes. o cómo descubrir que hay algo peor que ser una Stepford Wife.
Soundtrack: John Mayer, de la noche al día. "Why Georgia" -
So what so I've got a smile on
But its hiding the quiet superstitions in my head
Don't believe me
Don't believe me
When I say I've got it down
6.1.09
En este lluvioso umbral
Mis amigos - como todos los amigos de toda la gente del mundo - tienen frases célebres. Y esta noche una de las mejores creadoras de frases célebres entre mis cercanos dijo una cosa básica: "qué horror que mañana empieza otra vez el mundo".
No sé para mi si empieza mañana. Sé que a las ocho de la mañana tomaré clase de pilates, que tengo que ir al banco y con el abogado, pagar cuentas, diseñar un cuestionario, traducir textos, recomenzar la investigación. Pero comienza a tomar forma aquello que diseñé el año pasado: no tengo que ir a una oficina en particular, no necesito un horario, no comeré comida congelada. La vida es otra.
Afuera llueve. Estoy sentada en la orilla de mi cama, lejos del Sr. ComeGalletas y el Sr. Gato NegroconBlanco que se han vuelto a posicionar entre mis múltiples almohadas para acompañar mi sueño y espantar algunas pesadillas. Me comporto, sí, como una buena chica y no me rasgo las vestiduras. No hay uso alguno en rasgarlas. Con una cierta sensación zen, espero la nieve. Espero la sorpresa de que la lluvia se convierta en lo que no he visto nunca, lo que aún me sorprende.
Podría ser que todavía me pesan los días pre-cumpleaños para reflexionar. Podría ser que estoy un poco resfriada. Podría ser que hay algo colgado de mis oídos que me dice que hay que tomar distancia, té con menta, galletas de chocolate, otro avión.
Otro avión.
Siempre, otro avión.
No sé para mi si empieza mañana. Sé que a las ocho de la mañana tomaré clase de pilates, que tengo que ir al banco y con el abogado, pagar cuentas, diseñar un cuestionario, traducir textos, recomenzar la investigación. Pero comienza a tomar forma aquello que diseñé el año pasado: no tengo que ir a una oficina en particular, no necesito un horario, no comeré comida congelada. La vida es otra.
Afuera llueve. Estoy sentada en la orilla de mi cama, lejos del Sr. ComeGalletas y el Sr. Gato NegroconBlanco que se han vuelto a posicionar entre mis múltiples almohadas para acompañar mi sueño y espantar algunas pesadillas. Me comporto, sí, como una buena chica y no me rasgo las vestiduras. No hay uso alguno en rasgarlas. Con una cierta sensación zen, espero la nieve. Espero la sorpresa de que la lluvia se convierta en lo que no he visto nunca, lo que aún me sorprende.
Podría ser que todavía me pesan los días pre-cumpleaños para reflexionar. Podría ser que estoy un poco resfriada. Podría ser que hay algo colgado de mis oídos que me dice que hay que tomar distancia, té con menta, galletas de chocolate, otro avión.
Otro avión.
Siempre, otro avión.
1.1.09
Recuento telegráfico
El 30 de diciembre tuve a bien revisar las 7342 (¡¿?!) fotografías que tomé a lo largo del año y todavía habitan el disco duro de mi Minerva. Descubrí algo que ya sabía: que fue buenísimo. Que estuvo plagado del cambio. Que el cambio es movimiento. Que el movimiento es vida. Y que sigue, todo sigue. Y lo único que me queda es hacer un recuento telegráfico.
enero guadalajara/avión/fin/cerveza/29/manchester/promoción
febrero denhaag/atlanta/liberia/costarica/boda (c+g)/cochinita/sol
marzo bicicleta/parís/milhojas/louvre/victor/lorenzo/flores/marco/tatoo/cuenca
abril cuenca/nariz/beso/aa/magic/vino verde/shorsh/boda india (c+g)
mayo edmundo/tesis/pijamas/mariana/surf/gdl-mex-pvr-bcs(todossantos)/divorcio
junio lalis/sol/regreso/berlín/coldplay/eurocopa/stacoloma/cambrils/
julio morrissey/80s/stcarles/tóxico/santjoan/diego/madrid/zaragoza
agosto londres/bretaña/stmalo/bicicleta/charlesdegaulle/fan/dj/guadalajara
septiembre guadalajara/rotterdam/molinos/gaby/karaoke/pekin/dalian/shanghai
octubre zurich/fiesta/papás/rediseño/corte de cabello/hospital/aniversarios
noviembre papás/gripa/drama/empresaria/javi/juli/baños árabes
diciembre alex/vero/karaoke/marsella/dh/maría/julieta/rotterdam/amsterdam/tulipanes/barcelona/paz
Acabo en Barcelona, pacífica, en serenidad con lo que ha venido y lo que vendrá. A punto de irme, pero firme en mi casa, en mi sitio. No es que este recuento tenga sentido para nadie más que para mi misma - pero la paz tiene nombre y apellido. Y no puedo hacer más que agradecerlo como parte de mi serie de bendiciones en medio de las catastróficas desdichas, ja.
Feliz 2009, señores lectores. Es un gusto compartir. Gracias por pasarse.
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febrero denhaag/atlanta/liberia/costarica/boda (c+g)/cochinita/sol
marzo bicicleta/parís/milhojas/louvre/victor/lorenzo/flores/marco/tatoo/cuenca
abril cuenca/nariz/beso/aa/magic/vino verde/shorsh/boda india (c+g)
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Acabo en Barcelona, pacífica, en serenidad con lo que ha venido y lo que vendrá. A punto de irme, pero firme en mi casa, en mi sitio. No es que este recuento tenga sentido para nadie más que para mi misma - pero la paz tiene nombre y apellido. Y no puedo hacer más que agradecerlo como parte de mi serie de bendiciones en medio de las catastróficas desdichas, ja.
Feliz 2009, señores lectores. Es un gusto compartir. Gracias por pasarse.
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