Para M., en un día confuso
Querida mía
no te sorprendas al ver tus ojos
- esos sauces de tu cara -
empapados de la recurrente partida de las mariposas
hay flores que despiertan en tu balcón
aunque tú no las hayas llamado
no puedes guardarlas, ni dormirlas
(sería como encerrar la lluvia en una pecera de colores)
pero las pequeñas hormigas que llevan el tiempo hasta tu almohada
sabrán detenerse al descubrir la niebla que dejas
después de cada madrugada
no vendrá otro predador a fincar su reino en tus campos
no lo dejarás pasar
levanta tu cara y deja que tus pestañas bailen con la brisa:
el regalo del atardecer es corto pero no le temes
hace años que raptaste al sol para llevarlo en la cabeza
y no habrá más cuervos que puedan alejarlo de ti.
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