Quizá lo debí de haber sospechado mucho tiempo atrás - a lo mejor cuando hice aquel sesudo postgrado sobre el coolness en donde me sentía tan fuera de lugar. Cuando insistía en vestirme con colores que estaban fuera de temporada o tenía que ir a buscar mis Converse a Estados Unidos en ciertos mercadillos, porque no estaban muy de moda. Yo nunca he sido lo más cool.
Me gustan más los lados B. La ropa que termina en rebaja. Los libros que después de un rato son vilipendiados y los automóviles cuya producción para más pronto de lo esperado. Como muchas cosas que desatan las iras alimentarias contra mí. Tengo poco odio hacia las naciones poderosas.
Podría presumir de en realidad soy una adelantada - que me gustan las cosas que vendrán más adelante. Pero no: la pura verdad es que soy más bien un imán que repele lo que viene de moda.
Una lástima.
Tiene una ventaja, sin embargo: si una canción, grupo, color de medias, sabor de refresco, estilo de zapatos, variedad de flores o ciudad me repele, quizá tiene grandes posibilidades de convertirse en un éxito desaforado. Podría, entonces, comenzar a detectar lo "bueno" por eliminación. Y seguir escondiendo mi iPod contra viento y marea.
27.11.09
23.11.09
"El Partido de Internet"
Ya me lo había explicado a grandes rasgos mi director de tesis la semana pasada en medio del Personal Democracy Forum. Resulta que algunos iluminados quieren crear el "Partido de Internet" - una especie de plataforma ciudadana que garantizará que los votos del partido se realizarán de acuerdo con lo que les digan por Internet su militantes. Su máxima es, vamos, la libre expresión y la escucha del pueblo.
Una sola cosa me parece profundamente sospechosa: si el partido es de Internet y quien sea que se quiera expresar a través de él y no tiene ninguna línea ideológica clara que seguir... ¿no les preocupa terminar haciendo cosas absolutamente contradictorias? ¿Defender un día el derecho a tener libre internet y el siguiente negar una ley a favor de mejores condiciones de salud o de vida?
No sé... esto de "vengan a nosotros que somos la panacea porque somos ustedes" me resulta tremendamente raro e incluso un poco perezoso. ¿Qué necesidad de trabajarte una postura política cuando puedes utilizar el populismo? ¿O será que me perdí de algo? Ya veremos qué pasa después del famoso congreso fundacional...
Una sola cosa me parece profundamente sospechosa: si el partido es de Internet y quien sea que se quiera expresar a través de él y no tiene ninguna línea ideológica clara que seguir... ¿no les preocupa terminar haciendo cosas absolutamente contradictorias? ¿Defender un día el derecho a tener libre internet y el siguiente negar una ley a favor de mejores condiciones de salud o de vida?
No sé... esto de "vengan a nosotros que somos la panacea porque somos ustedes" me resulta tremendamente raro e incluso un poco perezoso. ¿Qué necesidad de trabajarte una postura política cuando puedes utilizar el populismo? ¿O será que me perdí de algo? Ya veremos qué pasa después del famoso congreso fundacional...
Comfort Televisivo
Cuando comencé a ver Sex and The City tenía 23 años y estaba a punto de casarme. Tenía un trabajo de alta responsabilidad, muchas horas y sueldo medio (más bien medio bajo). Me parecía de lo más cool sentarme en mi cama de la gran ciudad, con una pizza y una copa de vino tinto a ver a esas mujeres que se supone que tenían, cuando menos, diez años más que yo. Aparentemente, tampoco tenían ni idea. Pero algunas cosas les iban bien en la vida. Vamos, la protagonista tenía un trabajo por el que yo hubiera matado en términos de contenido, una casa preciosa y montones de zapatos. Yo podría tener montones de zapatos.
En el fondo, tenía dos razones poderosas para verla: me daba una perspectiva de vida a la que aún podía llegar (me faltaban años) y podía consolarme cuando tomaba decisiones raras: si ellas podían, porqué yo no.
Acabé siendo gran fanática. Tengo todas las temporadas de la serie y la película en DVD. Pero confieso que hace un par de años comenzó a parecerme menos simpática - quizá fue que las pláticas con mis amigas empezaron a sonar extrañamente parecidas a las de la serie, que me dí cuenta que seguía con un trabajo mal pagado y no, ni era tan fashion ni tenía tantos zapatos.
