31.10.10

Sobre la moda

Una cosa que me gusta mucho de Barcelona es que realmente puedes ir por allí vestido como te dé la gana sin que importe tanto - de hecho, sin que importe en absoluto. Es mi autocensura la que me impide salir a la calle en pantalones de pijama (tan cómodos y calientitos), pero casi podría asegurar que si lo hiciera nadie repararía demasiado en ello.

Esta relajación casi total tiene, sí, sus desventajas. Cada uno - o algunos - van a la búsqueda quijotesca de una estética distintiva, que los haga sobresalir. El jueves, por ejemplo, me topé con una persona de estas. Fuí al Palau de la música a escuchar un concierto por demás suigéneris (debí sospechar de un cartel compartido entre Jorge Drexler y De La Fé y Las Flores Azules). Sentada en mi espectacular asiento de gayola - o sea, allá hasta atr´s - descubrí con gusto que podría ver todo casi perfectamente cuando llegó ella.

Rubia, jeans, jersey negro... y una coleta como de Pebbles Picapiedra en el centro de su adorable cabezota - que era lo suficientemente baja como para dejarme ver perfectamente... sin la "fuente danzarina" de cabello que estuvo ahí, entre mis ojos y el escenario, todo el concierto.

En el fondo agradecí no haber tenido a la mano unas tijeras, porque probablemente en medio de una canción y otra, hubiera cometido un coleticidio flagrante...

Y, si es por seguirme quejando, había alguien detrás de mi que se sabía toooodas las canciones de Drexler pero no, no sabía cantar - no podía entonar si quiera. Pero cantaba, y cantaba, y cantaba... y había móviles que sonaban. Y una señora con un bebé. Llorando.

Al final, siendo esa la situación, faltaba sólo que pasara una cigarrera vendiendo tabaco, palomitas y ¡por favor! cervezas. Sobre todo para pasar el concierto de De La Fé, que son magníficos, pero no pegaban para nada con el entorno. En palabras de uno de mis acompañantes, era como meter a Chayanne a dar un concierto en el Liceu.

De la chica de la coleta, ni hablar más. Es todo parte de esa campaña en pro del civismo que tiene el ayuntamiento ahora por todos lados: "En Barcelona, todo cabe, pero no todo se vale".

Es lo que digo. No hay derecho.

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