Es verdad de perogrullo, pero la realidad de que uno esté en la escuela con gente de la misma edad hace que se generen temporadas de fiestas y celebraciones conjuntas. Cuando uno es chiquito, por ejemplo, más o menos en torno a los ocho o diez años cada fin de semana o quince días a uno le toca ir a una fiesta de comunión. Luego, en mi Mexiquito, el tercero de secundaria, uno tiene la oportunidad de presentarse en múltiples fiestas de quince años.
Pero, ja, ya han pasado quince años. Y ahora empezamos a cumplir treinta.
El estar lejos de Guadalajara e incluso de México, me ha hecho perderme los 30 de muchos amigos en los últimos años. Por lo tanto, también me he perdido la mayoría de las crisis relacionadas. O las no-crisis.
Este fin de semana, una de las integrantes de mi familia en el destierro - es decir, aquellos con los que me he vuelto tan cercana acá - cumplió 30. La primera del grupo. Y la pasamos súper bien. Y todo fue mucho más brillante de lo que nos imagínabamos. Pero lo más interesante fue que nos pudimos a recordar los cumpleaños que ya habíamos pasado juntos. Aquella primera fiesta que hicimos juntos en noviembre de 2004. La gente que ha llegado y se ha ido. Los que dejaron de venir. Los que dejaron de ser invitados. Cómo hemos cambiado, cómo han cambiado nuestra prioridades. Cómo seguimos esperando que el año que viene sea aún mejor.
Justo ahora, mientras escribo, en la televisión Tracy Chapman cantando "Talking about a revolution", que me sirve como soundtrack perfecto. Una de las razones por las que a mí me gustan tanto los cumpleaños, supongo, es por que los considero piedras de toque. Me ayudan a recordar la vida y las cosas que hemos pasado. El viernes, por ejemplo, cortesía del facebook, descubrí que el cumpleaños de una de mis mejores amigas de ahora corresponde con el de una de mis mejores amigas de la preparatoria. Y de pronto, al acordarme de las celebraciones de cumpleaños, me acordé que en su cumpleaños de 1997, primer año de la preparatoria, fuimos un grupo a comer a su casa. En ese grupo, estaba el chico que me gustaba. Pasamos la tarde viendo la televisión, jugando algún juego de mesa y después fuimos a comprar helado. De regreso, él y yo estabamos en la parte de hasta atrás de la camioneta de los padres de mi amiga. Y me tomó la mano.
Este es el verdadero post sin excusa ni concierto. Pero celebro los cumpleaños. Todos. Y celebro también aquella tarde de noviembre en la que un chico tímido me tomó de la mano durante un recorrido de 20 minutos en un coche y a mi me pareció que el mundo tenía mucho, muchísimo que ofrecer a partir de entonces. Lo cual resultó cierto.
30.11.08
26.11.08
Ocupaciones raras
Me robo el título de los relatos de Cortázar porque ayer pasó lo más increíble: venía de regreso de hacer unas compras - nada, nada para mí - y decidí que tenía que hacer algo para mí. Por ejemplo, una bufanda. Pero no iba a ir a una grancadenadepreciorazonable a comprar algo lindo y suave con mi cuello, no: tocaba que me pusiera a TEJER una bufanda. Loca, pobrecita.
Fuí a una tienda que me encanta, cerca de casa, que venden lanas y agujas y todas las cosas que se necesitan para hacer bonitas blusas, bufandas, calcetines... la verdad es que no me acordaba ni siquiera si todavía sabía montar puntos. Pero voy, me compro dos madejas de lana de alpaca y unas agujas de bambú (claro, además, a lo grande). Llego a casa, ceno y me pongo a la labor. Montar los puntos no fue difícil - claro, eso fue lo que aprendí a hacer bien. Pero cuando quise hacer la primera vuelta... bueno, me tardé como una hora. Quedó fea y yo no paraba de toser. Nunca hice la relación con mis alergias hasta que tuve esa sensación arenosa que a uno le da en la garganta y empecé a toser y ahogarme. Así que aquí estoy, trabajando desde mi casa, con un halls en la garganta y un antihistamínico en la panza y mi lana, tan bonita, en una bolsa con distancia precautoria. Seguro tengo que esperarme a estar mejor para comenzar a hacer experimentos como este.
Anuncio - la tienda es BIEN bonita y se llama All You Knit is Love. Si alguien sí puede hacer bufandas y no morirse de alergia, pásese. Son, además, lo máximo. Y como la vida es muy loca, su dirección es Plaça de la Llana 7.
