Acabo de leer Le Monde Diplomatique. Dice el artículo de portada de la versión en español que el fraude electoral cometido en México sólo tiene parangón si se le compara con el cometido en Ucrania hace unos años. Que no se pueden explicar como nadie en la comunidad internacional reacciona como lo hicieron entonces… pero claro… es que México es un territorio de intereses para los grandes capitalistas de nuestra era entonces nadie dirá nada del vergonzoso suplicio al que ha sido condenado López Obrador. Nadie, porque les conviene que las cosas vayan así.
Cuenta el articulista de portada como herramientas del control gubernamental como Televisa y Tv Azteca han hecho – sin éxito – una campaña de abatimiento al señor López Obrador, quien ha aguantado como un campeón estas y otras injurias - ¡qué digo injurias! ¡incontables levantamientos de falsos! – como cuando quisieron juzgarlo y quitarle su protección por haber desatendido un juicio que concernía a la construcción del ingreso a un hospital.
Lo triste de que lo diga Le Monde Diplomatique es que es LMD. Y que nadie tiene porque cuestionarle lo que dice. Y que está en portada. Ilustrado con una calavera de Posadas. Claro que LMD no habla nunca de la corrupción al interior del gobierno de la Ciudad de México, que dirigía el injustamente-tratado, sólo-comparable-a-mártir-de-la-democracia López Obrador. Ni de los 80 mil pesos que ganaba su coger cuando el sueldo mínimo era de tres mil. Ni que la orden que desobedeció y que dio el permiso por sus pistolas de construir el acceso a un hospital está relacionado con uno de los nosocomios más caros de la Ciudad de México, conocidos por su vocación de atender a la oligarquía de la que él tanto reniega. Pero claro. Es LMD. Y quién puede decirle nada.
Mi querido V., gran ocupante de mi corazón, está en el hospital. Se cayó y rompió el fémur y la mano. Voy a visitarle de vez en cuando y hablamos de Líbano, de Israel, de las guerrillas, de la cristiana, de la pornografía en los medios… y ya no hablamos de México. “La verdad es que yo ya no entiendo nada”, me dice, una y otra vez. Yo tampoco, V. Y dudo que mucha gente entienda algo.
Nota: me he venido a trabajar a la biblioteca que está a unas cuantas cuadras de mi casa porque allá siguen tirando paredes. La reclusión con tanto ruido no sirve. Quizá como dice M, una de mis amigas, lo que yo necesito son vacaciones pero no sólo de no trabajar... de no hacer nada de verdad.
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