Él, como muchos otros, me abrió una ventana a su vida por las redes sociales. Por ahí de vez en cuando me asomo, me entero de lo que le pasa, de cómo le va. Nos conocimos en un momento de cambio - él había perdido su trabajo, no estaba bien en su relación y, de golpe, decidió con algunos amigos viajar a Barcelona. Yo, por mi parte, me había quedado sin compañero de piso y pensaba que quizá tener a algún turista seleccionado podía ser una buena solución. Así llegó a casa.
No nos conocíamos de nada, pero nos caímos bien. No nos conocíamos de nada, pero se sintió cómodo, muy cómodo en casa. Y ví al pasar de los días cómo mejoraba su ánimo. El último día de su estancia, me acuerdo, me pidió permiso para hacer una fiesta. Invitó a sus amigos. Me pidió velas. Se lo pasó bien, en casa.
Fue, en suma, el compañero de piso más fugaz que he tenido jamás. Pero me encantó seguir por ahí, por esa ventana, viendo cómo las cosas comenzaron a irle cada vez mejor después de ese verano.
Hoy me sorprendió (y no) ver su cara feliz junto a una mujer que ama, vestidos de boda, muy a su estilo. A ella también la conocí - el año pasado volvieron a la ciudad y me invitaron a cenar. Me parecieron encantadores. Me encantó sentir que uno de mis compañeros de casa regresaba a verme, a un sitio donde había sido feliz.
Ahora me gusta pensar que esta ciudad, que mi casa, que en mi compañía, poco a poco las cosas comenzaron a cambiar. Lo veo sonreír y me da esperanza. Me hace sentir que comienza la primavera, que llegará el verano. Que toda esta luz que hoy nos fue negada (vaya día más gris en Barcelona) está aproximándose. Y se instalará más rápido de lo esperando, cambiando los días y, por qué no, también la vida. La de otros y, seguramente, la mía.
30.4.13
23.4.13
Botón
Dicen que para muestra basta un botón. Hay gente que imagina que te conoce y se imagina lo que ellos creen de tí. Hay otra gente que, de alguna manera impensable, te conoce. Incluso sin que tú lo sepas.
Este es un botón: Hace años recibí un mensaje el día de Sant Jordi que decía:
"Sé que eres de las que querrán un libro. Pero, también sé que, secretamente, tu corazón desea un rosa".
Y fue como verme en un espejo.
Este es un botón: Hace años recibí un mensaje el día de Sant Jordi que decía:
"Sé que eres de las que querrán un libro. Pero, también sé que, secretamente, tu corazón desea un rosa".
Y fue como verme en un espejo.
22.4.13
Silencio
El sábado y el domingo, guardé dos minutos de silencio por los atentados de Boston y el terremoto en Sichuan. El primero, en el Camp Nou. El segundo, en la línea de salida de carrera de Bombers en Barcelona. Había algo, sobre todo el domingo, que se parecía mucho al miedo - si a alguien más le había pasado mientras corría, por qué no a tí.
Pero así como a la gente de Sichuan su casa se le cayó encima sin esperarlo, hace 21 años a cientos de familias en Guadalajara se les abrió el suelo bajo los pies sin esperarlo, pero temiéndolo. Desde horas antes, el sector Reforma de mi ciudad natal olía a gasolina. Lo constató Alejandra Xanic, entonces reportera del diario Siglo 21 - ahora flamante ganadora del premio Pullitzer por su investigación sobre WalMart de México. Xanic fue de las pocas personas que se preocupó por hacer su trabajo cuando la gente reclamaba que olía demasiado a gasolina. Ella fue y reportó en el diario, lo reportó a las autoridades. Nadie hizo nada. Bueno, sí - le dijeron a la gente que abrieran las ventanas, que ya pasaría el olor.
Horas después, la ciudad se sacudió con una explosión - con una docena explosiones. Sin redes sociales, ni Twitter, ni nada, poco a poco comenzamos a escuchar la noticia de que una parte completa de nuestra ciudad había desaparecido. Ahí - donde olía a gasolina. Xanic y otros periodistas fueron a la línea de fuego, a contar lo que estaba pasando, para los que estábamos ahí y fuera. Pero las noticias llegaban lentas, con cuentagotas.
