10.10.12

Malala

Había una vez una niña que estaba convencida que el mejor perfume del mundo era ese de la tinta impregnada en los libros. Podían ser nuevos o antiguos - ella sabía detectar en cada uno de ellos ese olor, esas letras, esas palabras atómicas que al unirse le contaban las cosas que quería saber.

Había una vez una niña que le gustaba ir a la escuela - que pensaba que lo más interesante de la vida era la posiblidad de enfrentarse a todo aquello que había por aprender. Y sabía que nunca se acabaría. Y se imaginaba, sin duda, quedarse estudiando siempre, para aprenderlo todo.

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Malala y yo nos parecemos en que, por alguna razón, descubrimos en los libros y en la escuela una vía de crecimiento, de explosión y quizá también de escape. Sabíamos que en cada una de esas aulas a las que entrábamos encontraríamos más de los otros y también más de nosotros.

A mí, lo más malo que me ha pasado es que me consideren un ratón de biblioteca, aburrida, sabelotodo, o que alguna de mis abuelas pida por favor que deje de estudiar y me ponga a tener una "vida normal". Malala, sin embargo, quizá no pueda enfrentarse a nada de esto.

Malala está, hasta donde sé, en un hospital de Pakistán, moribunda. Es una niña de 14 años que desde que los Talibanes prohibieron la educación a las niñas (obligando incluso al padre de Malala a cerrar la escuela que él tenía para educar a las mujeres) se había dedicado a ser portavoz del derecho a la educación. Escribió un blog para la BBC en urdú, protagonizó varios documentales para la misma BBC y para el New York Times y se negó a dejar de estudiar. Ella quería ser médico.

Ayer un comando armado atacó el autobús escolar en el que iba. Una vez detenido el autobús, los asesinos entraron y le dieron dos tiros de gracia: uno en la cabeza y otro en el cuello. Para que no quedara duda, un portavoz talibán, Ehsanullah Ehsan, confirmó por entrevista telefónica al New York Times que Malala Yousafzai era el objetivo del ataque. Su lucha por el derecho a educarse, según los talibanes, es una "obscenidad".

"Ella se convirtió en un símbolo de la cultura occidental en el área; la estaba propagando abiertamente. Que esto sea una lección", confirmó el portavoz, antes de aclarar que, si Malala sobrevive, seguramente será el blanco de otro ataque.

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Había una vez una niña que amaba los libros que creció y que hoy trabaja sentada en una biblioteca con mucha luz, dando clases, intentando hacer que otros se apasionen... y que no deja de pensar en Malala y sus ganas de aprender. Que cree que las lágrimas derramadas por Malala se tienen que convertir en letras, en tinta, en cartones y declaraciones internacionales que defiendan de todos los extremismos a las niñas como ella. Por eso escribe. Para curarse un poquito el dolor y la rabia y para evitar que la sombra de Malala se borre.

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