29.5.03

Desasosiego

Sin querer, me la encontré de frente. Fue una vuelta y ahí estaba. Se paró en seco, igual que yo. Me quedé mirándola despacito, sin ganas de que se me fuera un solo detalle. No podía explicarlo, pero había algo que me molestaba profundamente en ella: la curvatura de su nariz, la manera en que sacaba la lengua para humedecerse los labios, la apenas imperceptible raíz que se veía en el partido de su peinado. Sus ojotes, mirándome. La odié minuciosamente, al minuto. Es algo que no entiendo en mí: juzgo muy rápido. Entonces, mientras miraba sus cejas despeinadas, tuve un deja-vú. Y me dí cuenta de una cosa. Esa mujer, esa detestable mujer enfrente de mí, tenía un reloj de pulsera rojo. Como el mío. Y una argolla de acero como la mía. Y no... no estaba viendo un espejo.

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