Un gorrón o una gorrona es cómo se llama en mexicano a quien llega a las fiestas a las que no lo invitan, o siempre come y bebe a cuenta de los demás. Creo que ayer rompí todos mis récords de gorronez... aunque siempre cabe la esperanza de pensar que soy una histérica y que simplemente "me invitaron".
Fuí a conocer a B, una chica que me ha ayudado en algunos de los procesos de la homologación del título. Estaba con un amigo suyo, en una cafetería monísima. Hacia calor. Pedimos una botella de vino rosado, fresco. Risas, muchas risas. Me dijeron que tenían una reservación para cenar y que me habían incluido. Yo tenía un concierto a las diez - oficialmente - pero asumí que alcanzaba a cenar. Pedimos la cuenta y la pagó él. "Yo invito". Caray, gracias, pensé y dije. Pero no termina ahí. Fuimos a un restaurante monísimo en la parte más vieja de Barcelona, los tres más el novio de B y otros amigos. Comimos perfecto. Todo iba muy bien - más risas - cuando me mandaron un mensaje de que tenía que irme al otro compromiso ya aceptado. Quise escabullirme... y no tenía dinero en efectivo. Pregunté si iba al cajero o qué. Todos dijeron que lo cobrarán con una cerveza en casa, que no me preocupe. Yo sí me preocupo, pero es lo que hay.
Luego, pagué la entrada al concierto pero ya no llegué a las cervezas - que me las pagó L - era su cumple y fue conmigo y todo. Al salir del concierto, de regreso a casa, también nos comimos un helado... doble y todo.
Hoy amanecí sintiéndome un poco culpable. ¿Será que debo disfrutar más sin preocuparme tanto? Saaabe.
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1 comentario:
Me ha gustado el articulo. Creo que todos albergamos un "picador" dentro, es uno de nuestros yo, quizas el o uno de los mas fresco y encantador que poseemos. Ademas sale en momentos concretos: cuando llevas una huasca espantosa, cuando no tienes dinero y no te queda otra cosa ... JLV
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