Digamos la pura verdad: a mí me gustaría ser ultra flaca. De esas de las que parecen que se rompen. De las que usan tallas uno, dos y hasta cero. Sí, de esas. De las que salen en las revistas. De las que se pueden comprar modelitos en cualquier tienda y que salen a la playa con mini bikinis sin parecer focas. Yo quisiera ser ultra flaca.
Y sé que hay muchas personas - creo que sobre todo en el sexo masculino - que se inclinan hacia una Cin más "sana". Que aquello de tener culo y tetas como buena latinoamericana no está mal. Ya lo sé. Pero es que me gustaría ser flaca. Seguramente es en parte respuesta a todas las revistas de moda que he visto a lo largo de mi vida. Y a la frustración que me provoca cuando entro en Zara y me doy cuenta que estoy "culona" y no me quedan bien los jeans. Eso.
En realidad, lo que me separa de mi anorexia son mis amigas. Mis amigas que, al igual que yo, disfrutan como nadie una buena cena, con un par de copas de vino, con café. Quienes, al igual que yo, no toman azúcar con el café o el té, pero sí toman pastel de chocolate (o crêpes de plátano con nutella, como fue hoy el caso). Mis amigas con las que, después de dos horas de tratar de arreglar el mundo, me recuerdan que pancita llena y penas compartidas son igual a corazón contento. Y que si estuviera anoréxica y me negara a comer tampoco me la pasaría tan bien haciendo scouting por los restaurantes de Barcelona.
No hay que tomárselo mal, sé que la anorexia es una cosa muy seria. Pero también sé que si por algo no he caído en ella - o en otros desórdenes peores - es porque tengo esa red de seguridad bien trazada y firme, que no se preocupa de los años si no de las experiencias, de los kilos si no de las sonrisas, del costo de la cuenta si no de que podamos compartirlas.
Ya, de vez en cuando me da el cursi. Y este es uno de estos días. Pero me siento privilegiada de poder comer con tranquilidad (aunque luego me queje) mis tres o cinco comidas del día. Y también de tener a alguien con quien compartirlas, la mayor parte del tiempo.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
5 comentarios:
Heyy, si es horrible entrar a las tiendas y no encontrar el pantalón que te quede, pero prefiero tener trasero grande, es más divertido que ser una persona demasiado delgada, que parece se va a romper...
Saludos...
Yo, igualmente nalgona, regañé una vez a una empleada de Zara por un comentario que consideré inapropiado: "estás queriendo venderme una prenda que no es para mujeres sino para palos de escoba", le dije.
Pero la neta yo también quisiera ser flaca. Muy flaca.
a mi me gustaria ser talla 5, soy 7 pero en el umbral de la 9, bueno, ya no tanto, pero confieso que me encantan mis tetas y mi culito, jejejeej.
el otro día con una amiga estábamos hablando de qué parte de nuestro cuerpo "nos fotochopiaríamos" si en la vida fuera tan fácil corregir defectos como en el photoshop. Yo decidí que me quitaría caderas y tetas, o me levantaría un poco mi pechonalidad, porque eso de tener copa C lo hace ver a uno más gordo aunque no lo estés realmente.. pero la neta tener las carnes bien puestas y ser voluptuoso está requetesabroso. Nomás mantenerlo en su lugar es lo que cuesta...
Ayyy qué bonito post! Más allá de que comparto eso de querer ser flaca para ponerme bikini sin apuro (pero soy feminista así que no se lo diga usted a nadie!), lo que más más me gustó es eso de los placeres compartidos. Será que últimente como sola con mucha frecuencia y por eso me he dado cuenta de lo riquísimo que es disfrutar y compartir esos placeres cotidianos que al final hacen que esto de vivir valga la pena. Aderezar las comidas con palabras, y el sueño con caricias, yo creo que escogería esas dos cosas tan sencillitas y placenteras para justificar la vida humana. Abrazos.
Publicar un comentario