Hoy, a mediodía, estaba viendo Los Simpsons durante la hora de comer. Confieso que, cuando comencé a verla, me identificaba primariamente con Lisa por muchas razones - pero principalmente porque también yo fui una niña sabelotodo insoportable. Los años pasan y ellos ni envejecen ni nada (el mejor secreto antiarrugas es ser amarillo) pero uno sí. Entonces, hoy me encontré con que Marge le decía a Homero que tenía 39 años.
39 años. Los mismos que cumplió este año el que fue mi marido. Pensé de inmediato en donde estaba mi casa con hipoteca, mis tres hijos y mis arranques de histeria familiar. Suspiré. Y volví a ver la serie con la comodidad que me da saber que no me parezco nada - ni en lo amarillo - a esa familia de Springfield.
En el fondo, tenía dos razones poderosas para verla: me daba una perspectiva de vida a la que aún podía llegar (me faltaban años) y podía consolarme cuando tomaba decisiones raras: si ellas podían, porqué yo no.
Acabé siendo gran fanática. Tengo todas las temporadas de la serie y la película en DVD. Pero confieso que hace un par de años comenzó a parecerme menos simpática - quizá fue que las pláticas con mis amigas empezaron a sonar extrañamente parecidas a las de la serie, que me dí cuenta que seguía con un trabajo mal pagado y no, ni era tan fashion ni tenía tantos zapatos.
Hoy, a mediodía, estaba viendo Los Simpsons durante la hora de comer. Confieso que, cuando comencé a verla, me identificaba primariamente con Lisa por muchas razones - pero principalmente porque también yo fui una niña sabelotodo insoportable. Los años pasan y ellos ni envejecen ni nada (el mejor secreto antiarrugas es ser amarillo) pero uno sí. Entonces, hoy me encontré con que Marge le decía a Homero que tenía 39 años.
39 años. Los mismos que cumplió este año el que fue mi marido. Pensé de inmediato en donde estaba mi casa con hipoteca, mis tres hijos y mis arranques de histeria familiar. Suspiré. Y volví a ver la serie con la comodidad que me da saber que no me parezco nada - ni en lo amarillo - a esa familia de Springfield.
El encanto de lo que (casi) ya había escuchado
Creo que John Mayer es un buen músico. Pero lo mejor para mí es que tiene la capacidad de, en su cursilez espantosa, hablarme directamente. Como diría el crítico del NYT: "Mr. Mayer is a precise and gifted underachiever".
El disco nuevo es lo máximo. He dicho.
El disco nuevo es lo máximo. He dicho.
Discreción
Es fácil que me encuentre gente conocida en la calle. Me gusta. Conocida mía - esto es. No famosillos. Me gustan aquellos arrebatos del destino que te acercan a alguien a quien no estás tan cercano. Los atesoro.
A veces, cuando veo a lo lejos a alguien, me doy cuenta que realmente a ellos no les gustaría verme en ese momento. Que no es conveniente. O quizá hasta bochornoso. Y la relaciones públicas que vive en mi sonríe y da dos pasos, se aleja.
Quizá, ahora me doy cuenta, lo hace porque son cosas que realmente no le importan, no le tocan. Y hace algunos días que lo encontré a él, caminando de la mano de una chica por una calle que no nos era común a ninguno, tuve la tentación de seguir caminando. Pero no pude. La niña ansiosa que vive en mí le dió una patada a la relaciones públicas y la dejó un lado mientras lo llamaba a gritos. Y él volvió la cabeza. Y al verme soltó la mano de la chica, a la que me presentó después. Fingimos normalidad, hasta nos reimos. Prometimos vernos - sin poner fecha. Nos dimos besos. Nos dimos la espalda sin volver la vista. Por lo menos yo no volví la vista.
Me vine caminando a casa con la niña inquieta, la relaciones públicas y un montón de recuerdos. Y la claridad de que mi discreción se acaba donde empiezan mis ganas de acercarme a aquellos que quiero.
A veces, cuando veo a lo lejos a alguien, me doy cuenta que realmente a ellos no les gustaría verme en ese momento. Que no es conveniente. O quizá hasta bochornoso. Y la relaciones públicas que vive en mi sonríe y da dos pasos, se aleja.
