2.7.03

El decente y dulce arte del odio

En esta ciudad, la gente no espera a que te presentes: te odia antes. Finalmente, eres uno de los millones que emigran cada año buscando algo mejor. Lo que sea que esto signifique. Obviamente, con el tiempo, ese odio que se percibe en los ojos de los más amargos - no pueden evitarlo... se les escurre hasta de las barbas - poco a poco va siendo menos intenso. Menos obvio.

El punto es que finalmente este odio no es tal. Porque el odio en toda su extensión es un arte muy decente y a la vez muy cursi. Si algo te exaltó tanto como para despotricar contra él es que tienes sentimientos sumamente profundos relacionados en esa área. Ejemplo: uno no puede odiar, nada más porque sí, al sujeto que se le cruza en media calle. Lo odia porque pasó primero que uno y obtuvo algo que se deseaba: la velocidad, el cruce prioritario. Pero ese tipo de odios momentáneos se quedan en eso, en el instante. Por más que lo "odies" porque es un "bruto animal", seguramente parte del odio viene del hecho que tiene algo que tú no. Vaya, el arte de reflejarse en el otro.

Según yo lo veo, el odio real sólo se puede expresar contra alguien o algo que quieres o añoras mucho. Es persistente y te reverbera en las entrañas, te hace que busques las cosas que el otro hace y las critiques constantemente. Porque aún te importa. Porque no puedes lograr sacar de tu mente que tiene algo que tú no. Porque se fue y te dejó con algo ahí, en el tintero. Aunque sea un par de mentadas o de reclamos. Por eso seguimos diciendo que el otro es un imbécil, que no sabe nada, que es un insulto a la inteligencia y la humanidad que siga caminando sobre la tierra: porque no podemos aceptar que está ahí, con todo y lo que tenemos en contra de él. Está ahí y está bien, haciendo lo que le viene en gana sin consultarnos, ni preocuparse, por lo que nosotros podamos pensar.

Ayer conocí a una mujer que me impresionó. Me sorprendió por la cantidad de odio contra la humanidad que puede transmitir con su mirada. Terrible. Increíblemente también, es la mujer con la piel más hermosa que he visto jamás. Resultado por supuesto de su aparente incapacidad de reír, llorar, o cualquiera de esas cosas terriblemente humanas que nos hacen vernos humanos. La verdad es que yo a mí vez la odié un poco, porque tenía la posibilidad de algo que yo... bueno. Me dijo que No. Y eso siempre me molesta.

Y ella es tan sólo uno de mis muchos casos de odio. De los más bajitos porque, haciendo honor a la verdad, ni la conozco y creo que ni me va a tocar conocerla más. Mis otros casos son de odio en ambos sentidos. Y a veces me da mucha risa cuando empiezo a destrozar - puraenvidia - la exitosa o no tan exitosa vida y milagros de los seres con quienes no he terminado de cerrar mis amores o pasiones. Por otro lado, los seres que aún me aman - o por lo menos me recuerdan con minucioso rencor, je - se siguen ocupando de mis ires y venires. Está bien. Está muy bien, como diría mi querido Chacuas. Finalmente, la gente tiene que comprarse sus venganzas, reforzar sus frases declaratorias, redefinirse constantemente como los correctos de la historia. La verdad es que yo hace mucho tiempo que me dí cuenta que al final, yo siempre voy a ser la que está mal. Por eso, disfruto minuciosamente mi consabida estulticia y me dedico a predicarla en este lindo blog.

He dicho, je.

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