5.4.06

Días de diez minutos

El resto del viaje a México tendré que resumirlo... porque si no lo voy a dejar inconcluso como todos los demás...

Viernes 10 de marzo - Burocrático, cuaresmeño y familiar

Intenté levantarme temprano. Había dormido casi perfectamente. Pero nos tardamos más entre el jugo recién hecho, el baño con el agua calcárea de Guadalajara y la plática. Íbamos en el auto cuando Dulce nos llamó - un poco desesperada - avisándonos que empezaba ya a volverse larga la fila frente a la oficina donde se solicitan los certificados de antecedentes penales. Íbamos en camino ya.

Al llegar, esperé bajo el sol de Guadalajara unos 40 minutos. Enfrente de mi, una oficina de prensa de la procuraduría en Zapopan. Uno de los encargados, haciéndose el simpático, se comunicaba con algunas personas con el siguiente saludo: "Hola, mi góber precioso". Para mí, alejada del folckorismo y las ganas de burlarse del mexicano, fue asqueroso, horrible. (Contexto: con ese saludo se dirige un conocido pederasta - o cómplice de pederastas - al gobernador de Puebla, que los "blindó" durante un tiempo).

Una mujer muy guapa, de inmensos ojos azules y cabello claro me atendió. El certificado de antecedentes no penales me costó cinco minutos, la presentación de mi pasaporte y 15 pesos (poco más de un euro). Valiente asunto. De ahí, salimos caminando a dos manzanas, donde está la oficina de urgencias de la Cruz Verde. El certificado de salud costó 50 pesos. La doctora que me atendió, amiga de Dulce, afirmó en su primer diálogo hacia mí que lo único que me faltaba para ser guapísima era que me operaran la nariz. Sí, seguro.

La siguiente parada fue el Consulado Español. Tienen la rarísima capacidad de mirarte con extrema desconfianza desde el otro lado del vidrio blindado de la entrada. Una vez dentro, firmé los papeles necesarios y dejé los otros que traía. "Venga el jueves. El jueves está". Y listo. Se había acabado el trámite para obtener la visa de trabajo. El trámite que me había dejado sin sueño los últimos ocho meses.

Estuve paseando con Martha por un montón de sitios antes de llegar por Magda. Íbamos al aeropuerto a recoger unas monjitas que venían de Matamoros y después iríamos a comer birria al Chololo, un restaurante campestre cercano. Llegaron un poco tarde y para cuando salimos ya mordíamos de hambre. Comenzamos a sospechar cuando no vimos ningún auto: viernes de Cuaresma - la Guadalajara híper-mocha (religiosa) nos cobró al no permitirnos comer lo que queríamos. Con ánimos puramente vengativos, regresamos hasta la Minerva. En el Abajeño comimos carnitas, chicharrones y queso fundido con música de mariachi en el fondo. Y Dios vió que era bueno.

Por la tarde, llegaron mis papás de Vallarta. Hablamos un rato y después nos alistamos para ir a la despedida soltera de una de mis primas. Y mi familia se asustó al verme. Y mi abuelita dijo - cumplido - que era increíble como a mí no se me notaban ni los años ni el matrimonio. Fue inmediatamente corregida por una de mis tías que dijo que yo estaba "repuestita". Y luego me preguntan porqué me da la anorexia.

Cuando todo el mundo se caía de sueño, yo lo que quería era fiesta. Pero me llevaron a dormir. Me tocaba EL fin de semana familiar. (Fin de los diez minutos)

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