Quizá, ahora me doy cuenta, lo hace porque son cosas que realmente no le importan, no le tocan. Y hace algunos días que lo encontré a él, caminando de la mano de una chica por una calle que no nos era común a ninguno, tuve la tentación de seguir caminando. Pero no pude. La niña ansiosa que vive en mí le dió una patada a la relaciones públicas y la dejó un lado mientras lo llamaba a gritos. Y él volvió la cabeza. Y al verme soltó la mano de la chica, a la que me presentó después. Fingimos normalidad, hasta nos reimos. Prometimos vernos - sin poner fecha. Nos dimos besos. Nos dimos la espalda sin volver la vista. Por lo menos yo no volví la vista.
Me vine caminando a casa con la niña inquieta, la relaciones públicas y un montón de recuerdos. Y la claridad de que mi discreción se acaba donde empiezan mis ganas de acercarme a aquellos que quiero.
12.11.09
Peer pressure
Resulta que cada cuatro días me llegan por FB solicitudes para que me haga fan de una cosa y de otra: de grupos de consumo, de gente que escribe, de proyectos sociales, de causas por el medio ambiente. Algunas cosas me parecen interesantes, otras no.
Gran amiga del botón de "ignorar", últimamente me he encontrado con que las mismas personas me mandan una y otra vez las mismas solicitudes, como extrañadas de que hubiese yo leído mal o no estuviera entiendiendo del todo la relevancia que tiene que me una a una causa pública en contra de las bolsas plásticas en una red social.
Hay días que, sin contemplaciones, vuelvo a poner "ignorar" a todos. Otros, como hoy, que pienso que soy una mala amiga virtual y debería apoyar las múltiples causas e intereses de mis buenos amigos, que comparten sus cosas conmigo. Y que a lo mejor han dado aceptar a alguna cosa que les he mandado yo.
Uf. Qué cruz tan pesada esta de ser socially correct en línea.
Gran amiga del botón de "ignorar", últimamente me he encontrado con que las mismas personas me mandan una y otra vez las mismas solicitudes, como extrañadas de que hubiese yo leído mal o no estuviera entiendiendo del todo la relevancia que tiene que me una a una causa pública en contra de las bolsas plásticas en una red social.
Hay días que, sin contemplaciones, vuelvo a poner "ignorar" a todos. Otros, como hoy, que pienso que soy una mala amiga virtual y debería apoyar las múltiples causas e intereses de mis buenos amigos, que comparten sus cosas conmigo. Y que a lo mejor han dado aceptar a alguna cosa que les he mandado yo.
Uf. Qué cruz tan pesada esta de ser socially correct en línea.
10.11.09
Ilusiones y caprichos
Estabamos embarcados en una de esas labores tan dominicales como leer la revista de domingo de los diarios - cada uno la de una cabecera. La que yo tomé tenía un especial de vestidos de novia y me apresuré a llegar a ellos. Suspiré. "Es que los vestidos de novia... me gustan tanto...".
Primero me miró con desconfianza. Sólo me miró. Y luego dijo: "seguro lo estás diciendo en un tono sarcástico, ¿verdad?".
Tuve que explicarle que no había sarcasmo. Que, en honestidad total, a mi me encantan los anillos de pedida y los vestidos de novia. Que me parece un plan de lo más divertido ir a inventarme una historia de boda inminente para probármelos todos en una de esas inmaculadas tiendas de las grandes avenidas.
También tuve que detallar que no había razón para entrar en pánico: no es que quiera un vestido de novia por aquello de casarme y prometer amor eterno. Es que bueno, al pedacito de Cenicienta que todavía vive en mí, le siguen encantando - aunque sea para verlos de lejos - los vestidos de princesa.
Primero me miró con desconfianza. Sólo me miró. Y luego dijo: "seguro lo estás diciendo en un tono sarcástico, ¿verdad?".
Tuve que explicarle que no había sarcasmo. Que, en honestidad total, a mi me encantan los anillos de pedida y los vestidos de novia. Que me parece un plan de lo más divertido ir a inventarme una historia de boda inminente para probármelos todos en una de esas inmaculadas tiendas de las grandes avenidas.
También tuve que detallar que no había razón para entrar en pánico: no es que quiera un vestido de novia por aquello de casarme y prometer amor eterno. Es que bueno, al pedacito de Cenicienta que todavía vive en mí, le siguen encantando - aunque sea para verlos de lejos - los vestidos de princesa.
