10.3.10

Ante el silencio

Imagínese usted que nadie le oye. No es una cuestión de no poder hablar - es de no poder ser escuchado. Ya lo ha intentado con los vecinos, con la gente de casa, con los que suben en el mismo ascensor. Lo más que obtiene es una sonrisita amable y una inclinación de cabeza. Nadie le oye. Está convencido.

Comienza a hablar más fuerte. A gritar. A hablar con las plantas y con los animales. Con los botes de basura. Con la diario. Con el periódico. A intentar dialogar con las otras voces que usted sí que escucha. Pero nadie le oye a usted. Lo que tiene que decir no llega, no traspasa, no parece importar. No parece ni siquiera sonar.

No sabe si no lo escuchan o no lo entienden. Pero aunque diga las cosas más increíbles la gente no reacciona. El médico también sacude comprensivamente la cabeza y lo manda a casa con la misma medicación, aunque a usted ya no le duele el hombro derecho ni la garganta ni tiene subidas de azúcar: lo que le preocupa es que no le oyen. Pero nada: tecitos y antiinflamatorios. Ni el farmaceútico le dice más nada. Su presión está correcta. Ya lo sabe. Pero nadie lo oye.


Tiene cinco días sin hablar y tampoco está tan mal. Es una cuestión de ahorro de energía. Si nadie oye...

3 comentarios:

Gabriel Jiménez dijo...

Me gusta tu blog. Llegué a él por casualidad, nada más le dí klik a "siguiente blog". Que pases buenas noches... ¡y días! Gabriel Jiménez.

Anónimo dijo...

suele pasar u_u

Anónimo dijo...

Es muy cierto lo que tu dices, en la realidad son muy pocas las personas que nos oyen y entienden. Siempre pienso que la raza humana trata de parecer imperceptible para con sus semejantes, pero a lo largo de mi vida me voy dando cuenta que la gente oye mejor que lo que creemos, solamente que no quieren responder.
Pero bueno yo si escucho y oigo que tu también. Por suerte también podemos leernos. Habría que hacer un registro de gente que quiere escuchar.

Saludos.