Dedicatorias
Desde hace muchos meses, me he dedicado a una tarea un poco infame cuando visito las librerías de viejo: revisar cuáles de los libros que están a la venta tienen dedicatorias. Nunca he podido decidir del todo si se trata de peleas con el autor en cuestión o simplemente de falta de dinero lo que obliga a muchas personas a poner su memoria en venta.
Quizá lo más triste de todo sean las declaraciones de omnipotencia. Las firmas de los autores que aseveran que el mundo será diferente gracias al hipotético lector y la obra en cuestión, que en la mayoría de los casos es prescindible.
Hay algo todavía peor: aquellos no-autores (o autores to be, en algunos casos) que deciden sellar con frases lapidarias libros magníficos. Generalmente, yo me encuentro entre ese tipo de ingenuos, que creen que es una buena idea dejarle un mensaje a alguien entre las páginas de un buen libro para que "nos recuerden".
Tengo un par de libros a los que hubo que arrancarles la dedicatoria. Magníficos libros, regalados con un supuesto amor muy chaparro... como es chaparro decir que la esquina de Tacubaya con Revolución es una versión chilanga de Times Square. Hay gente que no debería tener permitido escribir en los libros, por lo absurdo de su posesión en toda la amplitud de la palabra. Lo bueno es que los libros - que son al final lo que importa - siguen ahí.
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