Después de una semana en casa, encerrada, tose y tose, comienzo a tener cada vez más nostalgia de mi malcriadez usual cuando voy de paseo a México. Por ejemplo, el cuento del dentista en diciembre.
El señor dentista se puso su mascarilla y comenzó a explorar con cuidadito entre mis dientes y mis muelas. Por dentro de mí, yo esperaba que me dijera que todo estaba perfecto, que sólo me faltaba un baño de flúor. Pero no. Se incorporó, se quitó la máscara de la cara y le llamó... a mi mamá y a mi papá...
"A ver señores, acérquense por favor... quiero mostrarles las caries que trae esta niña..."
Dejé seguir el cuento unos diez minutos más hasta que no pude contenerme y decirle que bueno, tan jovencísima como para que hablara en tercera persona de mi enfrente de mis padres, pues tampoco. "¿Pues cuántos años tienes entonces?".
Le dije e hizo alguna broma con Dorian Gray. Al final, las circunstancias terminaron dándole la razón: mi papá pagó la consulta y siguió conduciendo el coche en el que regresaba a cenar a casa de mi abuelita.
Recortes de mi infancia superpuestos en mi vida adulta. Tan bonitos.
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1 comentario:
Me encanta... como te añoro Mexico.
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