Segundo anuncio - la colección de relatos de Cortázar que se llama Ocupaciones Raras, que son BIEN bonitos también, se pueden leer aquí.
Fuí a una tienda que me encanta, cerca de casa, que venden lanas y agujas y todas las cosas que se necesitan para hacer bonitas blusas, bufandas, calcetines... la verdad es que no me acordaba ni siquiera si todavía sabía montar puntos. Pero voy, me compro dos madejas de lana de alpaca y unas agujas de bambú (claro, además, a lo grande). Llego a casa, ceno y me pongo a la labor. Montar los puntos no fue difícil - claro, eso fue lo que aprendí a hacer bien. Pero cuando quise hacer la primera vuelta... bueno, me tardé como una hora. Quedó fea y yo no paraba de toser. Nunca hice la relación con mis alergias hasta que tuve esa sensación arenosa que a uno le da en la garganta y empecé a toser y ahogarme. Así que aquí estoy, trabajando desde mi casa, con un halls en la garganta y un antihistamínico en la panza y mi lana, tan bonita, en una bolsa con distancia precautoria. Seguro tengo que esperarme a estar mejor para comenzar a hacer experimentos como este.
Anuncio - la tienda es BIEN bonita y se llama All You Knit is Love. Si alguien sí puede hacer bufandas y no morirse de alergia, pásese. Son, además, lo máximo. Y como la vida es muy loca, su dirección es Plaça de la Llana 7.
Segundo anuncio - la colección de relatos de Cortázar que se llama Ocupaciones Raras, que son BIEN bonitos también, se pueden leer aquí.
25.11.08
Dos reflexiones en letras de otro
No es que no se me ocurra nada... es que la cabeza anda ocupada en tratar de poner el cuerpo a punto... mientras tanto, me da por acordarme de viejos clásicos ingleses:
"Would you tell me, please, which way I ought to go from here?"
"That depends a good deal on where you want to get to," said the Cat.
"I don't much care where –" said Alice.
"Then it doesn't matter which way you go," said the Cat.
"– so long as I get somewhere," Alice added as an explanation.
"Oh, you're sure to do that," said the Cat, "if you only walk long enough."
(Alice's Adventures in Wonderland - Lewis Carrol)
"Choose Life. Choose a job. Choose a career. Choose a family. Choose a fucking big television, choose washing machines, cars, compact disc players and electrical tin openers. Choose good health, low cholesterol, and dental insurance. Choose fixed interest mortgage repayments. Choose a starter home. Choose your friends. Choose leisurewear and matching luggage. Choose a three-piece suite on hire purchase in a range of fucking fabrics. Choose DIY and wondering who the fuck you are on Sunday morning. Choose sitting on that couch watching mind-numbing, spirit-crushing game shows, stuffing fucking junk food into your mouth. Choose rotting away at the end of it all, pissing your last in a miserable home, nothing more than an embarrassment to the selfish, fucked up brats you spawned to replace yourselves. Choose your future. Choose life... But why would I want to do a thing like that? I chose not to choose life. I chose somethin' else. And the reasons? There are no reasons. Who needs reasons when you've got heroin?"
(Trainspotting, Irvine Welsh - Danny Boyle)
Quizá todo sea culpa de que se está acercando mi cumpleaños. O que, como decía el taxista de ayer, en menos de un mes es Navidad. Eso.
"Would you tell me, please, which way I ought to go from here?"
"That depends a good deal on where you want to get to," said the Cat.
"I don't much care where –" said Alice.
"Then it doesn't matter which way you go," said the Cat.
"– so long as I get somewhere," Alice added as an explanation.
"Oh, you're sure to do that," said the Cat, "if you only walk long enough."
(Alice's Adventures in Wonderland - Lewis Carrol)
"Choose Life. Choose a job. Choose a career. Choose a family. Choose a fucking big television, choose washing machines, cars, compact disc players and electrical tin openers. Choose good health, low cholesterol, and dental insurance. Choose fixed interest mortgage repayments. Choose a starter home. Choose your friends. Choose leisurewear and matching luggage. Choose a three-piece suite on hire purchase in a range of fucking fabrics. Choose DIY and wondering who the fuck you are on Sunday morning. Choose sitting on that couch watching mind-numbing, spirit-crushing game shows, stuffing fucking junk food into your mouth. Choose rotting away at the end of it all, pissing your last in a miserable home, nothing more than an embarrassment to the selfish, fucked up brats you spawned to replace yourselves. Choose your future. Choose life... But why would I want to do a thing like that? I chose not to choose life. I chose somethin' else. And the reasons? There are no reasons. Who needs reasons when you've got heroin?"
