Interior. Oficina en el extrarradio, en un almacén de un parque industrial. Paredes blancas, pero un poco descascaradas. Muebles de madera, pesados. Mobiliario con por lo menos 15 años de antiguedad. Sentado en el escritorio, ejecutivo de mediana edad vestido en tonos cafés y ocre, que acentúan el tono amarillento-cetrinoso de su piel. Toma el teléfono.
- Hola, buenos días. Hum... ¿puedes bajar por favor?
Cuelga y continua trabajando sobre una hoja de cálculo. Las líneas entre celdas se le reflejan en los ojos y en la cara. Se escuchan dos golpes en la puerta. Entra una chica vestida con pantalones de mezclilla y un suéter negro. Lleva el cabello suelto, un poco revuelto y está resfriada. Estornuda constantemente. Se sienta en una silla frente al escritorio.
- Sí... dime...
- Ah, sí... espera un poco. - El ejecutivo permanece en silencio unos segundos, termina su operación sobre la hoja de cálculo y al final se arremolina y recompone sobre la silla. - Bueno, mira... estuve leyendo este documento que escribiste para los empleados sobre la venta de la empresa... [Pausa. Se lleva la mano a la corbata y la acomoda. Traga saliva pesadamente. Ella estornuda]... y la verdad es que no lo necesitamos. Ya hablaré yo con ellos y les contaré lo que me han dicho a mí. Esto no creo que sirva de mucho [Mientras dice esto, revisa un documento de varias páginas y las hace a un lado]. Yo lo que creo es que deberías concentrarte en otras cosas: la revista, buscar al impresor para que tenga los catálogos...
Los ojos de ella se centran en las hojas. La voz de él se transforma en un murmullo ininteligible, algo similar a la voz de la maestra de Charlie Brown. Cuando él termina, ella se para y sube a su despacho en el piso superior. Vuelve a estornudar. Se sienta frente a la computadora y abre una pantalla de Explorador. Obedece. Se concentra en otras cosas.
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