El miércoles no salí a la calle. Había huelga general y desde días antes había estado un poco incómoda, no sabiendo cómo afrontar a un montón de gente que no quería trabajar para mejorar sus condiciones de trabajo. No entendía contra quién era la huelga. ¿Contra el gobierno? ¿Porque su ley laboral no es buena? ¿Contra quién?
Mi jefe en la universidad había sido sindicalista. Me dijo que podía hacer la huelga o no, que era una cuestión de conciencia, pero que él me recomendara que no viniera a la oficina. Al fin y al cabo yo trabajo muchísimos días desde casa - y también tengo otros proyectos en los que trabajar ahí.
Me quedé. Escuché desde mis ventanas abiertas como una mañana tranquila se convirtió en un mediodía y una tarde de sirenas de ambulancias, patrullas e interminables vaivenes de helicópteros. Por un momento, tuve miedo. Encendí la televisión para quitármelo: ví lo que sucedía a través de las cámaras de los reporteros y de su narración.
¿Quiénes eran los que estaban ahí? ¿Qué querían? ¿Por qué lo pedían así? Ni idea. Ni siquiera tenía yo claro que los sindicalistas estuvieran detrás de eso. No creo que esta fuera la idea original de los piquetes informativos. Quise salir, pero lo pospuse. Alguien se había quedado con mi derecho de libre paso por el centro de la ciudad.
Y al otro lado del mar, Guadalajara tomada. El centro lleno de estudiantes exigiendo más dinero para la universidad - porque la universidad no tiene dinero. Me pregunto cuántos de esos estudiantes se están tomando más de los 5 ó 7 años necesarios para terminar la licenciatura. ¿Quiénes eran los que estaban allí? ¿Qué querían? ¿Por qué lo pedían así?
Se me revuelven las cosas y las imágenes en la cabeza. Y hoy, me río leyendo en los diarios que la tienda Levi's de Barcelona fue saqueada y que han encontrado a dos chicos con los pantalones puestos - con todo y las alarmas puesta. Al chico, que también traía un intercomunicador de la policía, se lo llevaron. A la chica, que traía consigo tres pantalones, sólo le dieron una "llamada de atención" porque la mercancía - obviamente robada - no sumaba en su valor más de 400 euros.
Como el diputado dormido que se quejó porque otro diputado lo descubrió con una foto en el Twitter.
Como el profesor que grita detrás de mí, diciendo que no es posible que los alumnos se sientan clientes de una universidad que - lo sé yo - los trata como clientes, no como alumnos.
Ah, la sincronía.
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