Algunas mañanas, cuando despiertas, sabes que está por ahí: la intuyes, casi la hueles, pero no sabes muy bien dónde se esconde. Quizá en aquel rincón de la casa, en el balcón, entre tu ropa. Está, pero se escurre.
Otras mañanas, la nostalgia se sube a tu cama mientras duermes. Te mira, te hace cosquillas en la nariz... luego te sacude, te despierta y te deja mirando al techo, mientras se acurruca a tu lado y ella se vuelve a dormir.
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