20.4.06

"Pobrecito" México

Hace un par de años estaba de paseo en unas ruinas cerca de Toluca, estado de México. Raro en mí, comencé a manotear y moverme mucho mientras hablaba y de pronto, en la mitad de algo, eché la cabeza para atrás con todas mis fuerzas... sin darme cuenta que a cinco centímetros de mí estaba la roca firme que habían dejado las culturas precolombinas. El golpe me sacó las lágrimas.

Mientras me consolaban, el Duque - que no había visto el incidente - llegó con una sonrisa sardónica y comenzó a hacerme cariños en la cabeza mientras decía: "pobrecita... pobrecita...". De pronto, en lugar de continuar con la caricia, me zapeó (Zapear: verbo mexicano que significa "me dió un golpe en la parte de atrás de la cabeza") diciendo: "¡Tome su pobrecita!". Yo lo miré con ojos de odio infinito anticipando más maltrato. Le reclamé mi-nu-cio-sa-men-te. Se disculpó y me contó que había sido sólo un reflejo de infancia. Parece que cuando era niño, frente a los berrinches que solía hacer su hermana cuando se caía, su papá había tomado el hábito de desestimar cualquier golpe para que no creyera que podía llorar por cualquier cosa. Y lo hacía con esa frase.

Me acuerdo de este cuento ahora que la gente comienza a hablar cada día más fuerte de las elecciones. Para mí, el peor trabajo del mundo es ser presidente. No vas a hacer nada por cambiar el país porque - como bien decía Mafalda - eso de resolver problemas de estado quita todo el tiempo del mundo.

Los mexicanos tenemos hábito de "pobrecitos". Pobrecitos mexicanos. En uno de los países más ricos del mundo. Pobrecitos, porque fueron conquistados por los españoles. Pobrecitos, porque su historia la escribieron los ganadores y es una historia de héroes de mentira. Pobrecitos, porque están tan cerca de Estados Unidos. Y yo agrego: pobrecitos, porque creen que alguien los tiene que sacar de su miseria.

Un presidente, un gabinete, es el consejo de administración de una empresa. Son los que dan las condiciones para que las cosas vayan más o menos para un lado o para el otro: los que buscan préstamos, nuevos productos, cambios, etc, etc. Pero si los obreros de la empresa deciden largarse por que les pagan más en la de al lado (léase braseros) o dejar de trabajar y calentar el asiento porque de todas maneras el sindicato va a hacer que les paguen (léase burócratas) la culpa no es del consejo de administración. Uno siempre se va dejar tentar por lo que mejora tu vida... ya sea no hacer nada o tener más dinero o whatever.

Coincido con la sabiduría popular de que los pueblos tienen el gobierno que se merecen... siempre y cuando tomen la decisión de elegir un gobierno. O de modificarlo. El gobierno - esa entidad gris - está formada por mexicanos. Mexicanos que decidieron o bien servir al país o bien tranzarlo y hacerse de dinero lo más rápido posible. "De que me lo lleve yo a que se lo lleve mi compadre...".

Lo que no podemos hacer es seguir siendo pobrecitos. Educando pobrecitos. Convenciéndonos de que somos unos pobrecitos. Porque no lo somos. Porque es una excusa para luego decir "pues por eso me salí del país", "sí, pero uno no puede hacer nada", "todos los políticos son igual de corruptos", "México siempre será así".

Creo que tenemos que jugar a la esperanza: a no ser más pobrecitos. Los que quieren votar por López Obrador, que voten por López Obrador. Los que quieren votar por Calderón o por Madrazo, pues también. En cierto modo, emitir un voto es como casarse con alguien por seis años. Y uno siempre se casa por amor. Ya sea por amor al dinero y a la posición que tiene hoy, a la que espera tener en el futuro; por amor a la idea inasible de la patria o el país; por odio (amor invertido) a quien está hoy en el poder... Entonces, hay que casarse por la que uno cree que es buena razón. Y votar. Porque es la única responsabilidad que se tiene con el país, que se ejerce. Y si no se vota... pues uno no se queja. No puede. No debe. No tienen ningún derecho. Vaya el "¡Tome su pobrecito!" y el zape para quien lo necesite.

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