18.7.08

Desaparecidos

No hay dictaduras más crueles que las que nos imponemos a nosotros mismos. Olvidos más intolerables que los de nuestras palabras. Esos.

Alguien sale de la vida de uno. Desaparece. Casi siempre por decisión propia. Y lo borramos. De las listas del teléfono, de la compra (para qué comprar ese jugo de naranja si nadie se lo toma, o esas galletas con sabor a coco), de las lecturas. Y, los que escribimos - pequeños dictadorzuelos de bolsillo - también hacemos desaparecer definitivamente a los otros. Quizá puedan estar en algún rincón de nuestra memoria pero lo cierto es que ya no aparecen en nuestras letras, en nuestras narraciones cotidianas, en los recuerdos que compartimos. Los borramos. Fingimos que no existen.

Quizá tengamos miedo que alguien más se dé cuenta de que todavía están aquí, habitando las paredes. Quizá no nos guste darnos cuenta, ver, que no han desaparecido.

Por eso los borramos. Los obviamos. Los desaparecemos.

Yo lo he desaparecido a él (a veces - no ahora, por ejemplo). Y también he visto cómo él me desaparece. Y otros tantos. Se mudan, se casan, se embarazan, publican libros, se hacen mayores, pintan revólveres de colores, van de vacaciones, se ponen un poco más gordos, se enferman, se alivian, se olvidan.

Todo así. En ciclos.

Todos somos en el fondo un dictador terrible, un criminal de guerra que desaparece a aquellos a los que ya no podemos - o ya no queremos - amar.

2 comentarios:

luisitomx dijo...

irónicamente la dictadura del olvido es la mas democrática en esos casos...

Maria Jesus dijo...

Dice Benedetti que "el olvido no es victoria sobre el mal ni sobre nada"... Siempre nos queda la memoria....
Precioso texto, Cin. Besos