El martes por la noche Vero me convenció de que era una buena idea ir a una fiesta de disfraces de Halloween. Para las diez de la noche, yo no tenía disfraz y lo que quería era ponerme a ver House - que me apasiona por borde. Pero comencé a rebuscar en mis cajones. Y encontré unos aretes de la Catrina (unas calaveras guapísimas) que compré hace años a un artesano en Puebla. Entonces pensé que quizá era una buena idea disfrazarme de Frida Kahlo. Me hice trenzas, las reuní por la parte de atrás de mi cabeza, me pinté las cejas, me vestí con ropa normal. Y temí encontrarme las ochocientasmil Fridas en la fiesta.
Pues no había ninguna. Y, al final, gané el tercer premio del concurso de disfraces de la noche. Me reí muchísimo. Creo que fue un premio espurio - es verdad que los organizadores eran mexicanos y apelé a su nostalgia -, pero era a aplausos (nada de voto por voto, casilla por casilla).
El otro premio, mucho más relevante, me lo da Alberto Chimal en su blog Las Historias. Cada mes, Alberto organiza un concurso de minificciones a partir de una imagen. La historia se puede leer en este link.
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