11.3.08

Nuevas libertades

De pronto, nos encontramos con nuevas libertades, de diversos tipos. Son más o menos sofisticadas, pero todas nos acercan a posibilidades nuevas, a cosas que nos habíamos planteado pero estaban lejanas. La Cumbiera Intelectual recibe noticias del Reino de España en donde le dicen que sí, que le conceden la nacionalidad. La próxima vez, las próximas elecciones, ella no será más convidada de piedra y podrá poner su grano para elegir el gobierno al que le pagamos nuestros impuestos.
Mi Socia pasa su examen teórico de conducción. Cada vez vemos más cerca la llegada del automóvil que nos llevará de paseo a sitios imposibles, o posibles. La libertad de los grandes caminos.
Yo, en cambio, que hago de los pequeños pasos grandes montañas, me subo a una bicicleta amarilla, golpeada, tambaleante. Y poco a poco, bajo la mirada crítica de un instructor-catalán-rastafari comienzo a perder el miedo, a ganar equilibrio, a adueñarme un poco de un parque en la Barceloneta. Tres reglas básicas, me dicen: mirada al frente, mano derecha en el freno y distancia prudencial de los compañeros. El sillón de la bicicleta tiene que estar lo suficientemente alto como para que puedas tocar el suelo con la punta de los pies. Vista al frente. Hombros relajados. Vista al frente. Pies en los pedales. Vista al frente, cuerpo al frente, pedales en movimiento.
Así, como por arte de magia. Casi treinta años de vida e incontables intentos de aprender. Profesores de todo tipo. Gritones, histéricos, aburridos, agobiados. Y de pronto, a cambio de una módica cantidad, siento que vuelo. El aire fresco de la tarde en mi cara. Una sensación como de flotar, aunque tenga que ir esquivando a los perros que me miran, como dudando entre si soltarme un mordisco o reirse de mi falta de decisión. Pero tengo decisión. Y le doy tres vueltas seguidas al parque ante la mirada divertida de mi instructor y mis compañeras. Sonrío. No puedo dejar de sonreir.

Sé que la gente que me dirá que si me doy cuenta de todo lo divertido que me había perdido estos años que no sabía andar en bicicleta. Pero hoy sí creo que todo llega a su tiempo. Nunca había necesitado tanto volver a creer que puedo volar. Y puedo.

2 comentarios:

Ashanti dijo...

Hola,no sé exactamente por qué, pero estoy sonriendo. Me da mucho gusto que ya sepas conducir bicicleta. Tienes razón, es un poco como volar o flotar. Creo que me recordaste lo que sentí cuando aprendí a los 5 años en una Choper que era de uno de mis tíos y que yo a penas y si alcanzaba.
Más tarde, por años, una bicicleta fue mi principal medio de transporte (crecí en un pueblito). La de historias de la infancia y la adolescencia,que tengo unidas a
mi fiel compañera, la bicicleta.
Disfrutalo y felicidades.

Anónimo dijo...

Ahhh yo no sé andar aún, no he tenido la curiosidad de aprender. De pronto me da un poco de envidia la gente que sabe, mucho más la gente que sabe patinar... pero nunca es tarde, ya aprenderé algún día... FELICIDADES!!!