(Trainspotting, Irvine Welsh - Danny Boyle)
Quizá todo sea culpa de que se está acercando mi cumpleaños. O que, como decía el taxista de ayer, en menos de un mes es Navidad. Eso.
21.11.08
Friend Request
Todavía me acuerdo cuando el drama era pedir (o dar) el teléfono móvil. Sueno como una viejecita, pero no hace tanto que lo curioso era tener amigos en común. No facebook en común.
Todavía me acuerdo cuando era válido que no le contestaras el teléfono a alguien o se lo dieras mal. Cuando decidías que a ese chavo al que te habían presentado en la fiesta y era un muermo no le hablarías nunca más y no tendrías por qué encontrártelo nunca.
Ah, pero entonces no había Facebook.
Hace unas semanas una de mis amigas recibió un correo entristecido de alguien que le había pedido ser su amigo en Facebook y que ella había dejado pacientemente en el cajón de los "para después". Pero eso ya no se puede hacer.
A veces me da miedo ser de esas. Y pienso varias veces antes de pedir "amistad" con cualquiera - sobre todo cuando yo recibo peticiones de gente a la que hace dos millones de años no veo y, la verdad, ni me caía tan bien. El problema es cuando te llega la petición de alguien que conoces, tan bien, que no quieres que sea tu amigo.
He aquí el jarabe de palo postmoderno a los que salimos de nuestras sociedades cerradas para hacer una vida diferente - en Facebook, otra vez, estás a la vista de todos.
Bonus - bonito artículo de Microsoft sobre los pros y los contras de las redes sociales aquí.
Todavía me acuerdo cuando era válido que no le contestaras el teléfono a alguien o se lo dieras mal. Cuando decidías que a ese chavo al que te habían presentado en la fiesta y era un muermo no le hablarías nunca más y no tendrías por qué encontrártelo nunca.
Ah, pero entonces no había Facebook.
Hace unas semanas una de mis amigas recibió un correo entristecido de alguien que le había pedido ser su amigo en Facebook y que ella había dejado pacientemente en el cajón de los "para después". Pero eso ya no se puede hacer.
A veces me da miedo ser de esas. Y pienso varias veces antes de pedir "amistad" con cualquiera - sobre todo cuando yo recibo peticiones de gente a la que hace dos millones de años no veo y, la verdad, ni me caía tan bien. El problema es cuando te llega la petición de alguien que conoces, tan bien, que no quieres que sea tu amigo.
He aquí el jarabe de palo postmoderno a los que salimos de nuestras sociedades cerradas para hacer una vida diferente - en Facebook, otra vez, estás a la vista de todos.
Bonus - bonito artículo de Microsoft sobre los pros y los contras de las redes sociales aquí.
Falsos antojos
Seguimos hablando sobre la comida, sobre el peso, sobre lo nutritivo y no. Yo soy una adicta irredenta a las hamburguesas. Depende de qué momento del año, puedo comer hasta una vez por semana en un sitio de esos de comida rápida. No temo a las vacas mutantes ni a las lechugas con ojos que me acechan ahí. Si respiré en la ciudad más contaminada del mundo, no sé qué pueda haber de peor.
Él me cuenta que una vez cada cierto tiempo se le antoja una hamburguesa. Y la anticipa. La piensa. Se le antoja muchísimo. Y finalmente cede y se la compra. Y al primer mordisco se da cuenta que realmente no le gusta, que nunca le ha gustado, pero a pesar de ello tenía un antojo brutal que debía ser satisfecho.
A mí me pasa lo mismo con el pollo kentucky. Y cada vez me acuerdo que malo, pero que malísimo es.
Él me cuenta que una vez cada cierto tiempo se le antoja una hamburguesa. Y la anticipa. La piensa. Se le antoja muchísimo. Y finalmente cede y se la compra. Y al primer mordisco se da cuenta que realmente no le gusta, que nunca le ha gustado, pero a pesar de ello tenía un antojo brutal que debía ser satisfecho.
A mí me pasa lo mismo con el pollo kentucky. Y cada vez me acuerdo que malo, pero que malísimo es.
20.11.08
Lo que me separa de mi anorexia
Digamos la pura verdad: a mí me gustaría ser ultra flaca. De esas de las que parecen que se rompen. De las que usan tallas uno, dos y hasta cero. Sí, de esas. De las que salen en las revistas. De las que se pueden comprar modelitos en cualquier tienda y que salen a la playa con mini bikinis sin parecer focas. Yo quisiera ser ultra flaca.
Y sé que hay muchas personas - creo que sobre todo en el sexo masculino - que se inclinan hacia una Cin más "sana". Que aquello de tener culo y tetas como buena latinoamericana no está mal. Ya lo sé. Pero es que me gustaría ser flaca. Seguramente es en parte respuesta a todas las revistas de moda que he visto a lo largo de mi vida. Y a la frustración que me provoca cuando entro en Zara y me doy cuenta que estoy "culona" y no me quedan bien los jeans. Eso.
En realidad, lo que me separa de mi anorexia son mis amigas. Mis amigas que, al igual que yo, disfrutan como nadie una buena cena, con un par de copas de vino, con café. Quienes, al igual que yo, no toman azúcar con el café o el té, pero sí toman pastel de chocolate (o crêpes de plátano con nutella, como fue hoy el caso). Mis amigas con las que, después de dos horas de tratar de arreglar el mundo, me recuerdan que pancita llena y penas compartidas son igual a corazón contento. Y que si estuviera anoréxica y me negara a comer tampoco me la pasaría tan bien haciendo scouting por los restaurantes de Barcelona.
No hay que tomárselo mal, sé que la anorexia es una cosa muy seria. Pero también sé que si por algo no he caído en ella - o en otros desórdenes peores - es porque tengo esa red de seguridad bien trazada y firme, que no se preocupa de los años si no de las experiencias, de los kilos si no de las sonrisas, del costo de la cuenta si no de que podamos compartirlas.
Ya, de vez en cuando me da el cursi. Y este es uno de estos días. Pero me siento privilegiada de poder comer con tranquilidad (aunque luego me queje) mis tres o cinco comidas del día. Y también de tener a alguien con quien compartirlas, la mayor parte del tiempo.
Y sé que hay muchas personas - creo que sobre todo en el sexo masculino - que se inclinan hacia una Cin más "sana". Que aquello de tener culo y tetas como buena latinoamericana no está mal. Ya lo sé. Pero es que me gustaría ser flaca. Seguramente es en parte respuesta a todas las revistas de moda que he visto a lo largo de mi vida. Y a la frustración que me provoca cuando entro en Zara y me doy cuenta que estoy "culona" y no me quedan bien los jeans. Eso.
En realidad, lo que me separa de mi anorexia son mis amigas. Mis amigas que, al igual que yo, disfrutan como nadie una buena cena, con un par de copas de vino, con café. Quienes, al igual que yo, no toman azúcar con el café o el té, pero sí toman pastel de chocolate (o crêpes de plátano con nutella, como fue hoy el caso). Mis amigas con las que, después de dos horas de tratar de arreglar el mundo, me recuerdan que pancita llena y penas compartidas son igual a corazón contento. Y que si estuviera anoréxica y me negara a comer tampoco me la pasaría tan bien haciendo scouting por los restaurantes de Barcelona.
No hay que tomárselo mal, sé que la anorexia es una cosa muy seria. Pero también sé que si por algo no he caído en ella - o en otros desórdenes peores - es porque tengo esa red de seguridad bien trazada y firme, que no se preocupa de los años si no de las experiencias, de los kilos si no de las sonrisas, del costo de la cuenta si no de que podamos compartirlas.
Ya, de vez en cuando me da el cursi. Y este es uno de estos días. Pero me siento privilegiada de poder comer con tranquilidad (aunque luego me queje) mis tres o cinco comidas del día. Y también de tener a alguien con quien compartirlas, la mayor parte del tiempo.
Tardaré en ser escritora de éxito...
... porque escribo con toda la mano. ¿En qué película que se respete se ha visto que el escritor/guionista de éxito escriba con toda la mano y con un buen número de golpes por minuto? No, todos escriben rápido, sí, pero con los índices y el resto de los dedos retraidos, mirando desde su altura los golpes que se lleva la barra espaciadora...
esto es lo que me pasa por tener título de secretaria ejecutiva, caray...
esto es lo que me pasa por tener título de secretaria ejecutiva, caray...
