9.4.12

Fuera de temporada

Una de las ventajas claras de ir a un mercadillo en la calle y no al supermercado a comprar fruta y verdura es que te encuentras con un concierto de olores que usualmente no quedan libres en los ambientes bien iluminados y controlados. Huele la fruta de temporada, huelen los fritos para desayunar, huelen los jugos recién exprimidos, el cilantro, el perejil, el agua de la pescadería, los que no alcanzaron a bañarse antes de salir a hacer la compra.

No todos los olores son agradables. No siempre la vida había sido tan impecable, tan controlada. No siempre tenías a tu disposición lo que sea que quisieras comer. El aprendizaje del mercadillo - del tianguis, en mexicano - son las temporadas. Lo que puedes comer ahora no necesariamente estará aquí la próxima semana. Lo que está más barato o asequible no es lo más malo sino lo que en el momento es más abundante. What you see is what you get.

Y luego subir con la bolsa de la compra a trajinar en la cocina, a descubrir si las cosas (que ya dijimos que se parecen, pero no son) funcionan de la misma manera que funcionaban en otro sitio, a bailar mientras cocinas, a reirte a carcajadas mientras lloras partiendo una cebolla.

Es entonces cuando de pronto te das cuenta que a lo mejor lo que estabas buscando, lo buscabas fuera de temporada. Por eso no lo habías encontrado. Porque los deseos específicos no siempre se convierten en realidades satisfactorias. Toca darle tiempo al tiempo. Toca abrir los ojos, los oídos, entender las oportunidades. Probar lo que te toca probar en ese momento.

Al fin y al cabo, sí que hay veces que el partido se gana en los dos minutos de tiempo de compensación.

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