Mis recuerdos: humo - mucho humo en medio del calor sofocante de abril. Que tardamos en saber dónde estaban mi papá y mi abuelo - que no estaban en su oficina - y pasamos miedo. Que no entraban las llamadas telefónicas y por ahí de las diez de la noche hablamos con la familia en Tijuana que lloraba: los medios allá habían afirmado que había volado toda la ciudad. Que días después un médico amigo de la familia nos decía que no era posible que sólo se reportaran 150 muertos - él había visto calles abiertas con autobuses enteros adentro. Como en la foto.
La imagen gore de lo que sucedió entonces pareciera palidecer frente a los enfrentamientos del narco que últimamente protagonizan las portadas de los diarios de mi país. Pero no - porque los enfrentamientos del narco no siempre son parte de una absoluta falta de responsabilidad de los políticos que tenían que cuidar a la gente, darse cuenta que había una fuga de gasolina, que estábamos sentados sobre un polvorín.
Esos señores que se han tomado 21 años de silencio. No por respeto. Si no porque pueden no decir nada.
Los ciudadanos seguimos en silencio por los muertos. Y por la indignación. Parece que nadie siente que deba dar explicaciones. Ojalá que algún día nos acordemos de pedirlas... también en las urnas. Porque, como en la carrera de Bombers, hay algo que se parece mucho al miedo cada vez que eres consciente que estás en la misma situación - que no confías, en realidad, en lo que dicen las autoridades de tu país, de tu ciudad. Y eso también da miedo.
Más información: nota de El País de 1992, al día siguiente de las explosiones.
Pero así como a la gente de Sichuan su casa se le cayó encima sin esperarlo, hace 21 años a cientos de familias en Guadalajara se les abrió el suelo bajo los pies sin esperarlo, pero temiéndolo. Desde horas antes, el sector Reforma de mi ciudad natal olía a gasolina. Lo constató Alejandra Xanic, entonces reportera del diario Siglo 21 - ahora flamante ganadora del premio Pullitzer por su investigación sobre WalMart de México. Xanic fue de las pocas personas que se preocupó por hacer su trabajo cuando la gente reclamaba que olía demasiado a gasolina. Ella fue y reportó en el diario, lo reportó a las autoridades. Nadie hizo nada. Bueno, sí - le dijeron a la gente que abrieran las ventanas, que ya pasaría el olor.
Archivo de El Informador |
Mis recuerdos: humo - mucho humo en medio del calor sofocante de abril. Que tardamos en saber dónde estaban mi papá y mi abuelo - que no estaban en su oficina - y pasamos miedo. Que no entraban las llamadas telefónicas y por ahí de las diez de la noche hablamos con la familia en Tijuana que lloraba: los medios allá habían afirmado que había volado toda la ciudad. Que días después un médico amigo de la familia nos decía que no era posible que sólo se reportaran 150 muertos - él había visto calles abiertas con autobuses enteros adentro. Como en la foto.
La imagen gore de lo que sucedió entonces pareciera palidecer frente a los enfrentamientos del narco que últimamente protagonizan las portadas de los diarios de mi país. Pero no - porque los enfrentamientos del narco no siempre son parte de una absoluta falta de responsabilidad de los políticos que tenían que cuidar a la gente, darse cuenta que había una fuga de gasolina, que estábamos sentados sobre un polvorín.
Esos señores que se han tomado 21 años de silencio. No por respeto. Si no porque pueden no decir nada.
Los ciudadanos seguimos en silencio por los muertos. Y por la indignación. Parece que nadie siente que deba dar explicaciones. Ojalá que algún día nos acordemos de pedirlas... también en las urnas. Porque, como en la carrera de Bombers, hay algo que se parece mucho al miedo cada vez que eres consciente que estás en la misma situación - que no confías, en realidad, en lo que dicen las autoridades de tu país, de tu ciudad. Y eso también da miedo.
Más información: nota de El País de 1992, al día siguiente de las explosiones.
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