Nosotras nos íbamos a ir a un concierto. Pero prendimos la televisión para ver aunque sea un poquito del debate. No habían pasado ni siquiera cinco minutos cuando comenzó a subir el tono. Yo tenía pereza y no quería concentrarme demasiado en escuchar - alcanzaba retazos por aquí y por allá - pero lo que sí pude notar fue cuando comenzaron a perder los nervios. Cuando detrás de la sonrisa perfecta - diseñada por entrenador - de Segolene se asomaron unos dientecillos de bestia hambrienta. Cuando detrás del traje perfectamente cortado y los rizos de niño bueno del señor Sarkozy, brillaron sus ojos de animal de caza. Me parece interesantísimo que los franceses se hayan volcado a las urnas para votar, es un buen augurio. Parecería que por una vez los pueblos deberían obtener los gobiernos que se merecen. Pero de nuevo, nada es lo que uno piensa: el 80 y tantos por ciento de la participación sólo cuenta a los que se registraron, no a los que pasan olímpicamente de todo. Y, sólo por joder, ¿cómo se pide el voto en las banliues, Mr. Sarkozy? ¿A punta de retenes policiales? Y... ¿cómo se reconcilia uno con los socialistas de toda la vida, Mme. Royal? ¿En la intimidad de la alcoba?. Hay cosas que difícilmente se perdonan.
La inocencia no sólo se acaba para los políticos. Ayer - escándalo nacional - Isabel Pantoja fue detenida por blanqueo de dinero. No he comenzado a oir los cantos por su inocencia, pero seguro que no tardarán. Ahora que se están muriendo las folclóricas, como diría Lili, hay que defender a capa y espada a las que quedan... aunque hayan torcido la ley y entregado sobornos para acelerar la adopción de una niña peruana y hayan recibido interesantes sumas de dinero de parte de su marido. Supongo que es como la historia de las mujeres del narco que llevan a sus hijos a escuelas religiosas y se juntan en el club a tomar el café: mientras que uno pueda fingir que no lo sabe, pues no se involucra. Quizá el gran pecado de la Pantoja, en comparación con estas otras señoras de su casa, es uno solo: también ella tiene bienes e inversiones de otras fuentes. Y ahora, de pronto, todo parece dinero sucio. Qué cosas.
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