2.11.09
5x5: Salamanca
1. Vista
- Las paredes de los edificios del centro, que se ven dorados con la luz artificial o con el sol directo
- El agua del río tan brillante que refleja los árboles alrededor
- Los pequeños detalles escondidos en la cantera de la Universidad (sí, la famosa rana) y la Catedral Nueva (el astronauta)
- La iglesia de San Martín, de planta redonda e interior de basilica
- La Plaza Mayor, tomada por un montón de libreros haciendo su feria del libro
2. Olfato
- Las manzanas verdes que ponían sobre la mesa de noche en mi hotel
- El olor característico de la carne de cerdo guisándose en todos lados entre las dos y las cuatro y media de la tarde y las ocho y las diez de la noche
- El cigarro, tan omnipresente en todos los bares con excepción del de la Universidad
- Mi perfume en alguien sentado enfrente de mí
- El pescado en el mercado que estaba enfrente de mi hotel
3. Gusto
- Los potajes y las sopas consistentes de todos los días, servidas tan calientes que quemaban la lengua
- Un pincho de pimiento relleno de tortilla acompañado de un vino Rueda fresquito por dos euros
- Café con cacaolat en el hotel en las mañanas
- Mousse de yogurt en un restaurant de menú donde comí dos días
- Agua del grifo en el bar, después de tomarme tres whiskies, mientras me deshidrataba bailando
4. Oído
- La voz de la guía recordando a Fray Luis de León: "Como decíamos ayer..."
- Los merolicos borrachos que gritan que "tienen hambre", regodeándose en la acústica de la ciudad
- Una gringa cantando "Bésame Mucho" con un conferenciante borracho a media cuadra del Palacio de Maldonado
- Un señor que vendía boletos de la Once, en calle Toro, gritando el número que terminaba el ocho. Le compré un pedacito y sacamos el reintegro.
- Los acentos - los mexicanos que se burlaban de mi acento "español" y los españoles que descubrían mis mexicanismos
5. Tacto
- Las pequeñas florecitas de los dientes de león en los parques
- Las sábanas frescas y un poco rugosas de mi hotel
- La manera en cómo el bolígrafo se deslizaba sobre el papel mientras tomaba notas
- El interior de los bolsillos de mi chaqueta, donde guardaba mis manos por el frío
- El ligerísimo relieve de los vítores sobre las paredes del Instituto y la Universidad
-
- Las paredes de los edificios del centro, que se ven dorados con la luz artificial o con el sol directo
- El agua del río tan brillante que refleja los árboles alrededor
- Los pequeños detalles escondidos en la cantera de la Universidad (sí, la famosa rana) y la Catedral Nueva (el astronauta)
- La iglesia de San Martín, de planta redonda e interior de basilica
- La Plaza Mayor, tomada por un montón de libreros haciendo su feria del libro
2. Olfato
- Las manzanas verdes que ponían sobre la mesa de noche en mi hotel
- El olor característico de la carne de cerdo guisándose en todos lados entre las dos y las cuatro y media de la tarde y las ocho y las diez de la noche
- El cigarro, tan omnipresente en todos los bares con excepción del de la Universidad
- Mi perfume en alguien sentado enfrente de mí
- El pescado en el mercado que estaba enfrente de mi hotel
3. Gusto
- Los potajes y las sopas consistentes de todos los días, servidas tan calientes que quemaban la lengua
- Un pincho de pimiento relleno de tortilla acompañado de un vino Rueda fresquito por dos euros
- Café con cacaolat en el hotel en las mañanas
- Mousse de yogurt en un restaurant de menú donde comí dos días
- Agua del grifo en el bar, después de tomarme tres whiskies, mientras me deshidrataba bailando
4. Oído
- La voz de la guía recordando a Fray Luis de León: "Como decíamos ayer..."
- Los merolicos borrachos que gritan que "tienen hambre", regodeándose en la acústica de la ciudad
- Una gringa cantando "Bésame Mucho" con un conferenciante borracho a media cuadra del Palacio de Maldonado
- Un señor que vendía boletos de la Once, en calle Toro, gritando el número que terminaba el ocho. Le compré un pedacito y sacamos el reintegro.
- Los acentos - los mexicanos que se burlaban de mi acento "español" y los españoles que descubrían mis mexicanismos
5. Tacto
- Las pequeñas florecitas de los dientes de león en los parques
- Las sábanas frescas y un poco rugosas de mi hotel
- La manera en cómo el bolígrafo se deslizaba sobre el papel mientras tomaba notas
- El interior de los bolsillos de mi chaqueta, donde guardaba mis manos por el frío
- El ligerísimo relieve de los vítores sobre las paredes del Instituto y la Universidad
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Sobrepolitizada - porque sí quiero una consulta sobre la independencia catalana
Me pasé la semana pasada en un Congreso de Estudios Electorales. Las palabras "encuesta", "percepción", "abstencionismo" y "concurrentes" - entre otras - me persiguen entre sueños como si fueran mosquitos. La verdad es que no he logrado desconectar del todo. Y me da gusto - eso me da aunque sea la esperanza de que algún día volveré a lo que me falta de la tesis.
Justo en este contexto, me encuentro con un montón de encuestas como electorales en tiempo no de elecciones sino de escándalos. Decirles, queridos lectores de allende el mar, que acá los queridos muchachos están descubriendo corruptelas una tras otra. Y se da den manazos y ya no saben ni cómo comportarse... pasa lo que pasa.
Entre las ochentamil encuestas - de intención de voto, de quién cree uno que era el origen de Cristóbal Colón (verídica, ver aquí) o las predicciones de ganancias del Barza, uno tiene la impresión de que igual las encuestas son a los adultos lo que los chismógrafos son a los alumnos de secundaria: todo lo que querías decirme pero no te atreves en un papel.
Entre la ola de encuestas, hoy leí una en la que se afirma que una mayoría del 53% de los habitantes de Catalunya estaría a favor de que hubiera una consulta sobre una posible independiencia, aunque sólo un 35% votaría a favor de la separación entre el estado. A mí lo que me entusiasma es que la gente vea la democracia como un instrumento de consulta propio, en el que puede salir a la calle, opinar, decir, de manera clara, lo que le gustaría. No estoy en contra de la democracia representativa, para nada, pero a veces me parece que estaría bueno preguntar a la generalidad en serio, para dejarnos de arengas sobre lo que podría ser o lo que dicen las encuestas.
Claro que, por ejemplo, esta encuesta puede ser una falsa y que nadie nunca quiera ir a votar. Pero con el famoso descrédito a los políticos, creo que sería más fácil y atractivo para la gente votar o elegir entre ideas que entre sonrisas colgate.
Ya, estoy sumamente densa e imposible. Lo siento.
Ah, por cierto: me gané un reintegro en la lotería. Seguiremos jugando a ver qué más toca. Capaz de que así se me olvida todo este asunto tan democrático.
Justo en este contexto, me encuentro con un montón de encuestas como electorales en tiempo no de elecciones sino de escándalos. Decirles, queridos lectores de allende el mar, que acá los queridos muchachos están descubriendo corruptelas una tras otra. Y se da den manazos y ya no saben ni cómo comportarse... pasa lo que pasa.
Entre las ochentamil encuestas - de intención de voto, de quién cree uno que era el origen de Cristóbal Colón (verídica, ver aquí) o las predicciones de ganancias del Barza, uno tiene la impresión de que igual las encuestas son a los adultos lo que los chismógrafos son a los alumnos de secundaria: todo lo que querías decirme pero no te atreves en un papel.
Entre la ola de encuestas, hoy leí una en la que se afirma que una mayoría del 53% de los habitantes de Catalunya estaría a favor de que hubiera una consulta sobre una posible independiencia, aunque sólo un 35% votaría a favor de la separación entre el estado. A mí lo que me entusiasma es que la gente vea la democracia como un instrumento de consulta propio, en el que puede salir a la calle, opinar, decir, de manera clara, lo que le gustaría. No estoy en contra de la democracia representativa, para nada, pero a veces me parece que estaría bueno preguntar a la generalidad en serio, para dejarnos de arengas sobre lo que podría ser o lo que dicen las encuestas.
Claro que, por ejemplo, esta encuesta puede ser una falsa y que nadie nunca quiera ir a votar. Pero con el famoso descrédito a los políticos, creo que sería más fácil y atractivo para la gente votar o elegir entre ideas que entre sonrisas colgate.
Ya, estoy sumamente densa e imposible. Lo siento.
Ah, por cierto: me gané un reintegro en la lotería. Seguiremos jugando a ver qué más toca. Capaz de que así se me olvida todo este asunto tan democrático.
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