30.11.08

Cumpleaños

Es verdad de perogrullo, pero la realidad de que uno esté en la escuela con gente de la misma edad hace que se generen temporadas de fiestas y celebraciones conjuntas. Cuando uno es chiquito, por ejemplo, más o menos en torno a los ocho o diez años cada fin de semana o quince días a uno le toca ir a una fiesta de comunión. Luego, en mi Mexiquito, el tercero de secundaria, uno tiene la oportunidad de presentarse en múltiples fiestas de quince años.

Pero, ja, ya han pasado quince años. Y ahora empezamos a cumplir treinta.

El estar lejos de Guadalajara e incluso de México, me ha hecho perderme los 30 de muchos amigos en los últimos años. Por lo tanto, también me he perdido la mayoría de las crisis relacionadas. O las no-crisis.

Este fin de semana, una de las integrantes de mi familia en el destierro - es decir, aquellos con los que me he vuelto tan cercana acá - cumplió 30. La primera del grupo. Y la pasamos súper bien. Y todo fue mucho más brillante de lo que nos imagínabamos. Pero lo más interesante fue que nos pudimos a recordar los cumpleaños que ya habíamos pasado juntos. Aquella primera fiesta que hicimos juntos en noviembre de 2004. La gente que ha llegado y se ha ido. Los que dejaron de venir. Los que dejaron de ser invitados. Cómo hemos cambiado, cómo han cambiado nuestra prioridades. Cómo seguimos esperando que el año que viene sea aún mejor.

Justo ahora, mientras escribo, en la televisión Tracy Chapman cantando "Talking about a revolution", que me sirve como soundtrack perfecto. Una de las razones por las que a mí me gustan tanto los cumpleaños, supongo, es por que los considero piedras de toque. Me ayudan a recordar la vida y las cosas que hemos pasado. El viernes, por ejemplo, cortesía del facebook, descubrí que el cumpleaños de una de mis mejores amigas de ahora corresponde con el de una de mis mejores amigas de la preparatoria. Y de pronto, al acordarme de las celebraciones de cumpleaños, me acordé que en su cumpleaños de 1997, primer año de la preparatoria, fuimos un grupo a comer a su casa. En ese grupo, estaba el chico que me gustaba. Pasamos la tarde viendo la televisión, jugando algún juego de mesa y después fuimos a comprar helado. De regreso, él y yo estabamos en la parte de hasta atrás de la camioneta de los padres de mi amiga. Y me tomó la mano.

Este es el verdadero post sin excusa ni concierto. Pero celebro los cumpleaños. Todos. Y celebro también aquella tarde de noviembre en la que un chico tímido me tomó de la mano durante un recorrido de 20 minutos en un coche y a mi me pareció que el mundo tenía mucho, muchísimo que ofrecer a partir de entonces. Lo cual resultó cierto.

No hay comentarios.: