30.7.07

Ginebra en viñetas


- Siempre me han gustado las ciudades en las que se hablan muchos, muchos idiomas. Ya oficialmente Ginebra maneja tres. El mesero que nos sirvió el viernes por la noche mezclaba el francés con un fortísimo italiano. Yo mezclaba mi francés con inglés, catalán y español. Tampoco lo puedo culpar de nada.
- En todo el centro de la ciudad hay enormes fuentes iluminadas con flores diversas. El agua corre, constantemente. No hay necesidad de cerrarlas. El lago Ginebra lleva la fuerza del agua que baja de las montañas. En este lugar, el agua de la llave sabe mejor que el agua embotellada.
- Todas las tiendas de gran lujo se concentran en un par de cuadras, y conviven con incontables tienditas de souvenirs con la bandera roja con blanco. ¿Alguien se ha dado cuenta que es el negativo de la Cruz Roja? No podemos decir que el fundador haya sido justamente muy creativo...
- Mientras paseaba la noche del viernes, un Rolls Royce negro con cuatro personas pasó a velocidad muy lenta delante de mí. Uno de los ocupantes del vehículo, moreno, con intensos ojos oscuros, me miro fijamente y me sonrío. Creo que me sonrojé.
- Después de hacer el check-in en el hotel, la chica nos advirtió que había que comprar todos los chocolates y los relojes el sábado, porque el domingo no abre nada. Y es cierto.
- Comenzamos a recorrer la ciudad el sábado temprano. Mi papá ayudó a unas señoras a armar una carpa. Después resultó que eran unos anti-taurinos a los que la policía quizo echar repetidas veces durante el día sin éxito. Sin embargo, por la tarde, se pusieron unos chicos que pedían la liberación del pueblo palestino: ellos se quitaron a la primera llamada de atención.
- Mi papá me compró un reloj negro de pulsera. Y fui muy feliz.
- Temíamos que hiciera frío, pero no imaginamos que haría tal sol que me dejaría la nariz similar a la de un reno (de tan roja). Caminamos por los parques y comimos un sandwiches, siendo atacados por pájaros pequeños (agraristas, les dicen en México), palomas y avispas que querían un pedazo de mortadela. Hicimos fotos. Mi mamá se insoló. Un perro se metió a espantar a los cisnes en pleno lago de Ginebra. Por cierto: qué feos son los cisnes grises. Ugh.
- En la tarde caminamos por la ciudad vieja. A eso de las cinco y media, comenzaron a sonar las campanas de la catedral protestante de San Pedro. Al principio creí que mis oídos me engañaban pero no: el encargado de las campanas tocó tres canciones de Sting, empezando por Fields of Gold. Al final, cual Quasimodo, se asomó desde el campanario para recibir los aplausos de sus fans congregados en la plaza.
- En Ginebra nacieron y vivieron un montón de personajes famosos - hay plaquitas en todos lados atestiguándolo. La que más me gustó fue la de Borges (que vivió y murió en el número 28 de la Gran Rue). Me gustó porque además tiene la siguiente inscripción, del mismo escritor: "De todas las ciudades del planeta, de las diversas e íntimas patrias que un hombre va buscando y mereciendo en el decurso de los viajes, Ginebra me parece la más propicia a la felicidad".
- Escuchamos un concierto de órgano en la Catedral. Yo, la verdad, lo escuché a la mitad. A veces estaba dormida y otras tantas pensando en el porvenir. Maldita la manía de no poderme concentrar en las iglesias reformistas, limpias y llenas de vitrales florales, por estar pensando en esas cosas que me agobian, pero que me siguen por todos lados.
- A los que creían que Burger King y McDonald's son lo mismo en todos lados: no es cierto. Y hay sitios en los que el caos multicultural es mayor que en otros. Por ejemplo, el Burger King de la Rue Montblanc: nunca había visto a nadie gritarle a una de las chicas de la cocina desde el mostrador (del lado de los clientes) contándole los chismes de los vecinos.
- De regreso al hotel, viendo la luna enorme y la fuente de Ginebra, pensé que quizá podía quedarme. En realidad, parece un buen sitio. Y hacen Toblerones de 5 kilos.
- El domingo pasamos un rato grande tratando de entender el sistema de transporte. Compramos los boletos. Nadie los revisó nunca. Fuimos al Palacio de las Naciones Unidas, que es un poco decadente, como la sede en Nueva York. Yo, que soy muy mala, puse en apuros al guía. Él dijo: "pregunten lo que quieran". Yo dije: "Cuál es la diferencia entre el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial". Él se puso rojo, balbuceó y perdió los papeles: "si supiera eso, quizá trabajaría de diplomático y ganaría tres veces lo que gano". Qué formas son esas. La verdad es que me sentí culpalble al final. Pero qué vamos a hacerle.
- Regresamos al centro en tranvía, que le hacía ilusión a mi papá. Comimos un fondue que a todo el mundo le pareció muy salado menos a mí. No sé si nos faltaba vino tinto o si yo todavía seguía muy resfriada. En una mesa detrás de nosotros se sentaron un grupo de estudiantes de música: mexicanos y catalanes. Qué hacerle. Me persigue el destino.
- Fuimos a ver el momento a los Reformadores por insistencia mía. Es muy bonito: majestuoso pero elegante, blanco, ilustrativo, cálido. Y más el parque en el que está, con su pasto muy verde y sus flores de colores. Ahí sí me quería quedar a vivir.
- Después de recoger las maletas y comprar un helado de mango con fruta de la pasión (!), subimos al autobús. Junto a mí, iba una vietnamita creo que borracha gritándole a toda la gente. Creí que aguantaría pero me cambie de lugar en cuanto tuve oportunidad. Es una de esas cosas que me pone muy nerviosa.
- El sistema de revisiones suizo es de lo más sui-generis. El primer filtro no es de seguridad, sino de inmigración, y realmente podría no estar (ni te revisan nada). Después hay tiendas y luego están los filtros de seguridad. Lo curioso es que uno tiende a comprar cosas en el duty-free entre las que están las famosas navajas suizas - y las puedes pasar por el arco magnético si traes tu nota. Un poco raro, me parece a mí.
- Me olvidé de comprar una banderita. ¿Alguien me acompaña de regreso?

2 comentarios:

Rax dijo...

*Rax levanta la mano como niña aplicada* ¡Yo, yo yo! ¡Yo te acompaño! ¡Qué gusto de viaje y que te haya ido lindo!
Te mando abrazos.

leeleean dijo...

Yo también pierdo toda capacidad de concentración en CUALQUIER iglesia. Je. Y debo confesar que de niña pensaba que por eso iba a ir al infierno. Chales, andaba remal.