Estoy sentada en el segundo piso de la biblioteca. Una cosa es que no sepa si o cuándo me van a pagar por mi trabajo y otra muy distinta es que no trabaje. O lo intente, por lo menos. Se me acumulan los proyectos y los pendientes. Alguno de ellos, algún día, dará de dinero. No sé si lo sé a ciencia cierta o me lo repito como un mantra para convencerme.
Lo confieso: estoy un poco desencanchada en el nueveacinco. Dejé las redacciones por las oficinas por las aulas por las bibliotecas y ahora ya no sé. Después de un año y medio trabajando desde el escritorio de casa, anhelaba un espacio al que llamar mío, que me alentara a trabajar sin estarme molestando sobre la perenne capa de polvo que se acumula sobre mis libros.
Parece que la única palabra que suena a mi alrededor de manera constante es crisis. De los 30, del euro, de la narcopolítica, de los sistemas democráticos actuales. Confieso que últimamente me sale también más de la boca. Es fácil, una especie de comida congelada: me permite definir rápidamente un estado de indefinición, de pérdida.
El viernes, un grupo de okupas tomaron la sede de lo que era el antiguo Banco Español de Crédito en Plaça Catalunya. Dicen que quieren que sea el centro de operación para la huelga del próximo miércoles, que se espera que pare toda España. Una huelga general. ¿Por qué? Bueno, por malestar, supongo. Esta mañana estuve leyendo en uno de los periódicos gratuitos la explicación oficial, aquella de que la huelga es en contra de la nueva ley de empleo que permite despidos más baratos.
Tengo un amigo querido en Estados Unidos que teme ser despedido porque su despido en realidad no le costaría nada a la empresa. Tengo muchos amigos queridos en España que están viviendo del paro: algunos porque así lo quieren, otros porque no encuentran trabajo, otros porque aún no se han puesto a buscar. Tengo a otros tantos queridos en México preguntándose si deberían irse a algún sitio, o quedarse ahí, o no mirar. Tengo dos amigas con bebés recién nacido y otro por nacer en dos semanas. La vida sigue, siempre.
Me pregunto si podría ir a Plaça Catalunya a ver los interiores del edificio. Si el miércoles alguien contará que yo seguiré escribiendo de casa, a ver si logro terminar algo que valga la pena o valga algo en el mercado. Me pregunto si todos los lunes del otoño seguirán teniendo este rayo de sol intenso que no me deja ver la pantalla.
Ayer por la noche se terminó la Mercè, la fiesta de mayor de Barcelona, con un montón de fuegos artificiales. Después de un rato, las calles estaban vacías y húmedas, con olor a resaca. Mi fin de semana terminó esta mañana con tres alarmas de reloj despertador y un café con sal, en lugar de azúcar. Regreso. Siempre regreso. Creo que esta vez a ninguna parte.
Resaca. Tan buena palabra como Crisis para describir cualquier otra cosa.
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1 comentario:
Hey me ha parecido precioso, solo eso. Gracias por compartirlo.
junjo
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