1.10.11

Lo mucho que te quiero

El viernes me desperté, como siempre, con los sonidos que emite mi móvil. No sólo es que lo tenga conmigo todo el día - es que me lo llevo a la orilla de la cama, para que me despierte. Sé que se ha convertido en un apéndice que a algunos les parece simpático y otros definitivamente odian. Incluso tengo un amigo querido que prácticamente mide el tiempo en el que estamos juntos sin que yo atienda a los sonidos y lucecitas que me avisan de un nuevo mensaje.

Y el viernes amaneció enfermo. Logré estar en el gimnasio concentrada en clase, pero de pronto me preguntaba qué había pasado, qué iba a suceder si tenía que estar varios días sin móvil, sin mensajes gratuitos, sin correos electrónicos inmediatos, sin interacción con el resto del mundo.

Pensé en lo dependiente que me he vuelto de tenerlo cerca. Y luego me topé con este artículo del New York Times donde un investigador explica que el iPhone - que no es mi caso, pero bueno - ocasiona en sus dueños una especie de amor - los sentimientos que tienen relacionados al teléfono son lo más cercanos al amor.

El artículo cierra diciendo que las parejas que están cenando juntas mientras consultan sus teléfonos varias veces podrían (sin tener necesariamente en cuenta con quién se están mensajeando) estar siendo de alguna manera infieles: queriendo más al teléfono que a quien tienen en frente.

Tan acompañados... y tan solos...

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