Pues parece que el maniquí se va. Y no precisamente de regreso a las fauces de El Corte Inglés, de donde parece haber salido. No. Se va con alguien que sabe pagar su buen gusto y su manera de argumentar. Bien por el maniquí. Supongo.
Lo cierto es que - como buen maniquí - no ha dicho nada. Y entonces genera a su alrededor, a su paso y sin él, una serie imposible de rumores que ahora revolotean como mariposas de colores por todos los despachos, por el almacén, por las cabecitas de los agentes comerciales en cada esquina de la península ibérica.
Ahora, como telenovela, a esperar el próximo capítulo.
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