29.8.06

Ni contigo ni sin tí

El tema político en mi adorado país se ha vuelto tan escabroso que ya no queremos ni tocarlo. Las posiciones tan encontradas (y enconadas) nos ha convertido en un país enojado, dividido y desconcertado. ¿Qué hacer? ¿A dónde ir?

Cuando todo falla, uno quiere creer en algo. Sentir que todavía hay algo en lo que creer. A mí me sucedía con el IFE. La primera elección en la que pude emitir mi voto fue la elección del cambio de gobierno después de 70 años. Y confío en un sistema absolutamente ciudadano para contar los votos. También sé que puede haber errores humanos. E incontables fraudes con nombre propio (el embarazo de urnas, etc). Sin embargo, hay un detalle de lógica que se les olvida a los que aseguran que hubo fraude en la actual elección.

Para que un fraude sea fraude, cuando yo quiero que alguien gane a toda costa, no le chiquiteo los votos. Se los pongo todos. ¿Qué necesidad hay de ponerlo en duda, de dejarlo con tan poquito margen? ¿O qué, intentaron hacer fraude y luego se arrepintieron, por eso hay pocos votos de diferencia? La verdad es otra: la verdad es que había un voto dividido. Sí. Pero en México se gana por un voto. Uno solito. El chiste es que las cámaras - en donde el PRD está bien representado, por cierto, y cuyas elecciones sospechosamente no se impugnaron - no sean de mayoría absoluta y permitan así el diálogo y la defensa de todos los intereses de los mexicanos, por distintos que sean.

Pero a don Andrés Manuel no le basta. El quiere ser presidente - quiere su lancha, quiere su lancha, quiere su lancha. Eso de perder por un voto vale si el que pierde es Calderón. Si el que pierde es él se llama "usurpación". Y ahora, dice, ya decidió que se va a autonombrar presidente porque no es justo que le quiten la silla. Chale. Me recuerda a las niñas ricas que lloraban hasta que sus papás compraran todos los votos a fin de convertirlas en reinas de la primavera.

Hoy hasta el New York Times, que defiende al PRD por ser considerado "izquierda moderada" (¿eso existe en México? ¿de verdad?) ya hace un llamado en su editorial a la cordura. Y es un llamado fuerte. Aunque continua diciendo que está muy mal que Calderón no haya pedido el recuento - eso, señores, era quitarle todo su valor y confianza al sistema electoral mexicano - y que diga que puede gobernar sin el PRD - ¿de verdad dijiste esto, don Felipe? ¿qué pasó con la idea del gobierno incluyente? -, ya le dice directamente a López Obrador que se deje de jaladas. Que está, literalmente, de quejica (¿quejoso?) berrinchudo.

Me permito dar mi propia traducción del artículo porque creo que es interesante. Es muy interesante que el diario gringo que le prestó sus páginas editoriales para que lanzara consignas le dija: "ástese quieto". Digo, nada más es cuestión de escuchar, don Andrés Manuel. Chance y ya se le pasaron a usted de tueste sus arguendes.

Yo apoyo la decisión del Tribunal y abogo por un gobierno plural e incluyente. No quiero a mi país convulso un día más. Basta. Por favor.

El Recuento de México
(artículo editorial publicado en el NYT del 29 de agosto. Traducción de Ana Cinthya Uribe)

Durante ocho semanas, Andrés Manuel López Obrador ha hecho de su reclamo de fraude electoral la base para lo que amenaza en convertirse en una protesta permanente de la elección presidencial en México. Ayer, el tribunal electoral de México desechó las bases de sus reclamos. En un recuento del nueve porciento de las casillas, los jueces no encontraron evidencia de fraude generalizado, pues los errores existentes cambiaban muy poco los resultados.

El tribunal electoral aún no ha declarado que Felipe Calderón, del partido gobernante Acción Nacional, sea el próximo presidente de México. Tiene hasta el 6 de septiembre para pronunciarse sobre si el presidente Vicente Fox y algunos grupos empresariales interfirieron ilegalmente en la elección. Nadie debe pedirle al señor López Obrador que ceje en su empeño antes de que se dé a conocer el dictamen. Pero es tiempo de que él termine con sus protestas y se comprometa a respetar la decisión final del Tribunal.

El señor López Obrador, quien está detrás del señor Calderón por menos del 0.6 por ciento de los votos, asegura que él ganó en realidad y ha prometido hacer ingobernable el país hasta que su reclamo sea reconocido. Sus seguidores han establecido campamentos que han paralizado partes de la Ciudad de México. El señor López Obrador argumenta que sólo un recuento total podría haber sanjado la cuestión. En un país donde el fraude electoral solía ser una rutina, un recuento total hubiera sido de hecho lo mejor.

Pero en este caso parece ser que el voto fue realizado de manera correcta, y se está llevando a cabo un proceso claro y completo para analizar las quejas. El tribunal electoral es respetado e independiente. La continua insistencia del señor López Obrador al respecto de que le robaron ahora suena como a un berrinche. Si no desiste, su partido, ahora el segundo más grande del país, deberá decidir si es que la organización es más grande que la persona y si su rol es como oposición dentro - no fuera - de los procesos democráticos.

Sin embargo, el señor Calderón también tiene que dar la cara. Erró en oponerse al recuento. Y aunque sus asesores insisten en que no necesitan al Partido de la Revolución Democrática para gobernar de manera efectiva, eso es un error. El señor Calderón tiene menos del 36 por ciento de los votos y su partido no alcanzó la mayoría ni en la Cámara de Diputados ni en el Senado. El país está divido por clases y geográficamente, donde los ricos estados del norte apoyan al señor Calderón y el sur empobrecido mira hacia el señor López Obrador.

Incluso en el caso de que pudiera gobernar por él mismo, el señor Calderón estaría haciendo política en una caja de ecos para la élite mexicana. El señor López Obrador tiene fallos que aparentemente le impidieron llegar a la presidencia. Pero esto no quiere decir que los millones de mexicanos que se sentían representados por él deban permanecer en el silencio.

1 comentario:

Tonto Simón dijo...

Pues yo estoy totalmente de acuerdo contigo. Claro, pero en este país es muy "chic" ser de AMLO (nadie sabe bien por qué, ni por qué están Camacho Solís, Bartlett y hasta Albores tras este movimiento). Todo esto hace que no se puedan tener conversaciones a modo y se alejen algunos amigos. Lo ridículo es que, visto a la luz, todos deberíamos estar parcialmente de acuerdo.