Había una canción de los Santa Sabina - que hay que decir que a mí nunca me gustaron - de la cual me sé sólo la primera frase del estribillo. Sobre todo porque muchas veces se puede aplicar a mi estado medio. A saber, dice: "estando aquí no estoy".
Hoy bajé con el Maniquí - que sí vino a trabajar, quién sabe Dios porque designios y gracias - para hablarle de mi posible reincorporación al mundo estudiantil a través del doctorado. Me miró desde su altura (hoy también venía de jefe) y, siguiendo con el juego bíblico que tiene desde el viernes que iba de Mártir (sí, con mayúscula) me dijo que esa decisión, de flexibilizarme el horario, no podía tomarla él. Que tendría yo que esperarme a que regrese con su sustituto que piensa sacar del agujero negro que está detrás de la nave industrial donde trabajamos - digo, porque en otro lado no creo que encuentre un director general con libre disposición - para preguntarle a él. Esto es, hoy, en lugar de corderito, se convirtió en Pilatos que-se-lava-las-manos. Yo, como es mi costumbre, lo odié concienzuda, lenta, minuciosamente.
Entonces cuento las horas en retroceso. Muchas cosas por hacer, poco tiempo, poquísimas ganas. Le agrego un dolor de cabeza molesto como el ruido de tu vecino que tiene una bicicleta estacionaria en el estudio. Seguramente hoy me iré temprano.
Anuncios-avisos felices: Además de que estoy muy contenta porque voy a ver a mi adorado Bef la próxima semana, estoy más contenta porque el 4 de noviembre se va a presentar Gel Azul (del cual fuí lectora beta) en Dos Hermanas, Sevilla. Los que puedan, hayquir.
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