Ella es preciosa. Sin lugar a dudas, una de las niñas más bonitas que he conocido en mi vida. Su cara es perfecta, es delgada, sonriente y, por lo menos para mí, simpática. Claro que ella es simpática conmigo (o para mí) porque tenemos una diferencia de 18 años y alguien en común. Pero no sé cómo sea con el resto de las personas.
Ayer hablábamos de su primer día de clases. Se quedó dormida y llegó tarde, casi con media hora de retraso. Y me contó que el primer día uno puede seleccionar con quien se sienta, con quien comparte la mesa. Me acordé de aquellas horas de angustia en las que uno deseaba que su amigo, el otro freak de la clase, llegara a tiempo para poder refugiarse juntos con tranquilidad en un rincón del salón. Y el horror que te tocara sentarte contra alguien más bajo en la "escala" social de la escuela que tú --- si es que esto existía.
En fin, que ella llegó tarde. Y los sitios ya estaban asignados. Y le tocó sentarse con alguien que no es "popular". Nos contó esto con un poco de horror. Su padre - quien supongo que como yo no era un niño muy popular - la miró y se quedó un poco en silencio. "Piénsalo así: para un niño no muy popular es una fiesta que tú te sientes junto a él. Así que deberías ser una buena compañera y disfrutarlo". Ella se quedó pensando. Yo también. Luego seguimos preparando la ensalada.
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2 comentarios:
Snif ;) (snif feliz)
Estoy pasando una mala racha y tu post me hizo sentir muy bien, gracias. Recordé aquel primer día de clases del 2o año en la universidad donde, por perder tiempo saludando a viejos conocidos llegué tarde a mi clase, una clase repleta que sólo tenía un asiento lejos, atrás, al fondo. Con la cara roja de vergüenza por atraer la atención general, por fin me senté. Me senté junto al hombre de mi vida. Así fue. Así lo conocí y no dejo de pensar que si no hubiera llegado tarde nunca le hubiese prestado atención a él.
Gracias por recordármelo, me siento bien.
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