29.8.11

Ventanas abiertas

A mí lo que más me gusta en la vida, es mirar. Si es posible, detrás del reflejo para que nadie se dé cuenta que estoy ahí. Por eso cuando paso unos días acá, en los Países Bajos, me encuentro con tentaciones a la vuelta de cada esquina. El clima de estos lugares no es el mejor del mundo - entonces, es muy importante que las casas tengan unas ventanas enormes para que entre toda la luz que se pueda. Y, además, con tradición calvinista, el uso y constumbre era no poner pesadas cortinas en esas ventanas a pie de calle: todo el mundo puede ver lo que sucede adentro que nunca, nunca es nada malo.

Y llegan las redes sociales - las redes sociales que son como grandes ventanales a nuestras vidas. Y a veces estoy en Facebook como voy caminando por estas calles: sólo mirando, viendo qué reconozco, qué me gusta, qué no. Observando cómo alguien pasa sus vacaciones, o alimenta a su gato, o lee la última novela del último sueco que escribe cuentos de miedo. Es una cuestión de mirar.

Podríamos decir que algunas de las personas que hemos entrado de lleno a las redes sociales tenemos una especie de ética calvinista al respecto de las mismas: aquí no está pasando nada que no puedas ver. Por lo tanto, puedes verlo todo. Las fotos, las narraciones de nuestra vida en nuestro blog, los sitios a los que llegamos y a los que nos vamos. Y somos señalados con dedos acusadores por otros usuarios de la red (con una ética más judeocristiana, más de la culpa y la modosidad): "¿pero qué haces? ¿no ves que te expones a los otros? ¿no ves que no está bien que muestres lo bien que te va? ¿no te da miedo ser castigado (secuestrado, criticado) al mostrarlo todo?".

Este enfrentamiento es, al final, un poco falso. Nosotros, los calvinistas-exhibicionistas de la red, en realidad, siempre fingimos un poco. Creamos una narración en la que parezca que aquí dentro (allí afuera) no sucede nada prohibido. Pero no nos engañemos: también nosotros tenemos miedos y secretos y exclusivas que quedan escondidos detrás de algunos otros passwords o quizá, en nuestra vida real.

Extra, extra: Este artículo de LaVanguardia, titulado espectacularmente (al más puro estilo del Alarma! en México) "Las redes sociales hacen perder el pudor" y este del NYT sobre las ventajas que tenía encontrarse con un compañero de casa al que no habías hecho un profundo casting digital antes de que entrara a vivir contigo y como quizá los roommates sean los mejores entrenadores para cosas como el matrimonio, por ejemplo.

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