19.11.08
Podría ser el nuevo antihistamínico…
- o el doctor simpático que ayer por la mañana me felicitó por estarme cuidando encerrada en mi casa – el mismo que me dio el nuevo antihistamínico para que respire mejor y se destapen mis oídos
- o todos mis amigos que me han llamado o pasado a casa con cualquier pretexto para ver que sigo viva y que es el resfriado (y no ninguna otra sombría razón) lo que me tiene encerrada entre las paredes de mi casa
- o la decision de perder el boleto que me llevaba de vacaciones este fin de semana, pero a unas vacaciones que me ponían nerviosa. Y mejor perderlo que cansarme más.
- o tener más de tres días comiendo a mis horas y tomando té, muchísimo té, de todos los sabores
- o la película chistosita y sin profundidad que ví anoche con Alejo, mientras nos comiamos un bowl enorme de palomitas
- o la llamada telefónica en la distancia que me hace carcajearme entre las diferencias linguísticas y los diferentes métodos posibles para acabar con el dolor de muelas
- o el saber que puedo seguir trabajando desde aquí, desde este sofa, sin que nadie venga a decirme nada
- o enterarme de que mi oficina no tiene aire acondicionado y que, por lo tanto, no iré, se acabó, no iré
No sé qué sera, de verdad. Pero todo combinado con la posibilidad de encontrar de nuevo sabor a la comida, de recuperar el timbre agudo de mi voz y la claridad de mi cabeza griposa me tienen de muy, muy buen humor.
- o todos mis amigos que me han llamado o pasado a casa con cualquier pretexto para ver que sigo viva y que es el resfriado (y no ninguna otra sombría razón) lo que me tiene encerrada entre las paredes de mi casa
- o la decision de perder el boleto que me llevaba de vacaciones este fin de semana, pero a unas vacaciones que me ponían nerviosa. Y mejor perderlo que cansarme más.
- o tener más de tres días comiendo a mis horas y tomando té, muchísimo té, de todos los sabores
- o la película chistosita y sin profundidad que ví anoche con Alejo, mientras nos comiamos un bowl enorme de palomitas
- o la llamada telefónica en la distancia que me hace carcajearme entre las diferencias linguísticas y los diferentes métodos posibles para acabar con el dolor de muelas
- o el saber que puedo seguir trabajando desde aquí, desde este sofa, sin que nadie venga a decirme nada
- o enterarme de que mi oficina no tiene aire acondicionado y que, por lo tanto, no iré, se acabó, no iré
No sé qué sera, de verdad. Pero todo combinado con la posibilidad de encontrar de nuevo sabor a la comida, de recuperar el timbre agudo de mi voz y la claridad de mi cabeza griposa me tienen de muy, muy buen humor.
15.11.08
Libre de culpa
Era algo así como mi vigésima llamada de teléfono del día. Aviso a la gente que estoy viva, que mis padres están en Atlanta, que el virus de la gripa que me perseguía desde hace meses decidió salir. Un poco de fiebre, toso poco, estoy tomando litros y litros de té. Mi mamá me dejó comida. Marco pasea por aquí y se asegura de que estoy bien. Extraño a los papás, sí. Y en esa vigésima llamada del día él me dice: "casi creo que estás disfrutando estar enferma". Pues yo casi creo también. He paseado todo el día en mi pijama nuevo por casa, con una caja de pañuelos y preparando múltiples sabores de té. Y tengo un ramo de jacintos lilas que me compré a mi misma ayer. Y la vida no es mala, sino libre de culpa, por estar enfermito.
1.11.08
Epifanías
No es la primera vez que me pasa. Y es una de esas cosas que no sé si me gustan o me horrorizan de mí. De pronto, de repente, sucede algo. Cualquier burrada. Literalmente, vuela una mosca. O algo así. O alguien grita. O alguien no aparece. O no llama. Cosa tal. Y entonces, de inmediato, siento que algo dentro de mí (sí, justo detrás de las costillas, como al lado izquierdo del corazón) truena. Casi puedo escucharlo crujir.
Y sé que se acabó. Que no va más.
Si la cuenta no me falla, han sido tres relaciones importantes y por lo menos dos trabajos. Por lo menos. Pero la cuenta sigue. Y ayer, bajo la lluvia de octubre, mientras veía el oleaje azotar el malecón en Sitges, lo tuve claro. Crujió.
Y no va más.
Y sé que se acabó. Que no va más.
Si la cuenta no me falla, han sido tres relaciones importantes y por lo menos dos trabajos. Por lo menos. Pero la cuenta sigue. Y ayer, bajo la lluvia de octubre, mientras veía el oleaje azotar el malecón en Sitges, lo tuve claro. Crujió.
Y no va más.
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