En realidad, es el "número de la comida": la revista del New York Times de la semana pasada iba de todas las cosas que usted quería saber de la comida pero nunca se atrevió a preguntar. Un millón de mininotas divertidas e incluso una serie fotográfica de por qué y qué cena la gente en familia.
Pero es también el asunto de la comida porque desde hace casi un par de semana decidí ponerme a régimen - a dieta, pues. Me dio después de ver a dos amigos queridos muy guapos y muy flacos y muy contentos consigo mismo. Yo, que tengo un espejo tamaño familiar en la sala de mi casa, tenía semanas saliendo de casa y mirandome con sospecha: era esa yo, ¿de verdad?
No es que ahora sea más yo. En realidad, hay menos de mí. Pero por alguna razón, me siento más cómoda. Claro que sufro porque no puedo comer pan, ni patatas, ni beberme una copa de vino de vez en cuando. En realidad sufro porque me he vuelto monotema y casi en lo único que pienso es en comida: en lo que me voy a comer, lo que me puedo comer, lo que no puedo ni pensar.
Y he descubierto que tiene una ventaja - cuando pienso en eso, no pienso en otras cosas. Me agobio menos. Respiro más. Y la pechuga con pollo sin grasa, extrañamente, parece haberse convertido en la mejor amiga de mi sanidad mental.
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