11.10.12

Bochorno

Este año, cuando estoy perezosa, pienso que es síntoma de algo que incluso le está pasando al clima en Barcelona. El frío tardó en llegar y luego tardó en irse. La primavera tardó en llegar y el calor se instaló, se apalacó, y tardó en irse. Tardó tanto en irse que comienza el otoño y aunque hemos tenido un par de lluvias tímidas, más bien hace calor. Bochorno.

El resultado, entre otras cosas, es que no sabes cómo vestirte. Parece que todo está mal. El día que te pones botas sale un sol esplendoroso. El día que sales sin chaqueta el viento frío aparece y coquetea con tu resfriado. No hay manera.

También los aires acondicionados están locos - en las oficinas se pasa de prender tímidamente la calefacción en las mañanas, a dejarlos apagados, a tener que ponerle el aire acondicionado rabioso a mediodía.

Yo sufro. Me acaloro. Y al bochorno externo se me agrega el bochorno interno. Con los años, en lugar de perder el miedo a hablar en público, lo voy ganando: me voy haciendo consciente de la cantidad de cosas que pueden salir de mi boca y a veces sufro. Me sonrojo, intensamente. La gente puede creer que soy una coqueta o que soy "transparente", pero es una mezcla de incertidumbre y timidez y, bueno, calor.

Seguramente mi acupunturista tendrá otra explicación para esto. A mí me parece que el verano se me quedó estacionado en las mejillas y que a veces, cuando estoy dando clases, me pongo extraordinariamente roja. Supongo que debe ser divertido para mis alumnos - o, por lo menos, desconcertante. Yo estoy aprendiendo a que no sea demasiado incómodo para mí.

Y me pregunto si a mi hábito de sonrojarse le llegará algún día el otoño.

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