Confieso que no he visto aún - problemas del diferido - el primer debate de los candidatos a la Presidencia de México. Confieso también que con las micro-crónicas y votantes-mutantes que estoy viendo en las redes sociales, tampoco me genera mucha emoción hacerlo.
Al parecer, no hubo sorpresas: todos instalados en el ataque, en el auto-bombo (que dicen acá) y tirando de las características de personalidad que los caricaturizan - el galán, la sosa, el populista. Y uno que "se salió del guión": el señor de los Cuadritos. El galán intelectual. El nuevo de la barrio.
En las últimas semanas he estado pensando mucho qué voy a hacer con ese sobrecito que el IFE hizo llegar a mi casa al parecer hoy (si lo quiere dejar la mensajera con mi compañero de piso - sino tendré que ir a buscarlo a una oficina para afirmar que sí soy yo la que quiere votar). Mucho además porque yo trabajo con este tema: con lo de la participación, la información, el compromiso ciudadano, el compromiso de los partidos...
Después de un montón de años escribiendo una tesis al respecto, me reservo un buen cargamento de escepticismo. Afortunadamente tengo muy cerca de mi a un anarquista que de vez en cuando me da una sacudida ideológica y aunque no defiendo la democracia directa para todo (ya hablaremos), sí me parece importante la participación en las elecciones.
Entonces: no siendo ni anulista, ni abstencionista, ni blanquista... ¿qué hago?
Se me ocurren un montón de cosas - la primera en la que quiero reflexionar hoy es aquella frase tan bonita de los abuelos de que "prometer no empobrece". Veo a algunos de mis "amigos" de redes sociales entusiasmados con el discurso propositivo del señor de los Cuadritos. Sí, seguro. Yo estoy convencida de que es el que tiene el programa más coherente y mejor escrito. Con una salvedad: no tiene NINGUNA posibilidad de ganar.
Lo más curioso es que este señor es el jugador frontal de un partido cuyos fundadores no se han distinguido por seguir la opción del diálogo, apostar por la calidad o por las decisiones más buenas para la mayoría. ¿Pero saben qué? Pues está bonito poner a alguien que hable bien y prometa el cielo, la luna y las estrellas. Y que levante la mano el que nunca se haya enamorado (aunque sea fugazmente) de alguien con quien "nada podía ser..."
El señor de los Cuadritos puede proponer y hablar muy bonito... logrando con eso una interesante atomización del voto. Vamos a llevarnos unos indecisos más de este lado, porque no... Pero de nuevo, no hay que olvidarse que a las elecciones no se presenta una persona: se presenta una maquinaria de partido, una fuerza ideológica y una serie de acciones claras.
Quizá el señor de los Cuadritos sí hizo una cosa muy importante ayer, sin embargo: en contraste, puso en evidencia a unos partidos "consolidados" pero incapaces de contarle al ciudadano sin gritar-correr-ni-empujar cómo se puede mejorar al país. Un plan.
Él tenía un plan. Los otros, muchos nervios. Uno puede tener un plan cuando no tiene nada que perder.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario