El miércoles fuí con Gisela a verla a la función de las diez. Nunca imaginé lo que encontré - me cayeron los lagrimones y todo. La manera en la que está construida, contada, vista. Lo increíble que es ver a los bailarines tan cerca, tan junto a tí. La música, maravillosa - otra mezcla improbable. Y por ahí, descubrir a Jun Miyake. Los bailarines, cada uno haciendo su reconocimiento a Pina en su propia lengua. La visión única de las ciudades, los jardines, los interiores, los teatros.
Es, sin lugar a dudas, uno de los descubrimientos más hermosos que me ha traido el cine en los últimos tiempos. Y uno de los homenajes más sentidos: creo que así como la lluvia de mensajes electrónicos le deben haber sentado increíbles al señor Jobs, Pina Bausch debe sentirse contenta con esa película en la que todos vemos como veía ella, en la que la danza casi se puede tocar.
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