2.7.04

Crónica de la burocracia

Primero fuí, según instrucciones de una página de Internet y de la grabación en el teléfono de informes, a una oficina de la Secretaría de Gobernación. Ahí, con mi título en mano y mis tres copias del formato F5 de Hacienda, me dieron el primer portazo de realidad. "Noooooo, señoriiiiiiita", me dijeron con el típico tono pachorrudo del burócrata al que no-le-puede-importar-menos. "Lo que pasa es que su título es de una universidad privada. Primero tiene que legalizarlo. Vaya a esta dirección". Estaba en la colonia Juárez y me mandaban a Donceles, en pleno centro, a dos cuadras del Zócalo. Montada en un brioso corcel - un taxi ecológico - fuí hacia allá.

Después de fletarme 15 minutos de un taxista que iba refunfuñando contra la marcha del domingo, de sortear una manifestación afuera de la Cámara de Diputados y otros bichos variopintos, llegué a Donceles 100. Uno de esos edificios simplemente hermosos. Tan hermosos que parece que en ellos no trabaja nadie. Los pajaritos cantaban en los patios. Nadie salía de sus oficinas... a menos de que fuera para fumar. Me guían, y llego a la oficina 102. Una señorita sentada en el rincón se para, con toda su calma, para acercarse. "¿Qué se le ofrecía? ¿Sabe qué trámite viene a hacer?", me dice con tono de hartazgo. Explico: la apostilla de la Haya, la universidad privada... "Présteme sus títulos", ordena. Los inspecciona. Me los devuelve - por no decir avienta encima. "No, pues no. Primero tiene que llevar a estos a que les pongan otra firma para poderlos autentificar. Aquí le anexo la dirección. Ya cuando los tenga firmados viene, porque si le explico ahorita seguro se le va a olvidar y lo va a hacer todo mal". Me puse a copiar las instrucciones que estaban en una pared. "No, no las copie. Mejor cuando ya tenga todo viene. Porque si se equivoca no podemos hacer nada por usted...".

Dos días después, diez minutos antes de las ocho - hora de inicio de trámites - llego a la Dirección General de Educación Superior de la SEP, por supuesto, al otro lado de la Ciudad. El policía me desalienta: "Nooooo, señoriiiiita. Aquí vienen llegando como a las nueve. Váyase al Sanborns a tomar un cafecito". Me niego a irme al Sanborns. Acabaron ofreciéndome la silla de la caseta. Y esperé. Y esperé. Y esperé mientras los escuchaba hablando de automóviles. "No, pues usté sí puede pensar en comprarse un Fiat... si ya es sargento". Y esperé. Finalmente, como a las 8:45, me dejaron pasar. "En el segundo edificio, enfrente de las escaleras está una ventanilla. Ahí."

Llego al edificio. La mujer me mira desde su ventanilla. Y no la abre. Yo suspiro. Cinco minutos después de las nueve, abre. "¿Qué quiere?" - la mar de la amabilidad. Explico. "Ah, no", dice, "no es conmigo. Pásele a la oficina X adentro".

Casi lloro. Adentro, las cosas pasan más o menos rápido. La señorita que me recibe mis papeles me hace plática. Yo no entiendo cuándo termina el proceso. De pronto, reacciona. "Ay, perdón. Ya te puedes ir. Es que estaba tan a gusto platicando". Sonrío. Doy las gracias y me voy.

9:45. Llegaré a hora decente a la oficina. Camino rápido por la zona de hospitales, hacia Tlalpan. De pronto, escucho que gritan a mis espaldas "¡Cinthya... Cinthya!". Viro. La señorita de la oficina de la SEP. Cruzo la calle. Entre suspiros y respiración agitada, se explica: "Es que... el título... de tu marido... no tiene un sello... Tienes que ir a la escuela... y que se lo pongan". Casi me siento a llorar. En lugar de eso, caminé con ella de regreso a su oficina y tomé el título del Duque. Su jefa se apiadó de mí: "Ve con el licenciado X, al campus Ciudad de México, que está aquí cerca. Él le pone el sello".

Pues fuí al Campus. Y el licenciado... no estaba. Pero el chico que lo apoya, Ricardo, oyó mis cuitas. Le conté TOOOOODA la historia. Creo que se conmovió. Pagué los derechos, puso el sello. Sólo faltaba la firma de su jefe. Y su jefe no llegaba. Le llama al celular. ¡El jefe estaba en la oficina de la SEP de la que yo venía! Algo se puso verde en mis ojos cafés... supongo que el absurdo.

Afortunadamente, Ricardo tenía que llevar cosas para la SEP, con su jefe. Me invitó a subir a su carro y yo, con mi título cual si fueran hilos azules, salí hacia la oficina de la SEP. Entregué el papel. Ahora tendré que ir mañana, de 12 a 14 horas, UNICAMENTE, a recogerlo.

Y continuará la saga...

1 comentario:

VerdeCronopio dijo...

Vamos cronopio.. con la alegría que nos caracteriza..
hilos azules?