19.6.14

Ese animal moribundo

"Intenta imaginar la tesis. ¿Puedes ponerle un cara? ¿Puedes verla? ¿Qué es? ¿Cómo se ve?".

Mi primera impresión es que la tesis se ve como una especie de bloque de papel malencarado sentado en una silla, con brazos y piernas de palo. Mira con mala cara... con ojos de "me estoy riendo de ti". Pero no es eso: eso es sólo el disfraz de halloween de la tesis que es otra cosa muy distinta.

Todo parece indicar que, en mi subconsciente, hay un zoológico. Cada vez que hago ejercicios de visualización, me encuentro hablando con gatos, gorilas, pájaros de colores... y ahora un perro. Un perro que gruñe mucho.

"¿Por qué gruñe?"

Está asustado. Sabe que algo le va a pasar cuando se enfrente a un tribunal, a la gente, a las cosas. Y se esconde. Y gruñe. Y me hace pasarlo mal porque no puedo ayudarlo... porque me siento un poco atada de pies y manos. Temo que me muerda o que muerda a alguien más y lo dejo ahí, gruñendo, triste y adolorido.

De pronto me queda claro que es un animal moribundo - no nos queda demasiado tiempo, no iremos a ningún sitio juntos más allá de aquellos en donde ya hemos estado. Alguna vez estuvimos en un trance de dolor y se acuerda... y me lo reclama. Aún le quedan energías para gruñir, para darme batalla, para perseguirme en las noches que trato de dormir con él a mi lado. Y en lugar de enfrentarlo y llevarlo al médico, ponerle una inyección, cualquier cosa... lo dejo gruñir.

"¿Y qué puedes hacer por él? ¿Puedes dejarlo ahí? ¿Quieres dejarlo?".

La cosa es que quizá, en el supuesto, podría abandonarlo. Podría llamar a la perrera y pedir que pasen por él, que alguien más se haga cargo. Encerrarlo en el patio y dejarlo medio morir. No alimentarlo más. No hacerle caso. Pero no sería yo - continuaría escuchando, aún del otro lado del mundo, su gruñir incesante.

Toca llevarlo al médico, ponerme los guantes y sacarlo a la calle, darle algo para el dolor. Necesito hacerle entender que no quiero que le duela más - que me interesa más que a nadie que esté tranquilo.

Pero cómo. Cómo le dices eso a un perro que se alimenta de estadísticas, datos e interminables textos. Cómo le haces entender que lo quieres, por sobre toda las cosas, es que esté tranquilo. Para quedarte tranquila tú, de una buena vez.

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