Son las nueve y media de la mañana y me cuesta, más que en todos los días de la semana, salir de casa. El invierno trae consigo una inevitable nostalgias - más las que agregamos nosotros -, pereza de ir al gimnasio, un montón de trabajo relacionado con el año nuevo, más el insomnio regular de los últimos días festivos, de la cercanía del cumpleaños. Miro la calle con desconfianza. No me parece que ahí, bajo el sol lagañoso, haya algo que mejore la sensación de protección de casa.
Pero salgo - porque hay que sentarse frente a este escritorio, mirar la luz caminando en el edificio de enfrente, las caras de angustia del resto de la gente en la biblioteca, que estudia. Hay que simular que el mundo camina, como siempre.
Tan concentrada en mi falta de ánimo voy que me olvido de mirar a mi alrededor. Me olvido de los patrones que hacen las piedras de la calle, de la manera en como corre el agua con cloro con la que limpian las mujeres de las tiendas, el rocío sobre las hojas de las plantas de algunos balcones.
Cuando paso por enfrente del Palau de la Música y a pesar de que los audífonos han hecho la mayoría de los sonidos ambientes casi inaudibles oigo claramente la onomatopeya del asombro: "¡ooooohhhhh!". Y me encuentro a tres decenas de pequeños, entre tres y cuatro años, tomados de las manos de sus maestras, recargados contra la pared y mirando los azulejos, las esculturas, las formas del Palau. Me quito por un momento los audífonos. "¿Ven qué bonito que es? ¿Y todas las esculturas tan chulas? ¿A que es muy bonito? A ver, digamos todos: oooooohhhhhh". Y por un momento todas sus manecitas envueltas en guantes pequeñitos se menten en los bolsillos y sus ojos se abren un poquito más y sus boquitas dibujan el círculo del asombro y hacen salir el sonido, el aire de sus pulmones. A voluntad, se maravillan de lo que tienen enfrente.
Esas son las cosas que uno debería saber y que a veces olvida, que te enseñan en el parvulario y luego te da por pensar que no son importantes. El asombro, la sorpresa, la gratitud.
Ciertamente, los días son mejores cuando vives con un poquito de asombro.
Nota al calce: Título robado del maravilloso "Things you should know" de A.M. Homes. Hay que leerlo.
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